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Especiales

Un mito que siempre vuelve a resurgir

Por la Prof. Natalia Rojas (·). Este miércoles se recuerda el trascendente rol de Evita en un nuevo aniversario de su fallecimiento a los 33 años.

El 26 de julio de 1952, un cáncer de cuello de útero, ganaba la batalla a la segunda esposa del entonces presidente Juan Domingo Perón, tras meses de lucha contra la enfermedad.

Hasta hoy, su figura continúa siendo referente en luchas sociales y en parte del movimiento feminista.

Como todo personaje relevante y trascendente, sus acciones y declaraciones no están exentas de debate y crítica. Sin embargo, su figura continúa inspirando a través de los años.

Nacida en 1919, en un área rural bonaerense (Los Toldos), Evita quedó marcada por su difícil infancia. Juan Duarte, su padre, tenía otra familia, la "legítima", y murió en 1926 dejando desamparada a Juana Ibarguren y sus hijos. De adolescente, Evita se mudó a la capital, trabajó como actriz y en 1944 conoció a Perón, entonces Secretario de Trabajo y Previsión Social, en un festival para recaudar fondos para las víctimas de un terremoto en la provincia de San Juan. Se enamoraron, y tras un breve arresto del militar y su posterior liberación aclamado por las multitudes -que le agradecían las políticas impulsadas desde su cargo-, se casaron y él ganó las elecciones de 1946.

Desde ese momento, ya fuera arengando desde el balcón de la Casa Rosada; visitando Europa en 1947 -cuando fue recibida por todo lo alto en la España de Franco- o enfundada en vestidos de exclusivas firmas que la idolatraban, Evita forjó su estrella.

"Evita es la expresión más pura y más noble de los humildes. No tiene padre, no tiene apellido, no tiene historia... tiene todo ese oscuro que arrastran los humildes pero que también impone la fuerza de su dignidad", expresa el referente peronista Julio Bárbaro, que fue diputado en el último Gobierno de Perón. El también analista político remarca que el peronismo tiene lo mismo de Evita que de Perón, pero asevera: "Evita es el mito de la fuerza, es la ópera", y considera que es "la expresión más pura de los que aman la patria".

Hace 71 años Argentina quedaba paralizada por la muerte de la más popular de sus primeras damas, Eva Duarte de Perón. Con solo 33 años, la "abanderada de los humildes" dejaba la esfera terrenal para convertirse en un mito eterno, símbolo de una época e inspiración de musicales, películas y libros en todo el mundo.

Pero su carisma, su icónica imagen y sus apasionados discursos en favor de la clase obrera, los más necesitados, y contra la oligarquía y el imperialismo, pasarían a la historia.

El nivel de fervor que generaba y la importancia simbólica de Evita para el peronismo era tal que, poco antes de morir, el Congreso le había otorgado el título de "Jefa Espiritual de la Nación".

De qué silencio, de qué omisión, de qué olvido, nació esa mujer para comprender el grito, el alarido congelado de los callados, de los forasteros de su propia voz.

Norberto Gallaso, señala: “una triple discriminación marcó la vida de Evita desde pequeña: por ser hija extramatrimonial, por ser mujer, y por ser pobre”.

Es muy difícil que una persona que nunca conoció el invierno de todas las estaciones, que en absoluto fue rechazada ni pasó necesidades materiales comprenda en su real dimensión la figura de Evita.

Aunque no hace falta haber vivido los mismos dolores y ni siquiera hace falta compartir sus ideas políticas, sólo con tener un poco de empatía como la de María Elena Walsh que no comulgaba con las ideas del peronismo y sin embargo se conmovió ante su muerte reflejado en el poema Evita:

Calle Florida, túnel de flores podridas.

Y el pobrerío se quedó sin madre llorando entre faroles sin crespones.

Llorando en cueros, para siempre, solos.

Sombríos machos de corbata negra sufrían rencorosos por decreto y el órgano por Radio del Estado hizo durar a Dios un mes o dos.

Buenos Aires de niebla y de silencio.

El Barrio Norte tras las celosías encargaba a París rayos de sol.

La cola interminable para verla y los que maldecían por si acaso no vayan esos cabecitas negras a bienaventurar a una cualquiera.

Flores podridas para Cleopatra.

Y los grasitas con el corazón rajado, rajado en serio. Huérfanos. Silencio.

Calles de invierno donde nadie pregona El Líder, Democracia, La Razón.

Y Antonio Tormo calla “amémonos”.

Un vendaval de luto obligatorio.

Escarapelas con coágulos negros.

El siglo nunca vio muerte más muerte.

Pobrecitos rubíes, esmeraldas, visones ofrendados por el pueblo, sandalias de oro, sedas virreinales, vacías, arrumbadas en la noche.

Y el odio entre paréntesis, rumiando venganza en sótanos y con picana.

