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Opinión

El valor de los Valer

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Vigo Meano es un pequeño pueblo montañés en el norte de Italia. Allí vivían los Valer, a puro trabajo y algún esparcimiento. Unos años antes de considerar en familia la idea de abandonar la tierra amenazada, se hicieron eco de la posibilidad de una guerra en gran escala. Todo lo hacía suponer. Así lo entendía Clemente Valer allá por 1909. Convenció a su esposa Gisela Bortolotti y sus tres hijos Leone, Mario e Hilda, sobre la conveniencia de irse lo más lejos posible, donde la paz y el trabajo no estén bajo amenaza. A ellos se sumaron las dos hermanas de Gisela con sus respectivos esposos. Partieron en un barco francés, que demoró varios meses en llegar, sometiendo a los pasajeros a una serie de penurias indecibles. Una vez llegados a la Argentina, partieron en tren hacia Sunchales. Allí se establecieron precariamente, dedicándose a tareas rurales. Después de un breve tiempo se trasladaron a Dean Funes, trabajando en la construcción, para continuar su vida luego en Tacural. A los tres hijos italianos se le sumaron cuatro argentinos: Italia, Elvira, Ester y Ángel. Leone, el primogénito, nació en Vigo Meano en 1904. Continuó con el oficio de la construcción y se lo enseñó a sus hijos; tenía una voz privilegiada y amaba el canto. En cada reunión desplegaba su repertorio y, además, cuando el cura del pueblo lo llamaba, iba a acompañar exequias con un canto alusivo. La nostalgia del pueblo lejano, pasada la guerra y el hambre, le hacía entornar los ojos y soñar con un poco probable regreso. Marcela Valer, descendiente de Leone, heredó el cariño por esta tierra que los recibió y les abrió posibilidades cuando todo era difícil e incierto. Sin embargo, al contar la historia, se llena el corazón con el deseo de volver un día al colorido mundo de sus montañas.

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