14.42 El santo italiano falleció el 7 de agosto de 1547 a los 66 años y su cuerpo descansa en Nápoles. Su imagen fue traída a Buenos Aires desde Santiago del Estero por la beata María Antonia de Paz y Figueroa. En la década del ‘30, la falta de comida y trabajo popularizaron su veneración
Estamos en las vísperas del 7 de agosto, la fiesta del santo napolitano más argentino de todos: San Cayetano. Por estas regiones es patrono del pan y del trabajo. La vida del Santo muerto en Nápoles a los 66 años en 1547 tiene ribetes de novela. Italia, tal y como la conocemos, no existía aún. Eran grandes o pequeños reinos, principados o ducados que casi siempre estaban guerreando entre ellos. Gaetano (ese es su verdadero nombre) nació en Vicenza, norte de la actual Italia, en el siglo XV. Fue el último de los tres hijos del conde Gasparo di Thiene (un militar que murió en 1492) y de la condesa María Da Porto, quien más tarde se convertiría en terciaria dominica.
Su familia dominaba la región entera, casi como reyes absolutos. Las raíces de los Thiene se remontan al S. X y el apellido parece haber sido tomado del topónimo: “Atenas” es decir algún lejano antepasado llegó a esa región y comenzó a ser llamado “De Athenis”. El Feudo era regenteado con mano férrea por parte de los condestables y la zona recibía como nombre al de la familia. Este linaje tuvo una importancia considerable bajo todos los gobiernos importantes de Vicenza: en el consejo de la ciudad los Thiene tuvieron varios escaños.
La villa de Vicenza creció y se construyeron soberbios palacios, suntuosas iglesias y hubo un importante comercio, con gran influencia en toda la región norte, que se extendió hasta el reino de Nápoles, al ducado de Módena y a Roma, a cuya nobleza estaba adscrito. Es sin duda una de las familias italianas más auténticamente ilustres, de una nobleza clara, purísima e histórica. Por ejemplo, Uguccione de Thiene fue creado cardenar por el Papa Celestino III en 1191.
Gaetano no estaba fuera del círculo del poder de su familia, y en 1504 obtuvo el doble doctorado en derecho civil y canónico en la universidad; y en 1506, a los 25 años de edad y gracias a las relaciones de sus tíos, tuvo la oportunidad de ser nombrado protonotario apostólico en la corte del papa Julio II, en Roma. Desde ese puesto ayudó a reconciliar a la Santa Sede con la República de Venecia.
Su prestigio era tal y su devoción tan férrea que fue ordenado sacerdote gracias a una oportuna dispensa del Papa León X. En sólo cuatro días, del 27 al 30 de septiembre de 1516, Cayetano pasó por todos los grados del orden sagrado. Sin embargo, retrasó la celebración de la primera misa otros tres meses, hasta la Epifanía, quizás por ese sentimiento de insuficiencia para el ministerio eclesiástico que lo acompañó durante toda su vida. A partir de entonces, la celebración de la misa se convirtió para él en una práctica diaria, algo por demás llamativo por aquella época, en la que los sacerdotes del clero secular solo oficiaban misa los domingos y fiestas de guardar.
El Espíritu de Cayetano era de piedad y de misericordia. Y era consciente de la decadencia absoluta del clero de su tiempo, al cual solo le importaba el poder y el dinero, y enmascaraban sus apetencias económicas con la ayuda que solicitaban para los pobres. Es decir: el clero vivía con el dinero de los pobres. Cayetano, ante esta realidad, fundará en Roma un grupo de sacerdotes reunidos en una comunidad que se llamará “Oratorio del divino amor”. El ambiente del oratorio permitió a Cayetano a ampliar el ámbito de sus amistades en dirección a personajes comprometidos con la llamada “reforma católica” para erradicar la decadencia del clero y sedujo hacia él a personajes tales como el sacerdote napolitano Gian Pietro Carafa, que luego será obispo de Chieti y futuro Papa Pablo IV, y a muchos otros.
Cayetano también inició una relación epistolar con la mística agustina de Brescia Sor Laura Mignani y permaneció ligado a ella durante años por una intensa relación de filiación espiritual. En una carta dirigida a la mística agustina el 20 de enero de 1518, Cayetano relata que tuvo una experiencia mística en la basílica de santa María la Mayor de Roma en la Navidad del año de 1517 durante la misa de Nochebuena: la Virgen María le ofreció al Niño Jesús para que lo tuviera en sus brazos. Él así lo refiere: “A la misma hora de su santísimo Parto, me acerqué al santo Pesebre (…) recibí de las propias manos de la santa doncella, mi protectora, que acababa de ser madre al recién nacido Infante, carne y envoltura del Verbo eterno. No comprendo aún como mi corazón no se derritió en aquel momento, señal es, creedlo, Madre, que este corazón mío es más duro que el diamante. ¡Paciencia! Espero pronto se ablande”.
