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Opinión

Primero de Mayo, manos a la obra

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Si el mandato original fue "ganarás el pan con el sudor de tu frente", acaso hoy sería "ganarás la vianda con la agilidad de tus dedos". Mucho más que eso ha cambiado el concepto y forma del trabajo. Aunque no se ha reemplazado la intervención de la persona en ciertas actividades, en otras se ha convertido en absolutamente prescindible. Un ejemplo: en un restaurante de Tokio, se acerca a tu mesa un robot sin rostro, pero con bandeja y botonera; a él le marcas qué comida quieres, cantidad y preferencia, así los demás asistentes a la mesa; el robot se retira y volverá luego de un tiempo prudencial con los platos solicitados para luego retirarse reptando entre las mesas y atendiendo a otros parroquianos. Un robot similar puede encontrarse en la calle con una función de autoservicio. Signos, teclados, mecanismos, exentos de variaciones del humor y la apariencia.

En fábricas de diversos rubros la automatización es una constante, para lograr la uniformidad en el resultado, la agilidad y la independencia del ánimo, todo lo cual tiene menor incidencia en el costo. Un empresario dijo hace tiempo: "Cuando contratas a una persona, estás contratando al mismo tiempo una solución y un problema, en tu habilidad estará que la primera triunfe sobre el segundo". En este aspecto también ha variado el sentido de pertenencia del empleado con su empleador; hasta no hace mucho el orgullo de haber permanecido muchos años en la misma empresa era un galardón que distinguía, hoy el cambio frecuente de trabajo se ha transformado en una constante, aprovechando la demanda de personal calificado que no abunda.

Transformaciones

Asistimos a una evolución a todas luces progresiva a inevitable. ¿Qué hacer con la desocupación? ¿Reducir las horas de trabajo de cada operario para ocupar a dos personas en vez de una? ¿La rentabilidad compensará esa duplicación en mano de obra? ¿Habrá quien administre el ocio? ¿Tendrán las familias que apelar al doble empleo y fomentar así su disolución? Buena parte de este fenómeno tiene que ver con la capacitación de la mano de obra, lo que se transforma en una división teórica entre los calificados que saben y pueden y los que no saben y, aunque quisieran, no tienen acceso digno. La multiplicidad de carreras universitarias cortas, las tecnicaturas, están ofreciendo una salida para el sector que puede y quiere adoptarlas; allí reside buena parte de la función educativa que el Estado debe ejercer, sumada a los esfuerzos privados. En este sentido, la función de los sindicatos tiene una misión esencial, no sólo en busca de un mejor salario sino además la capacitación de propios y extraños. Hay en este momento una corriente de confrontación que no es sana ni social ni laboralmente.

A menudo se ha tomado al Estado como un proveedor de sueldos, en cuyos vericuetos se esconden los negociados y las influencias que no son sanas. Lo estamos padeciendo, en buena medida, porque en el pasado (digamos que también en el presente) los sindicatos ligados al Estado se transformaron en buscadores del "Sí" ante cualquier demanda, como parados ante la vieja figura del "barril sin fondo" que todo lo puede y todo lo da. Las consecuencias están a la vista y las culpas deben repartirse, aunque las están pagando miles de cesanteados.

Ayer y hoy

En 1886 las preocupaciones eran otras; la revolución industrial todavía no había impuesto sus mecanismos y los obreros de "Haymarket Square", Chicago, Estados Unidos, padecían una opresiva obligación de jornadas interminables. El 1° de mayo de 1886 iniciaron una huelga para conseguir una jornada de 8 horas, que les fue negada. El día 4, durante una manifestación en su apoyo, el dirigente sindical Rudolph Schnaubelt lanzó una bomba a la Policía; ello derivó en la detención de 8 manifestantes, cinco de los cuales fueron condenados a muerte, aunque uno de ellos se suicidó antes de ser ejecutado. Fueron nombrados Mártires de Chicago y tenidos en cuenta en 1889 para que el primero de mayo de cada año sea el "Día Mundial de los Trabajadores". Esta conmemoración tiene una excepción en Estados Unidos y Canadá, que han fijado, en su lugar, el "labor day" cada primer lunes de septiembre.

Entre los mártires de Chicago y los obreros de hoy han pasado 135 años y no sólo este tiempo; han pasado periodos de opresión discrecional en que patrones impunes decidían sobre la necesidad de las personas, imponiéndoles normas y condiciones de oprobio. Hoy esa forma de relación ha tenido un vuelco positivo notable. Lo que hoy une a patrones y obreros son enemigos comunes: el consumo decaído y la competencia externa, sin dejar de mencionar la presión impositiva del Estado, insaciable y discrecional.

Se supone que una conmemoración como ésta, poco feliz por su origen y con las dudas de un presente y un futuro inciertos, debe contener la necesidad de buscar caminos que no sean atajos de coyuntura sino rutas con horizonte. Las fuerzas patronales y sindicales por igual tienen la obligación de autoayuda, de reclamos posibles, de búsquedas factibles. Va en ello la paz social donde vivir sea placentero, donde crear tenga el marco necesario, donde producir sea mejor que especular. Entonces, sí, manos a la obra.

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