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Opinión

Apogeo y perigeo

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Con los menores de la familia, herederos impunes de la curiosidad, formábamos ronda para dar respuestas a preguntas tales como ¿adónde van las estrellas? ¿qué hay un metro más allá del infinito? ¿para qué se crearon cosas que nunca podrán alcanzarse?; y así una cosmogonía de entrecasa que no me dejaba dormir después, recordando mis respuestas sobre un universo que se desplaza. Incluso pasó por el temario el viejo Halley, ese loco que parece no tener rumbo, que tiene su apogeo y perigeo, pero nunca se sabrá de su caída, que alguna vez sucederá.

Algunos artistas siguieron produciendo maravillas hasta su final; la gran mayoría disfruta en su ancianidad de los hallazgos de la madurez. No son tantos. No hay tantos empresarios que continúan liderando el crecimiento de su empresa hasta el final; la mayoría confía en otros su continuidad, ante la disminución de su capacidad de movimiento. No hay tantos políticos que surgen desde lo poco hasta llegar a lo máximo; hay quienes lo logran y tienen vigencia durante un tiempo. Lo admitan o no, en un tiempo más o menos breve, desaparecerán de la escena pública. Tal vez sea esa la razón por la que, durante su apogeo, acumulan el dinero necesario para pasarla bien en su perigeo. No es el caso de artistas y empresarios, que deberán remar contra la corriente para llegar a un puerto seguro. El orden natural de los ciclos gobierna sobre todo el universo y -claro- sobre sus instituciones, que son el resultado de la unión de personas con el mismo objetivo.

Estado seductor

Hay casos que parecen desmentir este axioma de los ciclos. Por ejemplo, Luis XIV, ungido rey a los 4 años, ejerció hasta los 76, fecha de su muerte y fin del perigeo real. Él acuñó la frase "el Estado soy yo". No era para menos: ejerció la autocracia absoluta durante 72 años, se hizo llamar El "Rey Sol" y acaso esta denominación lo signó para que cada día caiga, pero vuelva a surgir por la mañana, hasta su eclipse final. No me asombraría que, en algún despacho ejecutivo, cuelgue hoy un retrato al óleo de Luis XIV para que inspire cómo hizo para permanecer tantos años, aunque haya que reconocer métodos non sanctos propios de aquella época, no sé si menos sanctos que los de hoy, pero seguramente distintos.

Muchos en la historia, de hecho o de derecho, buscaron la perpetuidad en el poder, ese estado tan seductor, sin recordar el fenómeno de los ciclos. Tan convencidos estuvieron que pensaron que el apogeo de su poder no tendría fin; no parecieron darse cuenta de que todo obedece a un proceso que va más allá de los deseos del hombre y de su porción de poder temporal. El peronismo, por ejemplo, nació como necesidad social, creció como fenómeno de masas, se mantuvo vigente a pesar de persecuciones, pero el pecado de obstinación, que es el virus de la perpetuidad, ha contaminado sus cuadros de tal modo que los hace descubrir aciertos donde todo son errores.

Hoy, como en cada ciclo de la humanidad, el poder sigue subyugando. El largo camino hacia el bronce despierta y potencia el empecinamiento, con el uso y abuso de herramientas electorales y re-electorales.

Las ideologías en el mundo han tenido y tienen su apogeo, perigeo y caída. El siglo XX ha sido testigo de diversas revoluciones que parecían determinantes de un mundo nuevo. El XXI nos está mostrando una óptica que parece nueva, aunque el capital sigue al tope del podio, marcando el camino de la obediencia a los más débiles. Los "ismos" internos y externos se han diluido, en un perigeo sin estruendo, pero aislando sistemáticamente a los que pretenden extender su apogeo solitario. Los fundamentos filosóficos que dieron nacimiento a las ideologías de masa han ido desapareciendo, fracturándose, contaminándose.

Halley y sus parientes lejanos los satélites, nos muestran un camino igual que las plantas de mi jardín y la vía láctea. Todo lo que empieza debe terminar, para que algo nuevo empiece y tenga su propio destino.

Demociclo

Esta palabra no está en ningún diccionario, es un invento propio. Intento una definición: "Demociclo: periodo de la democracia que produce el descubrimiento de un líder o un sistema, lo enaltece, lo sostiene, cae y se olvida inexorablemente". Parece imposible que no adviertan este proceso los que están en uso del poder. Peor aún, presumo que lo advierten, pero aspiran a ser los vencedores de la verdad histórica. Para lograrlo, si la Constitución lo prohíbe, reforman la Constitución; si una ley lo proscribe, crean otra ley que anula a la anterior. Así sucesivamente, apartando piedras del camino, atropellan al sistema judicial, manipulan al legislativo y manejan al ejecutivo como una herramienta de caprichos.

¿Nada está bien? En este momento argentino, algo está bien: el tomar conciencia de que el camino nos llevaba al abismo, salvo que optemos por otro sendero, más escarpado, pero con mejor final. Mientras tanto, la oposición se desplaza por una avenida de errores propios, en busca de una justificación que transfiera la culpa a otros.

La enfermedad del escepticismo que avanza en nosotros llenaría de rabia a Ortega y Gasset, que repetiría su mandato: "argentinos, a las cosas". Argentinos, como no aprendemos las lecciones, ni siquiera las del pasado reciente, por lo menos gritemos fuerte; "¡gobernantes, a las cosas!" comprendan que hay ciclos cumplidos; que las peleas por ambiciones personales terminan con las ambiciones y con las personas; que la paciencia también tiene su ciclo y ya pasó el apogeo.

Sumidos en un perigeo de dirigentes, sectores prebendarios buscan revolver el río para que ganen los pescadores. No ven bajo la superficie, no saben lo que hay después del recodo, pero se niegan a navegar, prefieren pescar en aguas turbias.

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