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Deportes

Una carrera para el recuerdo

Jorge Ternengo

Por Jorge Ternengo

El 27 de octubre de 1968 el parque de la Fórmula 1 Nacional se presentó en San Rafael (Mendoza), para inaugurar el autódromo "Las Paredes", uno de los tantos que construyeron en el país en la década del 60 al 70.

Cuando los integrantes de la Asociación Sanrafaelina de Automovilismo anunciaron la inauguración de este nuevo escenario, todos celebraron este esfuerzo, principalmente la gente de los monoplazas que experimentaba el déficit de pistas asfaltadas, ya que con el remplazo de los viejos Road Ster, de motor delantero, por los modernos monopostos con motor en popa, encontraban dificultades para correr en los circuitos de tierra.

Recuerdo que en esta competencia conducía un monoposto con motor en popa, que pertenecía a la Peña Rueda, de Rafaela.

Empezamos a girar en el nuevo trazado el viernes 25 y este ensayo resultó bastante particular, porque el piso del circuito estaba todavía cubierto por la arena que habían utilizado para realizar la capa asfáltica. Cuando salí a girar con las gomas slik era imposible manejar el auto, ya que patinaba de manera exagerada y no se podía andar rápido en ninguna parte del circuito. Esta situación con los autos, le sucedía, por supuesto, a todos los pilotos, por nuestra parte nos reunimos en boxes con la gente de la Peña para encontrar una solución que nos permitiera girar algunas vueltas, para conocer, aunque sea someramente, el nuevo trazado. Las ganas, unidas a la necesidad de girar fue lo que nos llevó a tomar una decisión muy poco ortodoxa: remplazamos las ruedas anchas con la gomas especiales de competición por un juego de ruedas de un Torino de calle calzado con gomas normales. Cuando los integrantes de los otros equipos nos vieron salir con estas ruedas, directamente pensaron que nos habíamos vuelto locos, pero la gran sorpresa para todos, incluidos nosotros, fue que así se podía girar mucho más rápido que con las slik. Como con los autos la magia y la casualidad no cuentan, conviene explicar que esto tenía una justificación lógica, al estar el piso con mucha arena, la goma angosta y con dibujo se comportaba mejor que el neumático liso. La gente de los otros equipos, la misma que un rato antes pensaba que habíamos perdido las chavetas, al ver que esta prueba daba resultado trataron de imitarnos, pero no les resultó tan fácil conseguir llantas y gomas como las que habíamos colocado nosotros, ya que en el circuito no había este tipo de neumáticos. En nuestro caso pudimos hacerlo porque contábamos con un Torino de calle de Rafaela, que nos acompañaba.

El día sábado, para la prueba de clasificación, el piso del circuito estaba mucho más limpio, por lo que pudimos volver a las ruedas de carrera. El trazado era muy sinuoso y exigente, lindo para manejar pero complicado. La clasificación resultó peleada, el auto a batir era el Cooper-Tornado, conducido por Eduardo Copello, que me superó por medio segundo e hizo la pole.

El domingo se corrieron dos series y la final. Copello ganó la primera y la segunda, yo. Concluidas las series, los organizadores intentaron reparar la capa asfáltica porque en varios sectores de la pista se habían formado baches y desprendido pedazos como piedras que, sueltas, hacían muy peligroso el andar de los autos.

Llegó la prueba final y pude largar en punta seguido por Sotro y Copello, que ya en la tercera vuelta lo pasó y quedó segundo. Al enterarme por boxes que detrás lo tenía a Copello, traté de andar lo más rápido posible, sin equivocarme porque las condiciones del circuito empeoraban vuelta tras vuelta debido al problema mencionado en el párrafo anterior, a lo que se agregaba la presencia de un fuerte viento, que complicaba la visibilidad. En el noveno giro, Copello realizó un trompo espectacular y, en la vuelta siguiente, entró a boxes con la mordaza del freno trasero izquierdo trabada, lo que motivó su abandono. Al enterarme traté de manejar lo más prolijo posible y andar con todas las pilas puestas, porque la situación era bastante complicada. Finalmente la carrera fue acortada, debido al deterioro de la pista y falta de visibilidad por el viento.

Ese día gané una carrera inolvidable porque se dieron varios hechos destacados: ganarle al Cooper, el auto a batir en ese momento, vencer en un circuito difícil y exigente por lo sinuoso, complicado aún más por los problemas citados, el excelente rendimiento del Bravi-Tornado y, además, ganar resulta siempre una experiencia emocionante, tanto para uno como para la gente que trabaja y para la que alienta.

Como dato anecdótico, la carrocería del Cooper terminó destruida por los golpes de los trozos de asfalto que despedían las ruedas traseras de mi monoposto.

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