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Opinión

Un Gobierno o una causa

Editorial

Por Editorial

En su presentación ante el foro económico mundial el presidente Javier Milei provocó asombro con una clase del capitalismo ante los más exitosos capitalistas del mundo a los que acusó de haberse dejado ganar por el colectivismo. En el país, en cambio, apenas puso un pie en Ezeiza asumió una actitud menos programática y más pragmática: mandó a funcionarios a la Cámara de Diputados para que flexibilizaran el texto de la denominada "ley ómnibus" o de "bases".

Si bien las negociaciones todavía están en curso, parece haber comprendido que para ganar la batalla de los mercados, donde no le está yendo bien, debe dar señales de gobernabilidad que cambien las expectativas de los operadores. Por eso empezó a aceptar "sugerencias" de los mismos legisladores que hasta hace pocos días acusaba, apenas veladamente, de "coimeros".

La propuesta de cambio profundo que llevó a Milei a la Casa Rosada con una montaña de votos de respaldo comenzó rápidamente a frenarse por obstáculos en la Justicia y en el Parlamento. Al mismo tiempo, la primera parte de su estrategia para frenar el dólar y la inflación mediante una devaluación del 55% y un "crawling peg" del 2% mensual funcionó bien tres semanas, pero ya comenzó a crujir y no se sabe si aguantará hasta marzo, mes en el que se espera la entrada de dólares para aliviar al Banco Central. El tan proclamado "shock" terminó pareciéndose a una forma algo brusca de gradualismo y la brecha cambiaria volvió a trepar al 50%.

El problema tiene causas económicas y políticas. Entre las primeras está la incertidumbre que genera en los exportadores. Usar el tipo de cambio como ancla para la inflación es una idea que fracasó repetidamente. Consecuencia: en ese sector se espera una nueva devaluación a no muy largo plazo.

Con los importadores ocurre algo parecido, la ampliación de la brecha impulsa la demanda de dólares. Por otra parte, las tasas de interés negativas hacen que los ahorristas también presionen por el billete verde. Una historia conocida, pero muy agravada en este caso por la brutal emisión dispuesta por el Ministro-candidato en campaña.

Frente a este cuadro el Presidente parece haber aceptado dejar el adoctrinamiento para uso externo y en el interno negociar una salida para su proyecto de ley. Santiago Caputo y Guillermo Francos se trasladaron al Congreso y negociaron con los bloques dialoguistas: PRO, UCR y Hacemos Coalición Federal.

También hubo contactos con otro bloque, Innovación Federal, que reúne a nueve diputados provenientes de Misiones, Salta y Río Negro. Precisamente los misioneros y rionegrinos frenaron la boleta única en el Senado, por lo que su colaboración, sería un activo legislativo de peso. Son ideológica y políticamente opositores a Milei, pero deben gobernar sus provincias.

Durante el fin de semana circularon distintas versiones acerca de los alcances del eventual entendimiento para sacar la "megaley". La mayoría coincidía en restricciones al texto original en materia de emergencia pública, liquidación de empresas estatales, pesca, hidrocarburos, etcétera.

No había precisiones, en cambio, respecto de una de las diferencias más importantes entre Milei y los dialoguistas: la actualización de las jubilaciones. La eliminación de la fórmula actual y su reemplazo por aumentos discrecionales del Ejecutivo parece haber sido abandonada. La cuestión es que los gobiernos apuntan al sistema previsional como el gran agujero negro fiscal, pero hay números que no cierran.

Si durante el gobierno de Alberto Fernández los jubilados perdieron un 35% de poder adquisitivo ¿cuánto tienen que perder para que los números le cierren a Luis Caputo, el 80? Otra duda surge de lo hecho por Mauricio Macri en 2019. Para agosto había bajado el déficit a cerca del 1% del PBI sin masacrar a la clase pasiva ni cambiar las reglas de juego. Todo esto estará sin duda sobre la mesa en el último tramo de las negociaciones entre el gobierno y los bloques "afines".

Más allá de los números, la "megaley" está reordenando el campo político. De un lado el Gobierno y los partidos a los que le sacó votos (UCR, PRO, CC) y del otro el peronismo más cerril que reporta a Cristina Kirchner. En ese sector milita la CGT cuyo vocero hoy es Pablo Moyano, mientras el kirchnerismo se mantiene en segundo plano.

La gran apuesta de ese sector es el paro de la CGT que tiene más de acto callejero que de paro porque será de 12 horas y con transporte público. La idea de los sindicalistas es ocupar un lugar en las primeras filas de la oposición pensando en la reorganización del PJ. Los que fracasaron fueron los políticos, pero los gremialistas son los primeros en sufrir las consecuencias con la ofensiva del Presidente sobre el obsoleto régimen sindical. Son el símbolo del pasado y un adversario a medida para Milei.

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