La vida de Cayetano no será fácil: viajará continuamente, cuidará enfermos, creará hospitales y fundará una congregación en la que los miembros vivirán solo de la providencia del Señor. Arriba a Nápoles en 1534 a tiempo para presenciar los violentos acontecimientos que siguieron al intento realizado por el virrey Pedro de Toledo de introducir en el Reino de las dos Sicilias el tribunal de la Santa Inquisición española. Parece que en aquellos días intentó mediar entre las autoridades españolas y los rebeldes pero sin resultados apreciables. Iba y venía, hablaba con unos y otros para mediar por la paz en las ensangrentadas calles de Nápoles. Su organismo no pudo soportar tanto dolor, sufrimiento y muerte, y súbitamente se desplomó en la iglesia. Los médicos le recomendaron reposo y tranquilidad, pero se rehusó y falleció en la noche del domingo 7 de agosto de 1547.
Su cuerpo primero fue enterrado en el cementerio conventual y hoy es venerado en la cripta de la iglesia napolitana de S. Paolo Maggiore. Beatificado por el Papa Urbano VIII con un decreto del 8 de octubre. 1629, fue canonizado por decreto del Papa Clemente X el 12 de abril 1671.
La devoción al santo de la providencia llegará a España por medio de los padres teatinos, congregación por él fundada y de allí arribará a las costas de América. Santiago de Estero, madre de ciudades en nuestra región, será la primera receptora de esta devoción y es allí donde la conoció la beata María Antonia de Paz y Figueroa. Ella tomará votos privados y será “beata profesa de la compañía de Jesús” -hoy sería laica consagrada- y predicando los ejercicios espirituales por toda la región es que arribará a la ciudad capital del recién fundado Virreinato del Río de la Plata, es decir la Ciudad de la Santísima Trinidad, hoy Buenos Aires. En ella fundará, no sin dificultades, una casa de ejercicios espirituales que funciona hasta la actualidad. Y pondrá como patrono de la misma a San Cayetano de Thiene, dado que la casa funcionaba solo con limosnas y de la santa Providencia. María Antonia falleció el 7 de marzo de 1799, y su obra continuó. Primero lo hizo a través de un grupo de mujeres “beatas”, es decir laicas consagradas que vivían en comunidad, las que luego formaron una congregación religiosa llamada las “Hijas del Divino Salvador”.
En 1830, la Sra. María Mercedes Córdova donó a las “Hijas del Divino Salvador” unas leguas de tierra que comprendían desde el pueblo de San José de Flores hasta lo que hoy es Ciudadela. Las hermanas comenzaron sus labores en las parcelas donde hoy se ubica el cementerio israelita de Tres de Febrero y allí construyeron un pequeño colegio y una capilla dedicada a San Cayetano, inaugurada el 30 de septiembre de 1875 y bendecida por Mons. Federico Aneiros.
El 6 de diciembre de 1880, el general Julio Argentino Roca promulgó la federalización de la ciudad de Buenos Aires, que incluía a la ciudad de Buenos Aires propiamente dicha, el partido de Belgrano y el partido de San José de Flores. En esta nueva delimitación, la capilla y colegio quedaban del lado de la provincia, por tanto la superiora general y el consejo de las hermanas mudaron todo el complejo a la ciudad, pegado a la avenida de circunvalación que servirá de límite a la nueva capital, la Av. Gral. Paz. Allí levantaron una casa de retiros espirituales (el actual colegio que pertenece al gobierno de la ciudad), una capilla (el actual santuario) y un colegio para niñas (el actual instituto san Cayetano) en la calle Cuzco 150.
El templo se inauguró en un espacio largo y amplio que daba a la calle Cuzco, entre el convento, el colegio y la residencia. Originalmente era de una sola nave, dejando a ambos lados un lugar para una futura edificación de dos naves. La primera piedra del templo actual fue colocada el 16 de agosto de 1892. La iglesia se construyó por suscripción popular con especial contribución del Sr. Esteban Massini y del arzobispo Mons. Espinosa, que la bendijo solemnemente el 12 de enero de 1902. En 1913, la capilla será declarada parroquia “hasta que se construya un nuevo templo en honor a San Cayetano” así reza el contrato de cesión entre la congregación de las Hijas del Divino Salvador y el arzobispado de Buenos Aires. El nuevo templo se construyó en el barrio de Belgrano, y el templo de Liniers no solo siguió siendo parroquia sino que fue declarado santuario.
El tiempo transcurrió hasta llegar a la fatal década del año 1930. La región del actual barrio de Liniers era de quintas y casas vacacionales y no escapó a la crisis. Allí apareció en escena, con fuerza, el santo de la providencia. El propulsor de la devoción de San Cayetano fue el Padre Domingo Falgioni, párroco desde 1928 a 1938. Según cuentan, él envió a cada persona de la guía de teléfono de aquel tiempo (no serían muchos), una estampa del santo que poseía una espiga como símbolo del Pan, que por la crisis escaseaba, y realizó también una campaña periodística a través del diario Católico “El Pueblo”. Hay, también, un relato popular que narra el hecho milagroso de una lluvia que fue solicitada al Santo por la sequía que asolaba al país. Luego de una rogativa a San Cayetano, llovió y volvió a crecer el trigo… y de allí las espigas. Cualquiera de las dos versiones pueden ser válidas, pero el hecho es que en la Argentina, San Cayetano lleva espigas y es el único lugar en el mundo que las posee.
La devoción de san Cayetano se extendió por toda la Argentina y Paraguay. Como todos los años, los fieles católicos (y alguno no católico, también) concurrirá al santo para que interceda ante Dios para solicitar pan y trabajo, tan necesarios en esta época difícil que atravesamos. (Infobae)
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