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Opinión

El valor del vínculo

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Marcela Valer, abogada, casada con Claudio Culasso y madre de Bianca, desciende de una familia trentina que un día llegó a Tacural desde Vigo Meano, un pequeño pueblo montañés en el norte de Italia. Allí vivían los Valer, a puro trabajo y algún esparcimiento. Unos años antes de considerar en familia la idea de abandonar la tierra amenazada, se hicieron eco de la posibilidad de una guerra en gran escala. Así lo entendía Clemente Valer allá por 1910. Convenció a su esposa Gisela Bortolotti y sus tres hijos Leone, Mario e Hilda, sobre la conveniencia de irse lo más lejos posible, donde la paz y el trabajo no estén bajo amenaza. A ellos se sumaron las dos hermanas de Gisela con sus respectivos esposos.

Una vez llegados a la Argentina, partieron en tren hacia Sunchales. Allí se establecieron precariamente, dedicándose a tareas rurales. Después de un breve tiempo se trasladaron a Dean Funes, trabajando en la construcción, para continuar su vida luego en Tacural.

De Tacural a Rafaela

Marcela, hoy radicada en Rafaela, soñó desde muy chica con visitar la casona italiana de la que tanto escuchó hablar a padres y abuelos en las reuniones familiares. Ellos no pudieron, pero Marcela activó una sana obstinación, que la llevó a relacionarse con la Asociación Familia Trentina de Rafaela, una asociación de apasionados descendientes, adheridos a la Unione delle Famiglie Trentine All’Estero. Al son de los acordeones, llamaron la atención de propios y extraños. Marcela ingresó a la institución y trabajó activamente en ella. Desde la región madre, enviaban periódicamente revistas de distinto tenor; una de ellas, perteneciente a la escuela adonde habían asistido los bisabuelos de Marcela, convocaban a un concurso de historias de la inmigración. Escribió la historia y contestó al llamado, con una repercusión positiva, que derivó en el pedido de fotografías de Rafaela y de la Asociación. Además de responder, Marcela expresó interés por conocer la casa de sus abuelos, una construcción de piedra ubicada frente a una iglesia. Como en Vigo Meano casi todas las casas son de piedra y hay varias frente a la iglesia, le prometieron ocuparse para ubicarla.

La esperanza

Tiempo después del primer contacto con la escuela, un mail llegó a manos de Marcela Valer, informándole que habían ubicado la casa de sus antepasados, además de un terreno donde la familia tenía plantas de vid. Ese año -2003- el gobierno de la Provincia de Trento organizó un congreso mundial, para el cual, mediante un trabajo realizado por Marcela, la Familia Trentina local la designó su representante. El trabajo presentado, consistente en proyectos e ideas de trabajo, ganó el concurso en Buenos Aires y, con ello, el derecho a representar a la Argentina en el Congreso de la Juventud Trentina a desarrollarse en la región italiana, junto a delegados de todo el mundo. Simultáneamente, recibió la noticia de que la escuela con la que estaba en contacto, había ganado el concurso de la Unicef y Polizia di Stato por el cual Marcela había mandado su relato con fotografías. Aprovechando su estadía en el Congreso de Trento, prometió una visita.

La escuela del nono

Llegó el día ansiado. Con el pecho apretado por la emoción, Marcela descendió frente a la escuela, la misma donde habían estudiado sus mayores, acompañada por los maestros que la habían alojado. Los ojos no alcanzaban para abarcar la concreción de un sueño largamente acariciado desde tan lejos en la distancia y en el tiempo. Charló con los alumnos, les contó de Argentina, que era algo más que la camiseta a rayas blanquicelestes y la imagen de Diego Maradona. Recorrió el pueblo y culminó el primer día con un acto oficial dedicado a ella, con los alumnos y docentes, funcionarios de emigración y el Síndaco del pueblo, que en determinado momento se levantó con una placa en sus manos y se la entregó a Marcela con sentidas palabras de amistad.

La casa

Las emociones culminaron al día siguiente, cuando la maestra hospedante llevó a Marcela a conocer la casa donde vivió el abuelo Leone Fortunato Valer. Los actuales ocupantes eran vecinos del abuelo y sabían que un día partieron hacia la Argentina para nunca más volver, de modo que al tiempo compraron esa casa a través de un representante y ese día recibían alegres a la descendiente. Desde entonces, se estableció un vínculo de afecto y comunicación que perdura en estos días, especialmente en las fiestas navideñas con regalos enviados para Bianca. El paso siguiente fue conocer el terreno que también había quedado para quien lo comprara.

En pocas líneas no es posible traducir las emociones percibidas en el relato, el brillo de los ojos y la esperanza de revivir con los ojos lo que ha quedado plasmado en el corazón. Marcela Valer pudo cerrar el círculo de emigración y retorno, aunque unas pocas horas hayan parecido suficientes para experimentar el valor del vínculo.

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