Por Martín Lehmann
El avance de la tecnología se acelera cada vez más en muchos ámbitos. Esto se da aún más rápido cuando se presenta con soluciones a problemas cotidianos, o cuando al menos ayuda a que el día a día del ciudadano se haga más llevadero.
En la última década, las aplicaciones de movilidad urbana e interurbana han sido factores disruptivos en un sistema que parecía no ofrecer nada nuevo desde hacía mucho tiempo. El caso más conocido es el de Uber, compañía que pateó el tablero a nivel mundial en lo que respecta al alquiler de autos con conductor.
Amada y odiada, pero nunca ignorada, su desembarco en nuestro país fue durante 2016 en la Capital Federal. La enérgica reacción de los taxistas fue la esperada: marchas de protesta, cortes de calles y violentos "cazadores" de Uber. Por su parte, el Gobierno porteño actuó con una celeridad pocas veces vista, a través de sus agentes de tránsito, para detectar choferes y usuarios de la aplicación. Las multas y acarreos estuvieron a la orden del día.
En la provincia de Santa Fe los casos más resonantes fueron los de la capital y de Rosario. A pesar del rechazo oficial y los operativos de control, el servicio se encuentra en funcionamiento con miles de usuarios registrados en la plataforma. Al momento de la redacción de esta nota, comprobé la disponibilidad inmediata para realizar viajes dentro de ambas ciudades.
Además de Uber, otra opción similar que ha ingresado en Santa Fe es Maxim, una compañía que abiertamente instaló oficinas en Argentina y está presente en países tan lejanos como Rusia, Vietnam y Filipinas.
Al igual que el arrollador avance de la inteligencia artificial de las computadoras, esta nueva forma de trasladarse apoyada por la tecnología es una realidad que se va imponiendo lentamente. Es absolutamente entendible el rechazo del sistema actual por esta novedad. Tienen razón en quejarse los dueños o choferes de taxis y remises por esta situación, ya que han pasado ahora a tener que competir contra nuevos actores que no se adaptan al reglamento vigente.
Y acá es donde yo encuentro un punto clave en toda esta cuestión. El tema no está en la irrupción de Uber, Maxim, Cabify o DiDi, sino que el problema se encuentra en ese mismo reglamento ineficiente y burocrático.
Hoy, en Rafaela, el servicio de taxis está fuertemente intervenido por el Estado municipal. La regulación de tarifas es motivo de puja constante entre el sector y el Gobierno. También los autos tienen un límite establecido de antigüedad, independientemente de su estado de conservación mecánica y estética. Además, algunos trámites locales llegan a ser redundantes con normativas nacionales, como por ejemplo la "Habilitación de chofer de taxis" que solicita la ciudad. Fíjese usted, estimado lector, que entre los requisitos para acceder a dicha habilitación es necesario presentar una fotocopia de la licencia tipo D1 o D2, que son categorías profesionales que ya por sí mismas dan el permiso para el transporte de pasajeros.
Entonces es válido preguntarse: ¿para qué le pedimos lo mismo dos veces a la persona que solamente quiere trabajar y ya está cumpliendo el requisito? ¿No les estamos poniendo demasiados palos en la rueda a los actuales taxistas y remiseros, allanándole el camino a las aplicaciones? Todo esto, claro, sin tener en cuenta el tiempo que lleva ocuparse de este papelerío y el dinero que hay que desembolsar en las arcas municipales.
Que no se malinterprete por favor. Es comprensible la búsqueda de acuerdos en ciertos parámetros de seguridad que apunten a que los servicios de transporte en Rafaela sean confiables. Pero el cúmulo de trámites, y la voracidad fiscal por morder una tajada en cuanta actividad comercial exista, siempre van en detrimento de lo que necesita el ciudadano común: tener más opciones y hacer uso de su libertad para escoger la que mejor se adapte a su situación.
Con la velocidad con que se están dando los cambios en la relación tecnología-transporte, no es descabellado pensar que muy pronto tendremos por nuestras calles nuevas modalidades vehiculares. Rafaela cuenta con una gran cantidad de motos en su parque automotor, esto tal vez la convierta en una candidata ideal para servicios como "DiDi Moto", una novedad que hace poco tiempo ya está disponible en Buenos Aires y promete ser una opción económica y muy propicia para ciudades con distancias no tan largas, como Rafaela.
Por último, considero necesario salir de la falsa dicotomía entre Uber sí o Uber no. Mientras más posibilidades existan, mejor para todos. Será la propia dinámica establecida por la demanda y la oferta la que dictamine cuáles seguirán activas y cuales desaparecerán. Incluso pueden darse interesantes fusiones, como la que han elegido muchos choferes de taxi de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que eligieron sumarse como conductores de las aplicaciones, al mismo tiempo que siguen siendo taxistas tradicionales.
Fascinantes tiempos se vienen en cuestiones de transporte urbano para nuestra ciudad. Estar abiertos al cambio, pero con ojo crítico, es absolutamente necesario para lograr el objetivo que sin dudas todos queremos: poder movernos mejor y más seguros por Rafaela.
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