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Cómo funcionaba el servicio de Inteligencia de Montoneros

El atentado a la Superintendencia de la Policía Federal del 2 de julio de 1976, que tuvo un saldo de 23 muertos y 110 heridos, se desmenuza en el libro "Masacre en el comedor", donde además se explica el andamiaje eficiente y oscuro del aparato de inteligencia del grupo guerrillero. "Walsh nunca fue el jefe de Inteligencia, pero era 'el' tipo de Inteligencia", aportó el periodista Jorge Lewinger.

Desde un punto de vista estrictamente militar, el atentado contra el comedor de la Policía Federal, el viernes 2 de julio de 1976, el más sangriento de aquellos años de plomo, fue una obra maestra del servicio de Inteligencia e Informaciones de Montoneros.
Eran otros tiempos: ya existía el llamado Ejército Montonero y, como ocurre con todo grupo armado orientado a la toma del poder, la cúpula guerrillera estaba en relación directa con su aparato de Inteligencia, que le proveía información vital sobre los blancos u objetivos elegidos.
Eso ocurrió no solo con la bomba vietnamita que mató a veintitrés personas e hirió a otras ciento diez en el comedor policial sino también en el secuestro de los hermanos Born y en el asesinato del jefe de la Policía Federal, el comisario general Alberto Villar y su esposa.
Todas esas operaciones llevan el sello de la persona clave del aparato de Inteligencia de Montoneros, que era el famoso periodista y escritor Rodolfo Walsh, como explico en detalle en mi último libro, Masacre en el comedor.
Varios periodistas cumplían allí tareas de mayor o menor relevancia; algunas de esas actividades eran coordinadas por Walsh, desde la creación y el funcionamiento de una agencia clandestina de noticias hasta la relación con los numerosos infiltrados en la policía, el Ejército, la Marina y la Aeronáutica.
Nunca hasta ahora se había podido penetrar el secreto que siempre rodeó, y protegió, al aparato de Inteligencia del grupo guerrillero de origen peronista. Y eso que su eficacia fue detectada ya en 1981 por el profesor inglés Richard Gillespie. "Fue, innegablemente, uno de los aspectos más impresionantes y en constante proceso de mejora, del aparato en ebullición de la guerrilla", señaló en su libro Soldados de Perón. De acuerdo con Gillespie, esa pericia se debía a "la colaboración no pagada de individuos situados en casi todas las esferas de la vida pública argentina".
Fue una de las características principales de Montoneros: su inserción en todos los niveles sociales, desde las villas miserias al "círculo rojo", no solo en Buenos Aires sino también en Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, por nombrar solo a tres provincias.
Seguramente, la falta de información sobre el Walsh combatiente y, en general, acerca del área de Inteligencia de ese grupo guerrillero, se debió a que los periodistas que lograron sobrevivir nunca mostraron interés en contarnos qué hacían realmente.
Por ejemplo, Horacio Verbitsky, que formó parte del Servicio de Inteligencia e Informaciones, sostuvo que "nosotros no elaborábamos información operativa, sino información política, estructural. Esa mezcla que hacen, como si hubiéramos sido la SIDE de Montoneros, no era así. En las Fuerzas Armadas los grupos que hacían Inteligencia eran operativos, nosotros no".
Sin embargo, según las fuentes a las que pude acceder, la Inteligencia montonera funcionaba de una manera más bien clásica: no elaboraban solamente informes sobre, por ejemplo, las disputas internas en las Fuerzas Armadas, sino que, por ejemplo, seguían a militares, policías y empresarios de un cierto nivel para establecer sus rutinas y detectar los momentos adecuados para secuestrarlos o atentar contra ellos.
Todo eso en estrecho contacto con la jefatura del Ejército Montonero, que en aquel momento era ejercida por el comandante Horacio Mendizábal, Hernán, quien a su vez informaba directamente a los dos jefes de Montoneros, los comandantes Mario Firmenich, Pepe, y Roberto Perdía, Carlos o Pelado.
Obviamente, no todos los miembros de la Inteligencia montonera realizaban esas u otras tareas similares. Walsh era el "responsable" o jefe de varias células, que se dedicaban a actividades bien diversas, siempre "tabicadas", es decir ningún grupo sabía bien a qué se dedicaba el otro, ni quería saberlo.

La masacre en el comedor

La bomba fue colocada por José María Pepe Salgado, un joven de 21 años infiltrado en la Policía Federal, donde cumplía funciones de agente en el Departamento Central, a una cuadra en diagonal del comedor.
Su breve vida militante tuvo un vuelco decisivo cuando conoció a Rodolfo Walsh, en el segundo trimestre de 1974, luego de una charla organizada por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ingeniería, según recordó un ex montonero que trabajó también bajo las órdenes de Walsh, cuyo nombre de guerra era Esteban.
Como casi todos los jóvenes militantes, Salgado había quedado fascinado por Operación Masacre, el libro más conocido de Walsh, el formidable relato de un fusilamiento de prisioneros en 1956, en el inicio de la llamada Resistencia Peronista contra la proscripción del ex presidente Juan Perón, pero también un modelo de investigación periodística que, además, anticipó un nuevo género a nivel global, que enriquecía al periodismo con recursos de la literatura.
Pero Walsh no se agotaba en su rol de escritor. Tampoco en el de periodista del diario montonero Noticias, donde era una de las firmas más famosas, a cargo de una sección muy relevante para un medio que pretendía conquistar lectores en los sectores populares: Policiales, aunque integraba también la cúpula de la Redacción.
Hacía ya tiempo que Walsh había dejado atrás su etapa de mero "intelectual comprometido" con la revolución socialista, en la cual intentan congelarlo casi todas las muchas biografías escritas sobre él, que cancelan o disimulan su activa participación en varias de las operaciones más relevantes decididas por la cúpula de Montoneros.
Según su hija Patricia, Esteban -usaba este nombre de guerra en honor a su papá, Miguel Esteban- "estaba orgulloso de haber podido llegar a ser un combatiente. Y precisamente a él, que se ocupó tanto de sostener una versión de rigor con la verdad, mal podemos pretender arreglarle la biografía. ¿Cómo vamos a querer cambiarle la biografía?".
Toda la intensa actividad de Walsh en el aparato de Inteligencia de Montoneros apuntaba a tres objetivos: reunir información que podía ser útil en la lucha guerrillera, difundirla de una manera selectiva para eludir la censura de prensa e influir en la opinión pública y confundir al enemigo. Por ejemplo, esos tres objetivos distinguieron a la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA), cuya sigla ya buscaba confundir a los militares acerca de quiénes estaban detrás de esa agencia de noticias tan particular, que, con un lenguaje periodístico neutro -sobrio y preciso- difundía cables durante la dictadura con información de primera mano sobre temas picantes, como las peleas internas entre el Ejército, la Marina y la Aeronáutica.
La agencia de Walsh -en ese "ámbito" (espacio, en la jerga montonera), con otro alias: Basualdo- consiguió su propósito original: su primer cable fue emitido en junio de 1976 y la dictadura tardó diez meses en identificar que era una criatura de Montoneros, aunque el Ejército y la Marina siguieron desconfiándose mutuamente sobre de dónde salían esas informaciones.
Walsh seleccionó a los cuatro militantes que serían los editores de la agencia -Lila Pastoriza, Lucila Pagliai, Carlos Aznárez y Eduardo Suárez- y, una vez que la puso en funcionamiento, "se dedicó a otras tareas relacionadas al departamento de Informaciones e Inteligencia de Montoneros", señaló Natalia Vinelli en su libro sobre ANCLA.

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