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Opinión

Antonio Destéfani y el sacrificio fundacional

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

¿Qué sentido tiene -me pregunto a veces- convocar a nombres lejanos, manojo de carencias, que llegaron en aquellos días tan distintos de los nuestros? Me sigo contestando que precisamente son esos nombres y sus dueños los que crearon lo distinto y nos enseñan a través de ello. Las herramientas han cambiado, como el paisaje, los métodos de enseñanza, el orden público, que no necesitaba más leyes que la propia moral natural. No precisaban que se dicten leyes para corregir errores, sino que se abran expectativas y caminos accesibles. Por eso, traer sus nombres y sus actitudes tienen sentido; porque tenemos más herramientas, más nuevas, que en muchos casos necesitamos aprender a manejar para el bien común.

Una calle que atraviesa los barrios Italia y Mora lleva el nombre de Antonio Destéfani. ¿Por qué está allí? Sigamos sus pasos.

La partida

Imaginemos el día 16 de febrero de 1874, puerto de Génova, Italia. Un matrimonio espera su turno para embarcar en el Principessa Mafalda, el vapor que corporizaba la esperanza en el nuevo mundo. Antonio José Destéfani y Carolina Fornasso habían optado por encontrar una vida mejor en América. Él tenía 35 años, había nacido en Vigone, un pueblo de la región piamontesa, donde practicaba trabajosamente la agricultura. Ella tenía 28 años, una pelirroja también nacida en Vigone. Tenían dos hijos, José Antonio y María Carolina, de 4 y 2 años de edad respectivamente.

La causa de su partida debe buscarse en la situación centroeuropea de esos años. Conflictiva, con un horizonte empobrecedor. A esta realidad se sumaba la aparición de una política migratoria que, a partir de una apertura en el continente americano, invitaba a los europeos desencantados a que prueben fortuna en América, especialmente Estados Unidos, Brasil y Argentina. Las empresas colonizadoras argentinas buscaron adeptos en Italia, España, Suiza y Alemania. A los inmigrantes se les ofrecieron tierras en distintas zonas. En nuestro caso, la afluencia se produjo a partir de Esperanza. Es verdad que a fines del siglo XIX por aquí las cosas no andaban sobre rieles, pero evidentemente resultaban más atractivas que las europeas. A esta altura del párrafo el pensamiento se actualiza con la situación en estos días. En Argentina, aun sin empresas colonizadoras, la corriente emigratoria busca nuevos horizontes allá; nuestros jóvenes se van a los lugares desde donde vinieron nuestros abuelos hace unos 120 años.

Nuevo mundo

El 5 de junio de 1874, después de tres meses y medio de navegación, Antonio, Carolina, sus hijos y sus baúles llegaron al puerto de Buenos Aires, no sin antes haber demorado tres días en Brasil por una borrasca. También tres días debieron esperar en la Aduana de Buenos Aires, para viajar luego en tren a Rosario, donde esperaban parientes de la rama Fornasso. Para proveer a su manutención, trabajaron en la recolección de la cosecha de trigo. En noviembre de 1878 nació Jorge, el hijo argentino del matrimonio Destéfani.

En julio de 1882, estando en Nuevo Torino, le compran a Guillermo Lehmann cuatro concesiones de terreno en la recién formada Rafaela. En el boleto de compra N° 12 del 20 de mayo de 1883 figuran los números 187, 188, 203 y 204, equivalentes a 80 cuadras, 132 hectáreas, en la suma de Mil Florines Oro, moneda holandesa, pagaderos en tres cuotas anuales con un interés del 8%. En la tradición familiar consta que, en el viaje hacia Rafaela, extraviaron una importante suma de dinero, sus ahorros; al advertirlo, regresaron en su búsqueda y tuvieron la suerte de encontrarlos. Otra anécdota familiar cuenta que, cuando se mudaron del rancho inicial a la casa de ladrillos que ellos mismos habían construido, Carolina se negó a llevar el perchero de madera que allí tenían y que habían traído de Italia, por lo que Antonio, dando muestra del carácter que lo definía, tomó un hacha y lo deshizo en pedazos. El rancho que ellos dejaron se transformó en aula donde don Pedro Airasca enseñaba a leer y escribir "la castilla", imprescindible para insertarse en el nuevo medio. Luego de un tiempo, el mismo local se convirtió en la herrería familiar.

Frutos

Ni Antonio ni Carolina ni sus hijos ya crecidos fueron personas de actuación pública ni intervinieron en instituciones que pudieran citarse. La preocupación inicial, una vez establecidos en una vivienda sólida, aclimatados a la llanura pampeana, fue trabajar para poder pagar la deuda contraída por las tierras, además de afrontar las exigencias del clima y el nuevo orden socio-económico. Como otros, como tantos, soñaban con volver alguna vez a su Italia natal, a su Vigone piamontés, para compartir los relatos de aventuras y peripecias con los amigos de entonces, pero no consta que hayan podido hacerlo.

Hoy, la calle Destéfani nace en la Avenida Gabriel Maggi y emprende el recorrido hacia el norte, acompaña el trazado de Avenida Italia hasta la calle Normando Corti. Recuerda a integrantes de las primeras familias que habitaron Rafaela, cuando todo era espacio abierto, peligros por lo desconocido y los rumores oídos, la mayoría fantasiosos. Aquí se quedaron, superando penas y absorbiendo glorias.

Nada duradero se obtiene sin sacrificios, voluntad, imaginación. El facilismo ha llevado a muchos argentinos a edificar sobre la arena, oyendo promesas y discursos tentadores que se disfrutan en el hoy y se lamentarán mañana.

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