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Opinión

¿De que planeta viniste?

Hay que reconocerle a Cristina el particular talento de presentarse como si Ella no tuviera nada que ver con el fracaso de su propio gobierno.
Agrandar imagen Cristina, el jueves en el acto de La Plata.
Cristina, el jueves en el acto de La Plata.
Alejandro Borensztein

Por Alejandro Borensztein

Antes que nada, vaya una humilde sugerencia para Juan Grabois quien acaba de decir textualmente, a los gritos y por televisión,“ni en pedo vamos a votar a este sinvergüenza, vendepatria y cagador de Massa…” y luego agregó: “no hay forma de que nos volvamos a comer un Scioli, un Alberto o un Massa… no me lo vas a poder explicar, Cristina”… Caramba.

En principio alguien debería decirle a este muchacho que un Massa ya se está comiendo. Y conste que no es un Massa metido dentro de una empanada o procesado en un canelón, que nunca sabés lo que tiene adentro, sino que es un Massa enterito, sin trozar, al horno con papitas y arvejas. Servido personalmente por Cristina, debe estar para chuparse los dedos porque Máximo y La Cámpora aplauden a cuatro manos y piden repetir el plato. Podrán decir que es cocina fusión y que se trata de un Massa para la liberación, pero al fin y al cabo es un Massa.

La sugerencia sería que nunca digan que no van a votar ni en pedo lo que ya sabemos todos que van a terminar votando. Ya sea un Scioli, un Massa o lo que los mande a votar Cristina, como siempre ha pasado. El verticalismo y la obediencia militar son una especialidad de la cantina peronista.

De hecho, da ternura verlos ahora cantar el hit “aquí están, estos son, los soldados de Perón”. Los memoriosos recordarán que la misma melodía con la misma letra también se la cantaban a Isabel y López Rega. El público se renueva, diría Mirtha.

¿O no cantaron la marchita codo a codo con Menem? ¿O no apoyaron a Cavallo al que ahora Ella llama “ese señor de ojitos azules”? ¿O no ovacionaron a Rodríguez Saá cuando anunció el default? ¿O no votaron con las dos manos a Insaurralde, a Scioli y a Alberto? Inclusive vienen de votar a la misma Tolosa Paz que el jueves abuchearon como si fuera Alsogaray (a quien también supieron aplaudir, dicho sea de paso). Por ahí tienen la suerte de que Cristina los mande a votar a Máximo y vayan más contentos, pero no parecería ser lo más taquillero. Lo ideal sería que se autocandidatee Ella misma, pero eso aún no estaría decidido.

En cualquier caso, sería bueno que Grabois y tantos más, se relajen y asuman que, tarde o temprano, recibirán el instructivo correspondiente y votarán lo que la Jefa considere que es mejor para ellos.

Muchachos, si la idea era discutir autoridad, lamento decirles que el peronismo no es el lugar apropiado. En mayo de 2015 vimos a Forster y demás jóvenes de Carta Abierta burlarse pública y literalmente del brazo ortopédico de Daniel Scioli (ver en Youtube, Carta Abierta se burla de Scioli) y, seis meses después, estaban todos yendo a votarlo, en fila y con el culito apretado. Fofo pero apretado.

Moraleja: no prometan lo que no van a poder cumplir. Se lo decimos de onda nomás.

Aclarado el punto, hay que reconocerle un logro al gobierno. Esta semana se recordó el comienzo de la gesta kirchnerista cuando, el 27 de abril de 2003, Néstor obtuvo el 22% de los votos y, al bajarse Menem del ballotage, se aseguró la presidencia. En aquel momento el dólar valía 3 pesitos. El jueves se conmemoraron 20 años de aquella jornada y, gracias al talento de Sergio Massa, pudieron festejarlo sin que el dólar toque los 500 mangos. Solo vale 469. Chapeau.

El cumpleaños de esta epopeya inflacionaria y devaluatoria fue hermoso.“Tenemos que tener un plan de gobierno” dijo la Vicepresidenta del gobierno en el mes 40 de los 48 que dura su mandato. Ya era hora, mejor tarde que nunca.

Aclaremos que Ella es la jefa del gobierno, es la cabeza de la fuerza política que lo constituye y es la persona que ha ordenado cada una de las medidas que se tomaron, incluido rajar a todos los que no le gustaban empezando por el propio ministro de Economía Guzmán y media docena de ministros más.

