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Opinión

Un dramático diagnóstico

Editorial

Por Editorial

La más reciente encuesta de UNICEF, efectuada sobre la base de 1.313 hogares, revela que en la Argentina sólo tres de cada diez niños no sufren privaciones de sus derechos básicos. Entre estos, contar con bienes y servicios básicos para la existencia, evitar condiciones de hacinamiento en viviendas, falta de baños o acceso al agua potable, poder asistir a la escuela y no estar obligados a salir tempranamente a trabajar. Según el relevamiento del último año, un cuarto de los adolescentes ya trabajaba, con un 4% de estos que no asiste a la escuela, y un 12% que buscaba trabajo.

Apenas el 31% de las niñas, niños y adolescentes está libre de toda forma de pobreza en el país. Se trata de un número que se traduce en panzas vacías, lágrimas y carencias de todo tipo. Ni hablar de la ausencia de juego, pero sobre todo, de futuro digno. Las cifras confirman lo que ya se sabía respecto de que el crecimiento de la pobreza se da también en hogares en los que las personas adultas tienen empleos formales, involucrando a un 37% de los chicos y chicas. Además, en lo que va de este año, en el 15% de los hogares con niños algún adulto ha perdido su empleo. El porcentaje de hogares en los que los ingresos no alcanzan para cubrir los gastos corrientes aumentó 7 puntos respecto de 2023, llegando al 48%, y obligando a restringir consumos y a endeudarse de alguna forma.

En nueve de cada diez familias, los ingresos no alcanzan para comprar la misma cantidad de productos básicos que en 2023. El número de hogares en los que se dejó de comprar algún alimento por falta de dinero es el más alto de los reportados en las ocho encuestas sobre la situación de la niñez y la adolescencia realizadas anteriormente por UNICEF 52%. El 90% de las familias relevadas se vio obligada a dejar de comprar carne y lácteos, alimentos fundamentales para la nutrición, volcándose a los más económicos y menos completos como los farináceos -cuyo consumo aumentó en un 24%- además de tener que saltearse comidas. Más de un millón de chicos deja de comer una de las cuatro comidas por falta de dinero en el hogar.

El informe también señala otros ejemplos de la crítica situación que atravesamos, como que en el 23% de los hogares se dejó de comprar medicamentos y en el 32% disminuyeron los controles médicos y odontológicos, con un 9% que debió dar de baja el servicio de medicina prepaga y cambiar de colegio a los hijos por no poder pagar el arancel mensual.

Como sería de esperar cuando las tasas de desempleo preocupan y varias generaciones no han conocido la cultura del trabajo, el 93% opinó que las políticas de transferencias de ingresos por parte del Estado son necesarias, aunque el 67% las evaluó como insuficientes pues declaran no cubrir ni la mitad de los gastos. El desafío de sustituir progresivamente asistencialismo por desarrollo, productividad y educación está más vigente que nunca.

Uno de los principales retos que plantea la política es que los problemas generados por las gestiones de unos deban terminar siendo resueltos por las gestiones de otros. No se puede pretender desandar dos décadas de populismo en apenas 180 días con nuevos y muchas veces inexpertos funcionarios pertenecientes a una fuerza política sin poder parlamentario. Cualquier compromiso por mejorar la situación actual presupone entender que el presente excede largamente la responsabilidad del actual Gobierno. Pero, lamentablemente, cuando analizamos la situación de nuestras infancias, las agujas del reloj se aceleran y el dramatismo del diagnóstico demanda acciones y correcciones inmediatas, incluyendo castigos ejemplificadores para quienes se han aprovechado de ellas.

Las partidas presupuestarias para atender a la niñez y la adolescencia registran una caída del 25% en los primeros cinco meses de este año, comparadas con el mismo período de 2023, aun cuando la Asignación Universal por Hijo (AUH) tuvo un incremento del 15% real comparada interanualmente. Los aumentos en el apoyo alimentario del Plan "1000 días" y en la Prestación Alimentar van en la dirección deseada, priorizando los recursos destinados a atender a las infancias vulnerables. Todos los esfuerzos dirigidos a proteger a una niñez condenada por una incidencia de la pobreza infantil superior a la que afecta al resto de la población, tanto por ingresos como multimedial, nos habla de la urgencia por priorizar a este segmento que compromete dolorosa y seriamente nuestro futuro como nación.

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