Y el amor y el dolor que eran de veras gimiendo en el cordón de la vereda.

Lágrimas enjuagadas con harapos, Madrecita de los Desamparados.

Silencio, que hasta el tango se murió.

Orden de arriba y lágrimas de abajo.

En plena juventud. No somos nada.

No somos nada más que un gran castigo.

Se pintó la República de negro mientras te maquillaban y enlodaban.

En los altares populares, santa.

Hiena de hielo para los gorilas pero eso sí, solísima en la muerte.

Y el pueblo que lloraba para siempre sin prever tu atroz peregrinaje.

Con mis ojos la vi, no me vendieron esta leyenda, ni me la robaron.

Días de julio del 52 ¿Qué importa donde estaba yo? II No descanses en paz, alza los brazos no para el día del renunciamiento sino para juntarte a las mujeres con tu bandera redentora lavada en pólvora, resucitando.

No sé quién fuiste, pero te jugaste.

Torciste el Riachuelo a Plaza de Mayo, metiste a las mujeres en la historia de prepo, arrebatando los micrófonos, repartiendo venganzas y limosnas.

Bruta como un diamante en un chiquero ¿Quién va a tirarte la última piedra? Quizás un día nos juntemos para invocar tu insólito coraje.

Todas, las contreras, las idólatras, las madres incesantes, las rameras, las que te amaron, las que te maldijeron, las que obedientes tiran hijos a la basura de la guerra, todas las que ahora en el mundo fraternizan sublevándose contra la aniquilación.

Cuando los buitres te dejen tranquila y huyas de las estampas y el ultraje empezaremos a saber quién fuiste.

Con látigo y sumisa, pasiva y compasiva, única reina que tuvimos, loca que arrebató el poder a los soldados.

Cuando juntas las reas y las monjas y las violadas en los teleteatros y las que callan pero no consienten arrebatemos la liberación para no naufragar en espejitos ni bañarnos para los ejecutivos.

Cuando hagamos escándalo y justicia el tiempo habrá pasado en limpio tu prepotencia y tu martirio, hermana.

Tener agallas, como vos tuviste, fanática, leal, desenfrenada en el candor de la beneficencia pero la única que se dio el lujo de coronarse por los sumergidos.

Agallas para hacer de nuevo el mundo.

Tener agallas para gritar basta aunque nos amordacen con cañones.

Ella eligió ser Evita. Fue un antes y un después. Incómoda y provocadora rompiendo todos los esquemas y los precedentes históricos, definiendo una modalidad política nunca antes vista.

Una mujer absolutamente transgresora a los estándares y reglas de las mujeres de su época", que creó el Partido Peronista Femenino y su propia Fundación de ayuda social y cuya labor fue determinante para aprobar el voto de las mujeres en Argentina.

Puta. Loca. Trepadora. Bastarda. Descocada. No hay dudas de que Evita fue el blanco de agresiones infundadas de los sectores conservadores para subestimar su figura de líder política.

Evita le dio a las mujeres la conciencia de clase trabajadora. Estuvo siempre del lado de las grandes mayorías, aquellas silenciadas y oprimidas históricamente.

Su figura hoy se replica en distintas consignas de la lucha del movimiento de mujeres y disidencias. Banderas, carteles, remeras y tatuajes se lucen en las marchas con su rostro y sus frases.

El debate será más enriquecedor en tanto se logre leer su obra en el contexto donde fue escrita. Que Eva Perón no se haya asumido feminista no significa que no haya aportado en pos de generar una realidad más justa e igual para todos. El poder político, popular y feminista no sólo se construye por quienes se asumen parte del movimiento. ¿O acaso el feminismo no es justicia social?

Evita fue una mujer que nunca se definió como feminista, pero que ocupó un rol fundamental en la promoción de la participación política de las mujeres y abrazó las necesidades para transformarlas en derechos.

A 71 años de su fallecimiento, muchas mujeres y disidencias resignifican su lucha para hacerle frente al patriarcado. ¿Cómo influyó Evita en la construcción de poder político, feminista y popular?

Sin ninguna duda, Eva Perón rompió todos los moldes en su país y hasta trascendió sus fronteras, con la extraña y poco común paradoja de que, tanto quienes la aman como los que la odian, todos coinciden en reconocer su papel protagónico, irreverente e inigualable hasta el presente en la historia argentina.

(·) Profesora de Enseñanza Media en Historia en el ISP Nº 2 “Dr. J. V. González”.

Estudiante avanzada Maestría en Historia Social Argentina y Latinoamericana por la UNR.

Estudiante avanzada Diplomatura de Historia reciente argentina por la UNR.

Cursando actualmente Diplomatura en Estudios de Género y Sexualidades en clave latinoamericana por la UNR.

Eva Perón especiales
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