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"La inclusión no va tanto en las palabras sino en los hechos"

El llamado lenguaje inclusivo abrió hace un tiempo el debate acerca de qué cosas pueden mejorarles la vida a las personas y cuáles son simples declamaciones de buenismo sin utilidad alguna. El punto de vista desde la discapacidad.
Agrandar imagen El biólogo Avelino Barrio compartió su propia mira y experiencia sobre la inclusión.
El biólogo Avelino Barrio compartió su propia mira y experiencia sobre la inclusión.

Dicen que cuando una palabra significa todo es porque en realidad no significada nada. En estos tiempos de tanta corrección política hay una en particular que suena linda pero su uso y abuso le ha quitado casi toda su gracia.

La "inclusión" hoy en día tiene una connotación positiva y quien la utiliza tiene la certeza de estar hablando con un aval moral incuestionable. Sin dudas se contrapone con otra palabra muy actual que es la "discriminación". Ésta a su vez tiene hoy un tinte negativo y reprobable desde el vamos. Pero la realidad es que en valores absolutos ninguna es mejor que la otra. Ambos son términos para referirse a otras cosas en un contexto específico.

Pero con las cosas como están parece que incluir fuera siempre bueno y discriminar fuera siempre algo malo, más allá de la situación en que se usen estas palabras. Hemos llegado a un punto tan absurdo que cualquier cosa que tenga una buena intención, a priori es catalogada de inclusiva.

Sin dudas el ejemplo más resonante de los últimos tiempos es el llamado "lenguaje inclusivo", que modifica algunas vocales de las oraciones para que no haya diferencias entre los géneros masculinos y femeninos de las cosas o las personas. Esto no es un problema en sí mismo, ya que cada uno puede hablar como se le venga en gana y por supuesto quedará expuesto a ser entendido o no por el resto de la gente. Se transforma en algo peligroso cuando se quiere imponer por la fuerza esta forma de expresarse. Amparándose en que la lengua es un ente vivo que va mutando con el tiempo, sus defensores insisten en que su uso debe ser impuesto de forma obligatoria. No contentos con esto, señalan a quienes no se someten a este mandato, tildándolos de discriminadores, no inclusivos y malas personas.

El problema con esta inclusión light es que intenta hacer creer que con solo cambiar unas letras en los textos ya se está haciendo algo útil para mejorar la vida de las personas. Nada más alejado de la realidad creer que esta comodísima acción alcanza para hacer una revolución. Pero como dijimos antes "queda bien" y viste de un manto de moralidad a quien se suma.

Ofensas y eufemismos

Quienes claramente no caen tan fácilmente en estas tonterías, son aquellos que realmente conocen de qué se trata la inclusión y la discriminación. Las personas discapacitadas, en todo el espectro que esto significa, lidian a diario con barreras de acceso o con la exclusión injusta de ciertos ámbitos cotidianos.

Es el caso de Avelino Barrio, un biólogo de 38 años que desde muy chico es discapacitado motriz. No fue el hecho de cambiar la letra O por la E, ni lindas declamaciones políticamente correctas, las que le permitieron a él crecer, estudiar y hoy estar trabajando en una importante institución porteña como lo es el Ecoparque, donde estaba el viejo Zoo de Buenos Aires. Fue el apoyo de su entorno, su propio esfuerzo y una verdadera inclusión social.

"Hay mucho miedo de ofender. A las cosas hay que llamarlas por su nombre sin darle mucha vuelta. Por ejemplo, la expresión ´persona con capacidad diferente´ no me gusta nada. No sé cuál es el miedo a decir discapacidad o discapacitado. Fijate el término ´persona no vidente´. ¡Vidente es el que ve el futuro! Se dice ciego o a lo sumo persona con disminución visual en algunos casos", dijo Avelino acerca del tabú actual para mencionar ciertas palabras.

"No entiendo ese afán de buscar ser inclusivo, porque lo importante en definitiva es ser buena persona, respetuosa del prójimo. No hay necesidad de ponerse un cartelito o rótulo de inclusivo", agregó luego.

También se refirió la mala interpretación que hay respecto a la discriminación: "Está mal entendida la palabra. Discriminar significa separar. A veces es necesario y se puede hacer sin perjudicar a nadie". Sobre esto puso como ejemplo las leyes de cupos: "¿Por qué tienen q obligar a que la empresas contraten a alguien con discapacidad? Entiendo la motivación, pero no hay que ir contratando por contratar, por llenar un cupo. Llenar cupos solo porque es políticamente correcto me parece una estupidez. Primero preocupate por encontrar a alguien que sea capaz y útil para el puesto que estás buscando. El tema no está en buscar algo forzosamente, sino en no rechazar a nadie si la persona está apta para el puesto. Yo no quiero que mi laburo me lo den por ser discapacitado, sino porque soy útil para lo que se necesita. La inclusión no va tanto en las palabras sino en los hechos. Prefiero que hables como quieras pero que con los hechos me demuestres cómo sos.

En definitiva, es la gente

Para finalizar, Avelino contó cuáles serían las barreras necesarias de derribar para una verdadera inclusión de los discapacitados. "Hay muchas, pero es una utopía pensar en un lugar donde no haya limitaciones. No hay país que esté preparado cien por ciento para todas las discapacidades que hay. Algunos estarán mejor preparados que otro, pero eso es una realidad. Lo más importante de todo es la gente. Cuando la gente no te quiere ayudar o te mira mal, o te dice cosas hirientes, ahí es donde hay que cambiar como sociedad. Eso es lo que realmente ayuda a que después las otras cosas, como los obstáculos edilicios, también cambien.

Explicó que es muy necesario que la sociedad aprenda cómo ayudar. "Pasa que por querer ayudar a veces la gente entorpece. Por ejemplo, si yo me caigo aparecen muchas personas a tratar de ayudar y por ahí me complica más. Creo que hay un desconocimiento por lo que estaría bueno concientizar sobre esto. La primera ficha del dominó es trabajar con la gente, para que todos sepamos cómo actuar y ayudar. No es que siempre se da por maldad, sino porque mucha gente no sabe cómo ayudar o le da vergüenza. Una buena idea es siempre primero preguntarle al discapacitado si necesita ayuda y cómo uno puede colaborar", concluyó.

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