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Cultura

El Gringo López y el "Tronco" Peretti

"El Gringo López" inaugura el absurdo desde el título, porque a un apellido López se le puede agregar "Gallego", "Negro", "Chueco", "Genio", "Flaco" y tantos más, pero ¿"gringo"? es el tono de mezcla entre disparate, ficción, ironía y pintura de ambiente, que Edgardo (a) Peretti intenta y logra a lo largo y ancho de su páginas. 
Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Llegó a mis manos, no de motu proprio -lo confieso- un libro escrito por Edgardo Peretti (a) "Tronco". Pensé: ¿En este tiempo escribir un libro en vez de irse a Miami unos días? Parece que sí; al menos, él lo practicó. Es más: es su 19° intento. Hablar de reincidencia sería superficial, pero, para seguir con su influencia judicial, se diría que es falta de sentencia.

"El Gringo López" inaugura el absurdo desde el título, porque a un apellido López se le puede agregar "Gallego", "Negro", "Chueco", "Genio", "Flaco" y tantos más, pero ¿"gringo"? es el tono de mezcla entre disparate, ficción, ironía y pintura de ambiente, que Edgardo (a) Peretti intenta y logra a lo largo y ancho de su páginas.

Para resumir de qué se trata, me remito a la contratapa, donde dice: "Un día, al 'Gringo' López le ofrecen la inmortalidad, aunque para acceder a ella deberá morirse antes. Cansado de su vida rutinaria y sin grandes matices, acepta la propuesta de Tognetti, su compañero de pieza y pasa a un plano del que mucho se habla pero del cual nadie sabe nada. Allí comienza la segunda parte de su ¿vida?" Tal referencia no aclara absolutamente nada, más bien oscurece un poco lo que sucede en las 90 páginas de fácil e intrigante lectura. Normalmente en nuestra sociedad los pecados son absueltos al morir; es el galardón que recibe el difunto cuando ya no está en condiciones de enterarse. Es la justificación que el autor le da al protagonista cuando siente que es inútil aquí y no sabe qué pasará allá (el más allá).

Peretti se divierte paseando por el tiempo, dándole bocadillos a personajes y lugares que desaparecen con la misma velocidad con que aparecieron. Esa diversión del autor es un chisporroteo que no quema ni producirá incendio alguno en las bibliotecas, pero tiene la virtud de justificar al autor y darle un abrazo al lector. Me gustaría que lo lean.

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