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El hombre que mandó mil cartas a cien países

El 21 de julio de 1969, comenzó desde su casa de Lomas de Zamora una cruzada para establecer el Día Internacional del Amigo, el 20 de julio, en coincidencia con la llegada del hombre a la Luna.

Habla pausado, con un léxico y un tono de voz que remiten a un catedrático, y gesticula con sus manos como si fuera un obispo. Su rostro es una mezcla entre Jorge Luis Borges y Marcello Mastroianni. Pero es Enrique Ernesto Febbraro, un hombre que -acaso por coquetería- se niega a revelar su edad y que hace 32 años, el 21 de julio de 1969, comenzó desde su casa de Lomas de Zamora una cruzada para establecer el Día Internacional del Amigo, el 20 de julio, en coincidencia con la llegada del hombre a la Luna.

Incluso tuvo un busto propio en la plaza Libertad de Lomas, junto a otro de Gardel. No obstante, la historia se remonta a los años 40, al siglo pasado, cuando don Enrique era un locutor de Radio Splendid que, agradecido por la cantidad de cartas que recibía de sus oyentes -tenía un programa sobre música clásica-, se puso a buscar la manera de retribuir la generosidad de la gente. Pensó, entonces, que entre tantas celebraciones que había en el calendario, faltaba una que homenajeara a los amigos. En 1945 se le ocurrió el día del fin de la Segunda Guerra y el nacimiento de Naciones Unidas, pero lo desechó por estar ligado a la violencia.

En el 69 todo el mundo hablaba del alunizaje; desde Estados Unidos se decía que el hombre llegaría a la Luna en nombre de la amistad de la humanidad hacia el universo. "Al oír eso, me pareció que era el momento ideal para lanzar el Día del Amigo", recuerda Febbraro.

A partir de ese momento, se embarcó en una empresa de carácter casi titánico. Se propuso enviar mil cartas a 100 países proponiendo en siete idiomas la creación "no del día de la amistad, sino del amigo, porque un amigo es alguien de carne y hueso", aclara. Le respondieron 700 personas. Y enseguida, el Día del Amigo quedó instaurado en las cien naciones. "Volvería a hacer lo que hice, pero hoy la amistad está devaluada -dice meneando la cabeza-. Y eso es a raíz de la pérdida de valores que sufre la sociedad de estos días", agrega, escéptico, el padre de la criatura.

Febbraro, quien nació en el barrio porteño de San Cristóbal -pero vivió 25 años en Lomas-, es profesor de Psicología, músico y odontólogo. Estudió filosofía y trabajó de periodista. Dos veces fue candidato al Premio Nobel de la Paz. Su padre, que se llamó igual que él, era amigo de personajes célebres de la bohemia porteña de ese tiempo: Borges, Leopoldo Lugones, Homero Manzi y Enrique Santos Discépolo. Y cuando era un chico, Enrique supo ser el cebador de los mates que animaban las charlas entre ellos. Esa fue la fuente de la que bebió este ideólogo de la amistad, un ciudadano ilustre del mundo.

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