La visión de los chicos suele tomarse como una preocupación «estacional»: las consultas oftalmológicas pediátricas registran un pico durante el inicio de clases, principalmente entre quienes arrancan la primaria.
Si todo está bien, se vuelve al especialista solo ante la aparición de síntomas. Pero hay patologías que no siempre manifiestan signos, por lo que se recomienda seguir un calendario de controles, señaló el médico oftalmólogo Leonardo Fernández Irigaray, vicepresidente de la Sociedad Argentina de Oftalmología Infantil (SAOI).
Cuando se detecta algún problema, los lentes suelen ser la respuesta. El problema es que, en ocasiones, se recetan anteojos de manera incorrecta o se «abusa» en la prescripción, advirtió Fernández Irigaray, coautor del libro Refracción en la infancia.
En diálogo con Clarín, el especialista que será uno de los expositores del Primer Congreso Internacional de Miopía en Buenos Aires, que se realizará el 1 de julio en la Usina del Arte, respondió cuáles son los problemas más comunes que afectan la salud visual durante la infancia y la adolescencia, en qué casos se deben prescribir anteojos y si un mal diagnóstico en la infancia puede influir en la adultez, entre otras dudas frecuentes.
—¿Cuáles son los problemas más comunes que afectan la visión en la infancia?
—En niños y niñas, además de acompañar su normal desarrollo visual, es importante prevenir y/o tratar la ambliopía (conocido como «ojo vago»), corregir los diferentes vicios de refracción, tratar el estrabismo (cuando los ojos no se alinean en la misma dirección), prevenir la presencia y/o avance de la miopía escolar (los objetos lejanos, como el pizarrón, se ven borrosos).
Además, es importante dar pautas de prevención al paciente alérgico para evitar el desarrollo de queratocono (afección en la que la córnea se hace más fina y sobresale progresivamente en forma de cono).
—¿Y cómo se deberían abordar estos problemas, sobre todo los que no dan síntomas?
—La clave es llevar a los chicos a un control oftalmológico ante un signo/síntoma, pero, muchas veces, algunas patologías no los presentan, por tal motivo, hay que cumplir con un calendario de controles oftalmológicos: recién nacido (permite conocer que sus medios ópticos estén transparentes y así llevar la imagen externa desde la retina al cerebro); luego a los 6 meses, al año, a los 3 años, a los 5 y, posteriormente, todos los años.
—¿La visión se entrena y evoluciona con el tiempo?
—Al nacer, los seres humanos tenemos, normalmente, todas las estructuras del ojo y las conexiones nerviosas necesarias para poder ver, pero el recién nacido debe aprender a utilizarlas ya que su visón realmente comienza a desarrollarse a partir del nacimiento. »Aprender a mirar» es una de las actividades más importantes que realizan los niños en las primeras semanas de vida.
Aunque la madurez completa del sistema visual no se alcanza hasta después de los 7 u 8 años de vida, la evolución más importante y significativa para el futuro desarrollo visual se produce durante el primer año (en especial, en los primeros 4 a 6 meses) intervalo de tiempo conocido como «período hipercrítico o sensible» del desarrollo visual, que corresponde al tiempo posnatal durante el cual la corteza visual es lo suficientemente lábil para ajustarse a los cambios provenientes de la experiencia visual o de las modificaciones del medio.
—Si la madurez visual se alcanza después de los 7 años, ¿qué criterios se tienen en cuenta para indicar anteojos en la infancia?
—La evaluación de la refracción en los niños representa una capacidad que requiere práctica y paciencia. El secreto es una correcta cicloplejía (un procedimiento para confirmar la graduación, que brinda su resultado máximo entre los 45 y los 75 minutos).
Las indicaciones para recetar anteojos en la niñez son cinco: para ver mejor o lo correcto a cada edad; para evitar o tratar la ambliopía (ojo vago), para tratar al niño con estrabismo; para prevenir el avance de la miopía escolar; y en casos particulares se puede indicar el uso de filtros.
Muchas veces, se recetan anteojos de manera incorrecta o se «abusa» en la prescripción ya sea porque el menor no fue evaluado por un oftalmólogo infantil y/o porque no se realizó la cicloplejía correspondiente y, de esta manera, se observan hipo e hipercorrecciones o anteojos innecesarios.
—¿Un mal diagnóstico en la infancia puede asociarse a problemas en la adultez?
—Sí. Hay dos patologías concretas en las que hay que hacer foco: la ambliopía por anisometropía (cuando un ojo ve menos por falta de una corrección adecuada), que comprometerá su visión binocular; y en el avance de la miopía escolar que hoy se trata en equipo y no solo hay que pensar en corregirla con anteojos.
Por otra parte, ante un niño premiope o con miopía es clave dar pautas para evitar su desarrollo o su avance. El considerar »dar menos» graduación no es una forma adecuada de tratarlos. Cada dioptría vale (unidad de medida de graduación de los ojos) y su avance puede traer consecuencias serias en la visión del adulto.
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