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Opinión

El plomero del Titanic

Editorial

Por Editorial

Sergio Massa dijo de sí mismo hace ya largos cinco meses que llegaba al Ministerio de Economía para reparar las numerosas filtraciones del barco que recibió como herencia de sus antecesores de al menos las últimas dos décadas. Habló de un Titanic a punto de irse a pique. Sin embargo, por más buena voluntad que ponga en la tarea, es su propio accionar o el de sus socios del Frente de Todos el que lo mantiene atrapado en una jaula autoconstruida, tal como le pasaba a los recordados Tres Chiflados en aquel mítico capítulo de los plomeros de la televisión en blanco y negro.

Los condicionantes políticos, económicos y sociales que aprisionan a Massa hacen que cada cosa que él toca le dispare un nuevo problema y así, en ese armazón de caños, mangueras y extensiones, se ha quedado encerrado el Ministro con al menos media docena de cuestiones por reparar (inflación, atraso cambiario, deuda, falta de reservas, déficit fiscal, tarifas, etc.). Es obvio también que le faltan herramientas para zafar de la situación, ya que sabe que debe armonizar su discurso con la prédica manifiestamente intervencionista de muchos de sus socios.

En este último sentido, es obvio que el kirchnerismo más cerrado está casi en silencio por orden de Cristina Kirchner, aunque no ha dejado de marcarle la cancha o en hacerle mil tropelías institucionales que lo desacomodan ante la comunidad de negocios, como el juicio político a la Corte Suprema que ha paralizado al Congreso.

Massa sabe también que el propio Presidente muda de parecer de modo constante y eso también lo descoloca, sobre todo en materia de política exterior. La invitación a Nicolás Maduro y a Miguel Díaz-Canel le ha trabado una vez más la relación que cultiva con los EE.UU. y el Fondo Monetario. Por último, hay también otros actores dentro del oficialismo que siguen jugando sus propios partidos, tal como hacen los movimientos sociales y los gremios.

Desde este costado, los sindicatos se le han puesto de punta a algunos aires que han empezado a soplar desde el Ejecutivo. Antes de asumir, un ex empresario y novel asesor del Presidente agitó el avispero cuando habló de "modernización laboral". Tuvo que desdecirse cuando lo cruzó Pablo Moyano. El mismo Massa supone que podría ponerle un techo de 60% a las paritarias de este año, pero ya ATE salió a repudiar la idea y a pedir una suma fija de $ 30.000 a cuenta. Justamente, los aumentos a este gremio y a UPCN impactan contra el gasto del Estado, el que deberá ser bajado sí o sí para entrar en las pautas del déficit acordado con el FMI.

Los gremios de la CGT y los que están más cerca de la vice no avalan la jugada de Massa y, aunque por ahora están callados, es seguro que le van a meter más palos en la rueda. Para compensar la tensión creciente que generan las restricciones, se le ha dado a los camioneros y a grupos piqueteros la potestad de contralor de precios, una práctica ampliamente criticada desde lo ideológico, pero sobre todo debido a su manifiesta inutilidad.

Otra muestra del surfeo de Massa ha sido la decisión de recomprar deuda, pese a los pocas divisas líquidas disponibles que obligan a pisar las importaciones, sobre todo la de los insumos que se necesitan para producir en un año que, debido a la sequía, los dólares no florecerán. Dos críticas se escucharon en la City: 1) que no es desendeudamiento, tal como se ha dicho, porque se está pagando una deuda con otra y 2) que esos mismos bonos pudieron haber sido comprados antes y a menor precio. Además, se investigará si se le dio información privilegiada a quienes se llenaron de títulos el día anterior.

Las restricciones que sufre Massa tienen que ver con un claro fin de ciclo en materia económica que los agentes oficialistas de la política se empeñan en no reconocer, ya que son parámetros con los que no comulgan. Si dentro de sus cálculos sobre el futuro él se muestra ortodoxo no es sólo porque el tiempo del despilfarro se terminó, sino porque sabe que con la paupérrima organización económica del país no habrá futuro político para él tampoco. Eligió mal ejemplo el Ministro, ya que el Titanic yace en el fondo del mar.

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