Sin embargo hay que reconocerle a Cristina el particular talento de presentarse como si Ella no tuviera nada que ver con el fracaso de su propio gobierno. Los culpables van rotando. Por ejemplo, esta vez le tocó al FMI y al bimonetarismo, pero es azaroso. Depende el día, le puede tocar a la deuda, la pandemia, la guerra, la sequía y así hasta llegar a Majul.

Desmenucemos un poco este pollo y hagamos un salpicón.

¿Cuánta culpa tiene la deuda con el FMI? En principio toda porque la tomó Macri. La deuda que antes había tomado Kicillof (Bonar 2024, Club de París, Repsol, etc) o la que está tomando ahora Alberto (chiquicientos billones de Leliq) también es deuda, pero parece que es deuda linda porque es de ellos.

No hay duda que tomar deuda en dólares afuera para garparle a Baradel en pesos adentro fue un negocio chino de Cambiemos. Como atenuante podrían decir que lo hicieron para evitar que Baradel se enoje e incendie los colegios con todos los gorilitas adentro.

En cualquier caso, reconozcamos que el gobierno anterior no supo explicar claramente por qué se tomó la deuda y en que se fue gastando cada dólar. Es sabido que el Gato y sus amigos son gente de pocas palabras, y de lo poco que hablan no se les entiende un pomo. O sea, relato que dejás vacío, relato que ocupa otro.

La cruda realidad indica que esa deuda será cargosa pero, al momento, no se pagó. La de los bonistas fue pateada para el año del arquero y la del FMI la vamos pagando con dólares que nos manda el mismo FMI un día antes de cada vencimiento.

Conclusión: la deuda será un injusto peso para las futuras generaciones pero a Cristina, Alberto y Massa no les costó un sope y les sirve de excusa gratis para todo. No hay un solo metro del gasoducto Néstor Kirchner que se haya dejado de hacer por tener que pagar deuda. El gasoducto no se hizo en tiempo y forma simplemente porque son unos inútiles infalibles.

En este punto es donde el kirchnerismo suele sacar de la galera las otras excusas: la pandemia, la guerra y la sequía. Ni más ni menos que la misma pandemia, guerra y sequía que sufre, acá enfrente, el Uruguay. La tierra charrúa está tan seca como la nuestra. Sin embargo allá entraron a la pandemia con el dólar a 40 y hoy vale 39. Mientras acá entramos con el dólar a 60 y hoy vale casi 500. La inflación parece ser la misma: 7% en Uruguay y 7% en Argentina. El hecho de que nuestro 7% sea mensual y el 7% de ellos sea anual es un detalle para debatir en otro momento.

Usted dirá, amigo lector, que no nos podemos comparar con Uruguay porque ellos son un poco más de 3 millones y nosotros rondamos los 47. Ok, veamos entonces Brasil. Aquellos que Alberto nos contó que vinieron de la selva, tienen una inflación aún menor a la uruguaya y un dólar que en la última década oscila entre 4,5 y 5,5 reales. ¿Dirán que no nos podemos comparar con un país que tiene más de 200 millones de habitantes? Ok, vamos entonces con Chile. Tienen una inflación del 12,8% (anual 2022) y un dólar que arrancó la pandemia costando 852 pesos chilenos y el viernes cerró a 808.

Podríamos seguir la comparativa con Paraguay, Bolivia o Perú y daría datos similares. ¿Qué nos diferencia de nuestros vecinos? ¿Donde está el problema? Exacto amigo lector, donde usted ya se imagina.

Mientras en Uruguay gobierna Lacalle Pou, con una coalición política armada por Sanguinetti y la crítica civilizada y constructiva de Mujica y, mientras vivía, también de Tabaré, acá “preside” Alberto con la dirección general de Cristina y la actuación especial de Massa. La diferencia está en el talento de nuestros capos.

No hay duda de que se nos está incendiando el rancho, pero una cosa es pedir auxilio y que te manden bomberos profesionales como los uruguayos, brasileños o chilenos y otra muy distinta es que te caigan los tres chiflados. De eso se trata.

País raro la Argentina. Arrancamos la semana incendiados con el dólar rozando los 500 mangos y la terminamos con la Jefa indiscutida del gobierno dando una “clase magistral” de economía.

Y encima la aplauden.

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