Antes que nada, debemos agradecer a los muchachos de La Cámpora que manejan YPF por haber resuelto el problema de la nafta provocado por los muchachos de La Cámpora que manejan YPF.
Los que se la pasan difamando a Sergio Massa con que es un trucho que dice una cosa y después hace otra, deberían agradecer que afortunadamente incumplió su promesa de barrer a los ñoquis de La Cámpora. De haberlos barrido, hoy no tendríamos los ñoquis necesarios para resolver el problema que causaron los ñoquis de La Cámpora. No hay mal que por bien no venga.
Aclarado el punto, también pidámosle calma a los radicales que andan indignados porque aparecieron unos kirchneristas disfrazados de radicales entonando aquel mítico cantito de 1983, pero con la letra cambiada: “siga siga siga el baile, al compás del tamboril, Sergio Massa presidente, de la mano de Alfonsín.” La verdad es que suena feo manipular el recuerdo de Alfonsín a favor de Massa, un ex menemista que, como todos los menemistas, apoyó los indultos y otras ampliaciones de derechos. Por suerte Massa dejó de ser menemista y, como todos los menemistas, se hizo kirchnerista y ahora solo es cómplice de ese verso según el cual nunca nadie había hecho nada en materia de DDHH hasta que llegó Néstor.
De este modo, Massa se subió en 2019 al relato que borró los 20 años de historia de Alfonsín, la CONADEP, el Juicio a las Juntas, etc. Cuando decimos que Massa se subió en 2019 hay que recordar que en 2013 se había bajado luego de haberse subido en 2008 porque venía de bajarse en 2007 tras haberse subido en 2003. Como vemos, este muchacho es muy del sube y baja.
En lugar de indignarse, los radicales deberían pensar en positivo: por lo menos no remataron la del tamboril con una estrofa tipo: “navegando en el Bandido de la mano de Alfonsín” o “con Malena y Sergio Massa vende cloro hasta Alfonsín”. Todo podría ser peor.
En cualquier caso, los argentinos nos encaminamos hacia el tramo final de la campaña con la tranquilidad de saber que ahora Javier Milei viene respaldado por la sabiduría y la estatura política de Mauricio Macri. Tiembla Churchill.
Los votantes de los candidatos que se quedaron afuera del balotaje, en lugar de andar angustiados, deberían apreciar que las dos opciones que se presentan son hermosas. Tanto que cuesta decidir a quién votar.
Si gana Massa será una fiesta. Nada más lindo que ver cómo hace este tipo para enfrentar el desastre que él mismo provocó, poniendo la economía del país al servicio de su propia candidatura. El chiste es que ahora el muerto le va a quedar a él. ¿Hay algo más divertido? Dale campeón, andá, ganá y arreglalo vos.
Si gana Milei también será una fiesta. Si bien no está claro como hará para resolver el zafarrancho que armaron Alberto, Cristina y Massa, un eventual triunfo del León también tiene su encanto. Imaginarlo en el balcón de la Rosada, con los pelos al viento y la banda presidencial cruzada en su pecho, arengando a una multitud que colmará la Plaza portando banderas negras con leones amarillos, es un show que vale la pena pagar para ver. Solo por eso ya merece ser votado. Tengo el título: Le Cirque du Milei.
Sin embargo, pese a lo atractivo de ambas ofertas electorales, todavía hay gente que no sabe a quien votar. Si usted, amigo lector, está entre los indecisos y ningún argumento lo convence, no queda más remedio que plantearse una estrategia más cruda y realista. Veamos.
Todos sabemos que el verdadero ganador de la primera vuelta no fue Massa. Fue Martín Insaurralde. No solo porque su candidato en Lomas sacó el 50% de los votos sino porque es obvio que todo lo que vimos en el yate, en Marbella y en Miami no le hizo perder un solo voto a Sergio Massa. Moraleja: Insaurralde es el norte y nos marca el camino.
Por eso, hay que abandonar esos valores que venimos defendiendo hace años y que, está visto, no sirven para nada. Cortémosla con la dulzura y la honestidad, hagamos valer el bien más preciado que nos queda: el voto. Llegó la hora de venderlo. Saquemos ese yate “Bandido” que todos llevamos adentro.
Analicemos el mercado: lamentablemente Milei no tiene un sope, a Macri le decían el cartonero Báez y Eurnekian difícilmente compre otra cosa que no sean free shops y pistas de aterrizaje. Descartado este bando, solo nos queda una opción para vender el voto: Sergio Tomás Massa, ese es el cliente.
Un tipo que ha demostrado ser capaz de hacer cualquier cosa con tal de conseguir ese voto que nosotros tenemos disponible para entrega inmediata, siempre y cuando acepte pagar lo que corresponde. Conociendo el paño, ni te va a discutir el precio.
¿Como sería el negocio? Olvídese de la obra pública, los retornos, los hoteles y toda esa rascada que hacían los Kirchner. Eso ya fue. Esto es mucho más simple. En un país con brecha cambiaria, toda la joda consiste en conseguir que este gobierno, o sea Massa, te venda dólares al precio oficial de 360 pesitos cuando en realidad vale 1.000 mangos. Así de fácil. De hecho, es lo que un montón de tipos vienen haciendo hace cuatro años.
Ejemplo. Usted agarra 36.000 pesos, lo llama a Massa y le da el voto a cambio de que él le entregue 100 dólares a precio oficial. Caza el billete, lo manda a Miami y se hace traer una zapatillas de primera habiendo puesto solo 36 dólares. Un campeón. ¿Le parece poco entregar el voto por una Nike? Ok, subamos a otra categoría de negocio.
Búsquese tres amigos, hacen una vaquita de 3.600 dólares entre los cuatro y se autoperciben “manos amigas”. Con esa guita le compran al Central 10.000 dólares a 360 y después los vende a 860 con la excusa de que usted interviene en el mercado para contener el precio del dólar blue. Massa va a estar doblemente feliz porque le compró su voto y encima mantuvo el dólar estable. Y usted va a estar chocho porque se ganó 500 pesitos por dólar. O sea, con solo 3.600 dólares, usted y sus amigos levantaron 5 millones de pesos en un solo día. Milagros de la brecha cambiaria. ¿Le sirve o seguimos subiendo?
Ok, juguemos en las grandes ligas. ¿Qué le parece comprarse un jet privado, ahora que están tan de moda? Es muy simple. Primero usted debe buscar un tipo, por ejemplo en Texas, que venda un avión en 7 palos verdes pero que esté dispuesto a facturarlo en 11 palos. Usted lo llama a Massa, o al Tombolini que él le indique, le presenta la factura y le solicita los 11 palos verdes a 360 pesos, o sea usted compra 11 millones de dólares poniendo solo 4. El Central transfiere los 11 palos, el ñato de Texas se cobra sus 7 palos, le devuelve los 4 palos que le giraron de más y usted se queda con un avión gratis para fines sanitarios que puede usar para ir a Marbella todas la veces que quiera y llevarse a todas las Sofías que se le de la gana.
Podríamos seguir pero no hay que engolosinarse. No hay tantos dólares. Solo queda algo para los amigos que lleguen primero. Tenía razón Cristina cuando se quejaba por los dólares que entraban al Banco Central y desaparecían. Debía saber mejor que nadie como era la joda.
De todos modos, amigo lector, ese no es nuestro problema. Nosotros tenemos que aprovechar la situación. Nunca nos necesitaron tanto como ahora.
O nos hacemos ricos de una buena vez o seguiremos siendo los mismos boludos de siempre.
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