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Especiales

Siempre se cosecha lo que siembra

 Jorge Tisi Baña

Por Jorge Tisi Baña

De golpe el Gobierno se dio cuenta de que está perdiendo la guerra contra el narcotráfico. Y entonces comenzó el debate sobre si las Fuerzas Armadas deben ser empeñadas.

La misma palabra "guerra" parece remitir a la razón de ser de las Fuerzas Armadas.

Para combatir al narcotráfico se necesita un elemento organizado, equipado e instruido.

La Argentina definitivamente no lo tiene. Para dar pelea a esta problemática se necesita, en primer lugar, la decisión política de hacerlo, y la determinación y la firmeza para encarar la lucha.

Tampoco hay nada por ese lado.

Efectivos de Gendarmería pidiendo documentos y controlando el tránsito en Rosario no es combatir el narcotráfico. El despliegue territorial, tirando golpes al aire y confiando en el azar, no conducirá en modo alguno al éxito.

Se necesita conocimiento, capacitación y fundamentalmente un sistema de inteligencia acorde que permita conocer al enemigo, adelantarse a sus movimientos. Hay que infiltrar las organizaciones delictivas y purificar a las fuerzas de seguridad y a la política, que nutre sus arcas del narcotráfico.

Las FF.AA. no tienen, hasta acá, nada de lo mencionado, más allá de su armamento letal y su distribución territorial. Condiciones necesarias, pero totalmente insuficientes.

Ya fueron empleadas, por orden emanada de un Gobierno constitucional peronista, en la guerra contra la subversión terrorista en la década del '70.

Tampoco estaban organizadas, equipadas, ni instruidas para batallar esa guerra. Aún así, existía en vigencia la doctrina de "operaciones contra la subversión" y de "operaciones no convencionales" que marcaban las pautas con las que debían deplegarse.

El resultado fue una lucha que se ganó en el campo táctico y se perdió en el político-ideológico. Los terroristas son poco menos que héroes, los que los derrotamos somos "genocidas". Ellos, "jóvenes idealistas" y nosotros, "terroristas de Estado".

Ni los que fueron incapaces de mantener el orden y la paz en el país; ni los que no supieron aportar ideas desde sus puestos de legisladores o funcionarios; ni los que liberaron y amnistiaron a los terroristas que habían sido encarcelados, juzgados y condenados dentro del marco de la ley; ni los que pidieron un medio drástico para enfrentar a ese enemigo; ni los que ordenaron su aniquilamiento, se hicieron responsables de las consecuencias de sus actos.

Señalo una vez más que entre el 25 de mayo de 1973 y el 24 de marzo de 1976, el período de mayor virulencia subversiva en el país, no hubo una sola condena por actos de terrorismo. La Policía no daba abasto, los jueces tenían miedo, no había un fuero antisubversivo y los políticos hablaban, como siempre, imbecilidades grandilocuentes.

El propio Firmenich fue detenido en posesión de un arsenal y fue puesto en libertad porque la Justicia no se animó a armarle una causa penal.

El resultado fue la tragedia que pasó, y su consecuencia son miles de uniformados perseguidos y encarcelados. Algunos juzgados y condenados, otros con eternas prisiones preventivas y casi 800 muertos en cautiverio. Procesos o remedos de Justicia en los que se violaron todas las garantías y principios constitucionales. Las mismas garantías que se aplican a rajatabla con narcos, delincuentes, violadores, asesinos, femicidas y corruptos, no se aplican a militares, porque se trata de delitos de "lesa humanidad". De esa injusticia somos todos responsables.

Y como entonces, cuando muchos golpeaban las puertas de los cuarteles, ahora piden por el método Bukele.

Yo esta película la tengo vista, y mi opinión es que las FF.AA. no deben intervenir. Que se jodan los que votan, y que se hagan cargo de lo que votan. Ahí tenemos nuestra tan aclamada democracia, que hasta ahora ha demostrado no servir para nada. O sí, tenemos el aborto, el lenguaje inclusivo, el garantismo, la ESI, la inseguridad, el narcotrafico y más pobreza que nunca.

Tampoco las FF.AA. están para construir o urbanizar barrios carenciados o repartir guisos.

Lo pueden hacer, pero no están organizadas, equipadas ni instruidas para eso, ni es su vocación, su función, ni su misión.

Tampoco sé a qué se dedica ahora la Inteligencia Militar. Tiene vedada la obtención de información sobre narcos, traficantes de armas o posibles terroristas, y tampoco tienen hipótesis de conflicto para trabajar sobre otros ejércitos.

Tenemos Fuerzas Armadas que no se sabe para qué están, pero que, ciertamente, no están capacitadas, organizadas ni instruidas, ni deben ser empleadas para combatir al narcotráfico.

Y a los que piden a Bukele, nuestra Constitución garantista y los tratados internacionales que suscribimos impiden por completo una política represiva de ese tipo.

A veces tarde, pero siempre se cosecha lo que se siembra.

Ahora, ajo y agua.

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