Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Opinión

Rosa Braggio, la nona de Humberto

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Tuvo una historia larga e intensa; su nieto Humberto Zanetti resume y pinta la fuerza interior de una mujer que, en medio del desarraigo y las pérdidas, vio cumplido su sueño a través del tiempo. Su nombre, Rosa Braggio. La nona Rosa nació el 9 de octubre de 1891 en Campiglia dei Berici, en la provincia de Vicenza de la región veneciana. Con una infancia y juventud típica de las mujeres de un pueblo pequeño, creció con ilusiones, pero ante la realidad de la escasez en que se vivía. Conoció a un joven de Villaga, un pueblo vecino, Valentín Zanetti, con el que se casó a los 23 años y se radicaron en Villaga. Muy pronto quedó embarazada. Los nuevos esposos coincidieron en que la falta de trabajo y la proximidad de una gran guerra los empujaba hacia la emigración. Valentín partió hacia la Argentina, mientras Rosa quedó en el pueblo esperando el nacimiento de José, su primogénito y luego el llamado de su esposo. En febrero de 1915, la pequeña familia se reunió en Arequito, donde Valentín había conseguido trabajo. Como no era una ocupación estable, continuaron en la búsqueda que los llevó a Humberto I, luego Tostado y finalmente de nuevo en Humberto I. Allí nacieron los demás hijos: María, que enfermó y murió a los 12 años, Ángel, Humberto y Ana. En la nueva tierra también padecieron la carestía, pero la paz y la esperanza los impulsaba a mantener la ilusión y redoblar esfuerzos. Rosa, además de atender a su casa y sus hijos, a menudo ayudaba a su esposo en las tareas del campo. La desolación la invadió cuando Valentín falleció a los 46 años; ella quedó con sus cuatro hijos, dos de ellos aun pequeños. La necesidad, producto de la pobreza, la impulsó a multiplicarse en trabajos de todo tipo. Cultivó la huerta, trabajó como costurera, lavandera y cuanto trabajo se le presentara. Al poco tiempo se hizo cargo de un criadero de nutrias, cerca del pueblo de Humberto I. Los hijos fueron formando sus propias familias, con el ejemplo de su madre. Rosa pudo apoyarse en ellos cuando la edad y la carga de una vida de esfuerzos le exigieron reposar. Así pudo dar por cumplido su sueño, al ver a su familia unida y próspera. Vivió alternativamente con ellos, disfrutando el cariño de nueve nietos, hasta que el 17 de mayo de 1972, a los 80 años, dejó este mundo con una sonrisa y la herencia de una vida digna.

enfoques
Seguí a Diario Castellanos en google news

Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso