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Opinión

Por ahora, el viento sigue de cola

Vicente Massot

Por Vicente Massot

De momento, las novedades que le llegan a Javier Milei desde otras geografías no pueden ser más alentadoras. No es que el mundo entero se haya puesto de acuerdo para respaldar su gestión. Nada de eso. Pero es de hacer notar que en el curso de los últimos diez días -poco más o menos- la administración libertaria ha recibido buenas noticias del Fondo Monetario Internacional, del Gobierno de los Estados Unidos, y del Vaticano. Los USD 4.700 MM que, luego de la aprobación del board, aquel organismo de crédito internacional le extenderá a nuestro país, es una muestra inequívoca de la buena predisposición que respecto de la Argentina existe en el staff liderado por Kristalina Giorgieva. No sería de extrañar que, andando los meses, y con base en el clima de entendimiento que parece prosperar, el auxilio de FMI se multiplicase. Como quiera que sea, el importe antes señalado representa para el equipo económico dos cosas a la vez: por un lado, una señal promisoria de cara al futuro de las negociaciones que se hallan en marcha. Por otro lado, un refuerzo indispensable para llegar sin sobresaltos financieros hasta marzo, cuando las arcas estatales comiencen a recibir los dólares de la cosecha gruesa.

En Washington el gobierno de Joseph Biden acaba de expresar su beneplácito por el programa que ha anunciado Javier Milei. En atención a las confesadas simpatías de éste por Donald Trump, y a las dudas que no pocos analistas levantaron acerca de cuán fluidas serían las relaciones de las dos naciones, el testimonio del vocero del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, fue clarísimo: "Le damos la bienvenida a los esfuerzos del Gobierno de la Argentina que apuntan a restaurar la estabilidad económica…".

Al espaldarazo de Washington y del Fondo se sumó un tercero, tan inesperado como importante: el del Papa. No se necesita aclarar cuántos desencuentros han jalonado la corta historia de Francisco y de Milei. En plena campaña electoral salieron a relucir unas viejas declaraciones del libertario que motivaron una airada réplica del episcopado criollo. Ello, unido a las incómodas y gratuitas palabras de Alberto Benegas Lynch en el Movistar Arena, de Villa Crespo, y a las más recientes de su hijo -Diputado Nacional por La Libertad Avanza- por la posición del pontífice romano respecto de Cuba y Venezuela, hacían pensar en un cortocircuito sin solución. No obstante, el Vaticano confirmó que el vicario de Cristo recibirá al Jefe de Estado argentino a menos de dos meses de haber iniciado su gestión -todo un récord- y fue el propio Bergoglio el que, inmediatamente después de esa confirmación, anunció que viajaría a la Argentina a mediados de año.

El Presidente de la Nación y una corta comitiva que lo acompaña -su hermana Karina, el ministro de Economía, Luis Caputo, el jefe de gabinete, Nicolás Posse, y la canciller, Diana Mondino- embarcaron con rumbo a Davos, donde seguramente el caso argentino y -por sobre todo- la figura de Javier Milei, no pasarán desapercibidos. En su escala en Frankfurt, el Jefe de Estado hizo notar que, en el encuentro de la localidad helvética, enfrentaría a las nocivas ideas socialistas de la Agenda 2030 que, de un tiempo a esta parte, han calado hondo en Davos. Si alguien deseaba hacer un pronunciamiento políticamente incorrecto, Milei se le adelantó sin pedirle permiso a nadie.

Mientras dure su estadía en el viejo continente el oficialismo desea sacar -si fuese posible, en el transcurso de esta semana- dictamen favorable para la ley ómnibus. Antes de tomar aquel avión de la compañía alemana Lufthansa, Milei, al tiempo que cargaba lanza en ristre contra el progresismo mundialista, se acordó también de los diputados y senadores que, según él, insisten en ponerle un palo en la rueda a las reformas estructurales que pretende llevar adelante: "Los daños que pueda sufrir la población están del lado del Congreso, de si hacen las cosas bien o se dedican a destruirle la vida a los argentinos".

Que no se anduvo con vueltas, no es novedad. Dijo lo que piensa desde hace rato, sólo que esta vez pecó de inoportuno. Eligió un mal momento para repetir algo que todos saben y que no le ganará nuevas adhesiones. ¿Qué necesidad había de generalizar de tal manera una acusación así? Por un lado, previo a su partida, le dio instrucciones precisas a Guillermo Francos y a Martín Menem para tender puentes con la bancada que dirige Miguel Ángel Pichetto y de la UCR, en donde hay quienes desean apoyarlo. Algo enteramente lógico, si se tiene presente que sin esos votos no habrá ni ley ómnibus ni DNU, en virtud de que el kirchnerismo y los grupúsculos de izquierda suman 107 diputados que se opondrán al planteo oficialista en toda la línea. No termina de entenderse, pues, la racionalidad de la estrategia presidencial.

Una cosa es valerse del descrédito de la CGT -por ejemplo- y de la recusación de la casta política por buena parte de la ciudadanía, y otra es meter en la misma bolsa a tirios y troyanos. El paro que los líderes sindicales -una oligarquía corrupta y desprestigiada- planean para el día 24, le calza como anillo al dedo al Gobierno. El contraste entre quienes tienen cada día menos representatividad por sus negociados y su incompetencia, y quien es dueño de 56% de los votos y recién comienza su mandato, no puede ser mayor. Basta pensar lo que representan hoy el clan Moyano, por un lado, y Javier Milei, por otro, para darse cuenta quién lleva las de ganar en la pulseada. Tener enfrente a Daer, Grabois, Pérsico, Kicillof y Quíntela -para nombrar a lo más representativo de la oposición peronista- no deja de ser una ventaja significativa, que el oficialismo no desea desaprovechar.

El sinsentido no consiste en embestir contra ese conglomerado enemigo, sino en tratar al Congreso -sin distinciones- como si significara lo mismo. La reacción que han generado las acusaciones del presidente en casi todo el arco no oficialista -proclive a votar la ley ómnibus- pone de manifiesto lo inútilmente provocativo de aquellas parrafadas, que se corresponderían bien con los presupuestos de una campaña electoral pero que no hacen pie dichas desde Balcarce 50.

Por mucha que sea la urgencia de la Casa Rosada en aprobar la ley ómnibus y el DNU, el camino recién comienza y será largo de recorrer. Si se obtuviera un dictamen favorable -cosa que luce probable- luego, al aterrizar en el recinto, los proyectos deberán ser analizados del derecho y del revés y discutidos en sesiones maratónicas. Si la prioridad es contar con esos instrumentos legales, el acompañamiento de Pichetto, López Murphy, Ocaña, Stolbizer, Loredo y tantos otros miembros de la cámara baja, será imprescindible. Milei continúa gozando de una gran popularidad y, de momento, no hay quien pueda detener el inédito proceso de reformas que ha inaugurado. Sólo que no está en condiciones de desatender el papel de quienes desean ser sus aliados tácticos, sin por eso aceptar a libro cerrado todas las iniciativas del Ejecutivo. Los adversarios no son lo mismo que los enemigos. Hay una diferencia cualitativa entre unos y otros que nunca debe perderse de vista.

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