La política económica argentina enfrenta una nueva encrucijada: mientras el Gobierno avanza en la flexibilización de las importaciones, resurgen los debates sobre la conveniencia del proteccionismo como herramienta para proteger la industria local. Ambas estrategias tienen ventajas y desventajas que impactan en distintos sectores de la economía, dejando en evidencia la necesidad de un equilibrio cuidadoso para evitar efectos contraproducentes.
Para abordar el tema lo vamos a hacer con un ejemplo. Había una vez una pequeña isla llamada Bananópolis, famosa por sus deliciosas bananas. Pero, un día, un barco extranjero llegó cargado de bananas más grandes y baratas. Los habitantes, impresionados, comenzaron a comprar esas bananas importadas.
El presidente de Bananópolis, preocupado por la «crisis de la banana nacional», declaró: «¡Esto es una emergencia bananera! Si seguimos comprando esos plátanos extranjeros, los nuestros quedarán en el olvido».
Así que decidió imponer un impuesto a la banana extranjera tan alto que costaba más que una hamaca de lujo. Los habitantes no tuvieron más remedio que volver a los plátanos locales. Pero el problema era que las bananas nacionales eran pequeñas y no muy sabrosas. Entonces, los isleños tuvieron que ser creativos: inventaron el «arte mini plátano» y empezaron a vender esculturas hechas con plátanos para exportarlas. Por ironía, los países extranjeros comenzaron a pagar fortunas por esas mini esculturas, y Bananópolis se volvió rica exportando las mismas bananas que había intentado proteger. El presidente declaró orgulloso: «¡El proteccionismo siempre funciona!»
Mientras no descubría le decía que el éxito vino porque afuera los usaban, como decoración y no como alimento, y que el deseo de comer las costosas bananas importadas fue lo que ayudó a despegar la creatividad en la industria local.
En Argentina, la decisión del Gobierno de flexibilizar las importaciones busca aliviar tensiones en sectores que enfrentan desabastecimiento de insumos clave y reducir costos para las empresas. Además, ofrecer a los consumidores una mayor variedad de productos, incentivando la competencia y conteniendo, los efectos de la inflación.
Desde una perspectiva empresarial, esta medida podría revitalizar industrias que dependen de tecnología o materias primas extranjeras, haciéndolas más competitivas tanto en el mercado local como internacional. También podría estimular la inversión extranjera, ya que las restricciones actuales suelen ser un obstáculo para nuevos proyectos.
Sin embargo, esta política no está exenta de riesgos. Una apertura descontrolada podría impactar negativamente en la industria nacional, que muchas veces no está en condiciones de competir con productos importados más baratos. Esto podría derivar en pérdida de empleos en sectores vulnerables como la industria textil o la metalúrgica.
En contraposición, el proteccionismo se presenta como una alternativa para brindar a la industria local de la competencia extranjera, ofreciendo a las empresas tiempo y espacio para crecer y fortalecerse. Al limitar las importaciones, se fomenta la producción interna, lo que podría generar más empleo y garantizar estabilidad en sectores estratégicos como el agroindustrial o el tecnológico. Sin embargo, probamos esta receta muchos años sin buenos resultados, ya que, el verdadero desafío radica en encontrar un balance que impulse el crecimiento económico sin sacrificar sectores clave. Una flexibilización de importaciones bien diseñada podría centrarse en bienes esenciales y de capital, mientras se implementan políticas de apoyo para fortalecer la competitividad de la industria local.
La clave estará en diseñar un modelo económico que combine la apertura necesaria para atraer inversiones y tecnología con un enfoque proteccionista focalizado en sectores clave, promoviendo la modernización y el desarrollo sostenible de la industria nacional. Sólo así Argentina podrá sortear las tensiones entre estos enfoques y avanzar hacia una economía más equilibrada, pero por el momento necesitamos fuertemente crecer, generar empleo y reducir la pobreza.
Y, ya que hablamos de bananas, no podemos dejar de hacer referencia a la obra de arte que fue, como en el relato del ejemplo, noticia este mes: La Banana en la Pared. Es una obra de arte, de por si polémica, del italiano Maurizio Cattelan, la icónica pieza compuesta por una simple banana pegada a una pared blanca con un trozo de cinta adhesiva, se subastó pasado el miércoles 20 de noviembre en Nueva York y se vendió por USD 6,24 millones, con el curioso compromiso de que el artista se ocupará de reemplazarla cada vez que la naturaleza haga lo suyo y se pudra naturalmente.
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