Por Martín Lehmann
Parece que hubiera pasado mucho tiempo, pero el juicio por el asesinato del pequeño Lucio Dupuy fue hace un par de meses. La concatenación de errores y negligencias estatales permitió que se llegara al desenlace fatal que todos conocemos.
Tanto en el ámbito judicial, como en el educativo y el sanitario, hubo barreras de contención que no funcionaron. Es que el maltrato del niño no fue una sola vez, sino que se trató de una situación que se reiteraba. Aun así no saltaron las alarmas pero, para peor, nadie escuchó las desesperadas advertencias del padre o el abuelo. Tristemente el Estado lo terminó entregando en bandeja a sus propias asesinas.
El derecho de familia ha sufrido muchas transformaciones estructurales, especialmente desde que el Código Civil nuevo entró en vigor en 2015. Si bien desde hace un tiempo ha comenzado a haber una mayor escucha activa hacia los chicos en los últimos años, Argentina sigue atrasada en esta cuestión.
La Dra. María del Valle Basail Buschiazzo trabaja en la ciudad de Santa Fe y es especialista en derecho de familia, violencia familiar y maltrato infantil. Con una personalidad extrovertida que deja ver su pasión por lo que hace, explicó a CASTELLANOS que en nuestro país necesitamos seguir mejorando en relación a los casos que involucran niños en la Justicia: "Considero que Argentina tiene uno de los ordenamientos jurídicos más ricos en materia de derecho de familia. Pero la ley es letra muerta si no la aplicamos. Los especialistas en familia y en niños nos actualizamos y leemos todo el tiempo trascendentes fallos de acá, de Estados Unidos, de Francia y otros países. Siempre enfocándonos en lo importante que es que a un niño se lo escuche. Si bien en Argentina es así, no es ni la cuarta parte de lo que debería ser".
Además, aclaró que no existe una norma jurídica en la cual se establezca una edad mínima para que un niño pueda ser escuchado. Algunos especialistas sugieren trazar una línea a los 6 años y otros a los 10, pero no hay una edad concreta escrita en la ley. Según la especialista es fundamental que esa escucha sea realizada por profesionales capacitados para tal fin: "Hoy los niños son escuchados, por ejemplo, a través de la cámara Gesell. A través del juego y de la conversación se pueden saber sus deseos. Incluso un bebé puede ser interpretado por los sonidos guturales".
Al respecto, sostuvo que más allá de que muchos abogados se preparan y aprenden acerca de estos temas, es sumamente necesario recurrir a personal idóneo para la tarea: "Nosotros somos humildes profesionales del derecho. No estamos capacitados ni formados específicamente. Cuando el juez toma esa escucha al menor tiene que hacerlo con un equipo interdisciplinario". Para esto la Dra. sugirió trabajar en conjunto con psicólogos y asistentes sociales. Entre los motivos destacó que un profesional entrenado es capaz de distinguir cuando un niño está hablando realmente de lo que le pasa y cuando lo está haciendo a partir de lo que se conoce como el síndrome de alienación parental, que es cuando un progenitor le habla mal del otro adrede. "La alienación parental es cuando uno de los dos habla con el menor así: 'Decí que tu papá es malo, decí que la novia de tu papá te pega'. Por eso escuchar a los niños les puede salvar la vida".
No es casual que ella haya mencionado el asunto de la alienación, ya que últimamente se han multiplicado las consultas a los estudios jurídicos por este problema. Esto lo ha visto reflejado la propia entrevistada en su quehacer cotidiano: "Tengo conocimiento de por lo menos 150 casos en los últimos 3 meses. Yo estoy convencida de que ambos progenitores son necesarios para el desarrollo sano de un hijo".
Consultada por la contaminación por ideología de género en el Poder Judicial, respondió con seguridad que se debe empezar a cambiar ese discurso y a prestarle mucha atención: "Ejercer con perspectiva de género no significa que hay que darle la razón a una mujer porque es mujer. ¡Cuidado! Yo tengo muchos colegas que son jueces y a veces tienen miedo. Perspectiva de género significa asegurar y garantizar el respeto hacia mí, como el respeto hacia el otro para el ejercicio de los derechos. No quiere decir que cualquier barbaridad que yo vaya a pedir a la Justicia y pida por ser mujer, me la den. No está bien y no es así. Eso es lo que pasó con el caso Lucio Dupuy, donde la jueza, por miedo, volvió a darle el niño a la pareja, pese a los constantes requerimientos del papá de Lucio y del abuelo. A mí me parece hoy en día hay miedo de hablar de identidad de género y hay miedo de hablar de sexualidad".
A modo de cierre, hizo un comentario acerca del feminismo y la importancia de diferenciar entre el debido respeto y la imposición de una ideología: "A mí me tienen que respetar pero no por eso tengo que impregnar todo de una ideología. Sí lucho por el reconocimiento de mis derechos, pero no lucho por los que ya tengo y menos contra el varón. No me representan esas mujeres, no considero que sean un espejo de mi vida. Esa lucha con odio al varón a mí y a millones de mujeres no nos representa. Lo único que hace es predicar un odio que no tiene ningún asidero".
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