Este jueves, el Concejo Municipal de Rafaela homenajeó a Elisa Cordero de Armando, productora agropecuaria, en un emotivo reconocimiento que puso en valor no solo su trayectoria, sino también el legado que representa para los rafaelinos y el sector agropecuario.
"Me quedé tan sorprendida, tan impensado, pero después me halagó", confesó Elisa en diálogo con la prensa. "Pensé, qué lindo que piensan en el campo, que recuerdan al campo. El campo es un gran pulmón", agregó la protagonista de la jornada.
Elisa, madre, empresaria y testigo del paso de generaciones en el campo, representa una historia arraigada en la identidad rafaelina, con toda una vida dedicada al campo. Elsa reconoció con gran orgullo su labor y el de toda su familia como productores agropecuarios, "somos propietarios, pero nunca dejamos de ser productores. Hoy, los nietos de ese inmigrante que habrá pagado con trigo y lino la tierra están trabajando en esas mismas tierras", expresó.
En su discurso, Elsa también hizo una analogía sobre Rafaela y su pujanza: "El querido gobierno de Rafaela es una escudería élite, porque manejan un Fórmula 1 que es esta ciudad, con centenares de empresas privadas y un campo pujante. Apostemos todos a crecer, a crear fuentes de trabajo".
El encuentro con Favaloro: una anécdota imborrable
Entre los momentos destacados de su vida, Elisa recordó uno que quedó grabado en su memoria. "Hace más de 50 años, llegó René Favaloro con su esposa Antonia al "Rafaelino" a comprar toros. Eran tan sencillo, compraron los toros, charlamos, y ese vínculo que se creó fue un manto de protección durante la enfermedad de Juan Carlos, mi marido", relató; y contó que luego, cuando su marido finalmente murió, el Dr. Favaloro le envió una carta muy conceptuosa.
Elisa contó que lo vio años después, pero "no como el hombre que había emprendido una actividad lechera en La Plata, sino al líder, al científico, al investigador, y ustedes vieran qué porte tenía, pero una calidad humana. Él siempre decía que no saber leer pero ser sabio es un gran arma en la vida", recordó con admiración.
Un reconocimiento merecido
El homenaje de este jueves fue más que un simple homenaje. Fue un reconocimiento a la esencia del campo y al sacrificio de quienes, como Elisa, dedican su vida a trabajar en él. Fue también un recordatorio de que detrás de cada labor en el campo hay historias de esfuerzo y valores.
En cada palabra de Elisa, se reflejó la grandeza de lo simple: la conexión con la tierra, la importancia de la familia y la fe inquebrantable en el trabajo como motor del progreso. Un ejemplo que, sin dudas, trasciende generaciones.
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