No nos referimos al momento en que falleció, aquel 26 de julio de 1952 (aunque sin dudas fue un momento épico, con dos millones de personas alineando las calles por donde pasó su féretro, en un velatorio que duró dos semanas). Lo que fue casi tan novelesca como su fugaz vida fue la odisea de más de 20 años que padeció su cuerpo tras su deceso.
Aquí te contamos el increíble y siniestro calvario por el que pasó el cadáver de "Evita" hasta llegar a su lugar de reposo actual, en el Cementerio más exclusivo de Buenos Aires, la Recoleta.
La muerte y lo que vino después
La ex actriz convertida en "abanderada de los humildes", que cultivó durante los gobiernos de su marido niveles similares de adoración y odio entre los argentinos, falleció a los 33 años de un cáncer de cuello de útero. El nivel de fervor que generaba y la importancia simbólica de "Evita" para el peronismo era tal que, poco antes de morir, el Congreso le había otorgado el título de "Jefa Espiritual de la Nación".
Perón quería que su esposa fuera embalsamada y que sus restos descansaran en el "Monumento al Descamisado", un faraónico panteón que iba a ser construido especialmente para ella. Encomendó la conservación del cuerpo al prestigioso anatomista español Pedro Ara, quien comenzó su tarea apenas horas después de que falleciera la primera dama. Sin embargo, convertir a Evita en "una estatua" -como registró Ara en sus memorias-, tardaría muchos meses más.
Mientras se planificaba la construcción del gigante mausoleo, el médico realizaba sus tareas en el segundo piso de la Confederación General del Trabajo (CGT), la principal central sindical de Argentina, donde había sido llevado el cuerpo tras el histórico funeral. Al año, Ara había concluido su tarea, pero el mausoleo seguía siendo apenas un proyecto, por lo que el español debió quedar al cuidado del cadáver embalsamado en el edificio de la CGT.
Los planes dieron un inesperado giro en 1955, tres años después de la muerte de "Evita", cuando Perón fue derrocado por un golpe militar durante la llamada "Revolución Libertadora", que proscribió el peronismo durante casi dos décadas. El depuesto mandatario huyó al exilio, pero el cuerpo de quien fuera su segunda esposa quedó en la CGT, bajo el cuidado de Ara.
Lo que ocurrió luego se mantuvo en secreto por 16 años, y recién sería develado décadas más tarde gracias a investigaciones periodísticas y libros como el popular Santa Evita (1995), de Tomás Eloy Martínez, que acaba de ser convertido en serie por la plataforma Star+.
Uno de los trabajos más exhaustivos fue el del periodista, político y exmilitante de la organización guerrillera peronista Montoneros Miguel Bonasso, que sirvió como guion del documental "Evita-La Tumba Sin Paz", realizado en 1997 por el cineasta y actual ministro de Cultura de Argentina, Tristán Bauer. Según Bonasso, los militares que habían destituido a Perón quisieron verificar que el cuerpo que yacía en la CGT era efectivamente el de su mujer y que no se trataba "de una muñeca de cera". "Para averiguarlo nombraron una comisión de médicos notables. Los notables le extrajeron un pedazo de tejido de la oreja izquierda para el examen histológico (y) le cortaron un dedo para la huella digital", cuenta el documental sobre las primeras dos mutilaciones que sufriría el cadáver de Evita.
Tras realizar las pruebas, que incluyeron una serie de radiografías, confirmaron que se trataba de la exprimera dama, a quien Ara había logrado conservar "con todos sus órganos internos". El temor de que los peronistas pudieran tratar de robar el cuerpo y usarlo como una tea para incendiar el país llevó a los militares a urdir un siniestro plan secreto: secuestrar el cadáver y hacerlo desaparecer.
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