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Opinión

El dogma del shock

Editorial

Por Editorial

El presidente Javier Milei volvió a cumplir con su palabra. Tras firmar el mega DNU 70/23, esta semana sus equipos presentaron la denominada Ley Ómnibus que contiene, además de la aprobación misma del judicializado Decreto, más de 600 artículos para reformular, modificar o derogar cientos de leyes, normativas y reglamentaciones. Además, envió junto a la convocatoria de sesiones extraordinarias, un paquete de leyes en la que se destaca, por las sospechas abiertas, la eliminación de dobles imposiciones impositivas con el Ducado de Luxemburgo, un paraíso fiscal.

En suma, el gobierno de Milei no parece haberse propuesto una desregulación del Estado sino que tiene una esencia refundacional de carácter absoluto. Se estima que son más de 1.200 las normas, de distinto rango, las que se buscan modificar. Un volumen que invalida en sí mismo la existencia de un carácter de urgencia.

En sintonía con el DNU, pero en forma explícita desde el proyecto de ley, Milei busca adquirir superpoderes al arrogarse facultades que no le son inherentes -en el Artículo 1 plantea la delegación de facultades en el Ejecutivo para legislar sobre 11 ejes temáticos-. El abogado constitucionalista Andrés Gil Domínguez lo describió como "un intento de reforma constitucional encubierta".

La amplitud de temas a modificar y la profundidad de los cambios que promueve el Gobierno son de tal magnitud y dispersión que dejó la opinión pública desconcertada para entender el foco de la cuestión. Sólo la tarea legislativa parece inabarcable en el corto plazo, desde el punto de vista de un análisis exhaustivo y a conciencia. Es difícil imaginar cómo la sociedad puede procesarlo en momentos donde las condiciones materiales profundizan su degradación.

En redes sociales, el terreno donde mide su comunicación el Presidente, circuló con fuerza un texto de la periodista y escritora canadiense Naomi Klein, famosa por su título "No Logo". El libro se llama "La Doctrina del Shock" y desde allí entra en diálogo con el discurso del mandatario, cuando asumió el 10 de diciembre: de espaldas al Congreso dijo que no había plata ni financiamiento para gradualismo por lo que no quedaban alternativas al "ajuste" y al "shock".

"La doctrina de shock económica necesita, para aplicarse si ningún tipo de restricción -como en el Chile de los años sesenta, Rusia de los noventa y Estados Unidos tras el 11 de septiembre-, algún tipo de trauma colectivo adicional, que suspenda temporal o permanentemente las reglas del juego democrático".

Klein se refiere críticamente a las recetas económicas del reconocido teórico neoliberal Milton Friedman -uno de los referentes para el presidente Milei- y asegura una creciente polarización entre pobres y ricos, en las sociedades donde se aplicaron esas recetas.

Más allá de la cuestión técnica, es importante repasar cómo actúa el Gobierno Nacional sobre las opiniones que recibe. Ningún otro Gobierno reciente aceleró tanto en lo que se conoce como la "luna de miel" de los gobernantes tras su asunción. No sólo avasalla desde sus facultades y busca la suma total del poder público, en contra de los principios de una República, sino que desconoce a quiénes no lo votaron.

Va más allá del juego de mayorías y minorías, crea un suerte de estereotipo de opositor y lo descalifica al desconocerlo como parte de la vida democrática. Las respuestas institucionales a las extralimitaciones del Ejecutivo fueron escasas al punto que la Justicia confirmó que tratará en febrero los amparos contra el DNU y sólo la CGT se expresó con una convocatoria a un paro, que terminará condicionado por las estadísticas históricas de las huelgas generales.

El reconocido periodista Carlos Pagni se preguntó esta semana qué pasaría si la batería de medidas que se conocieron en casi tres semanas hubiesen sido impulsadas por el kirchnerismo. El interrogante deja al descubierto las subjetividad y expone los planteos que se arrogan la verdad.

Una encuesta reciente de Zuban Córdoba muestra tempranamente que un 54% cree que el camino escogido por el Gobierno no es el correcto. Quizá la resiliente sociedad argentina tiene claros sus principios y los límites que tolera.

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