Por Martín Lehmann
Con el reciente fallecimiento de Raúl Ferrero, nuestra ciudad pierde uno de sus personajes más pintorescos. Muchos lo conocieron por su faceta gastronómica (fundó "El Cascote"), pero lo cierto es que el "Pelado" se animó a incursionar en un sinfín de cruzadas, de aventuras, que a lo largo de toda su vida lo llevaron a ser quien fue, construyendo esa fama de "el último romántico soñador". A dejar un sello. No en vano también se había ganado el apodo de "el loco".
A finales del 2022 tuve el gusto de poder entrevistarlo en varias oportunidades con el objetivo de ir recopilando algunas de sus anécdotas. Nos encontrábamos siempre en alguna mesa de 356. Café de por medio yo encendía el grabador y lo escuchaba con atención narrar sus historias que iban desde graciosas hasta nostálgicas.
Era un verdadero sibarita y bon vivant de nuestros tiempos, al que con sólo hacerle una o dos preguntas te dejaba atónito, impactado, con ganas de escuchar más. Se disculpaba varias veces por no poder ser más específico en algunos detalles ya que decía que su memoria no se lo permitía. Sin embargo era sólo cuestión de tiempo, de permitirle que arrancara a contar porque luego no lo paraba nadie en el relato.
Raúl era abogado de profesión, aunque decidió no ejercer por esas cosas del destino. Desde entonces encaró varios proyectos. El más conocido fue el que inició allá por 1984, cuando abrió las puertas del restaurant más distintivo y selecto de Rafaela: "El Cascote".
Un ser inquieto como él estaba constantemente en búsqueda de nuevos desafíos, aventuras, historias por contar, y si bien dedicó mucho tiempo a perpetuar su obra maestra, llegó el día en que sintió que era el momento de hacer un clic en su vida. Un giro que venía postergando.
Se ocupó de elegir minuciosamente a su sucesor en el restaurante, aunque no fue una tarea fácil. Él entendía que aunque cambiaran los dueños, sus comensales seguirían yendo a buscar en "El Cascote" esa experiencia que sólo él sabía entregarles. Necesitaba estar seguro de que ese compromiso con su gente se seguiría cumpliendo… y lo logró.
Conoció a quienes hoy están a cargo del establecimiento. Así fue que luego de 23 años entregó la posta, tranquilo y satisfecho por haber encontrado a quienes saben interpretar el verdadero espíritu del restaurant. Es que "El Cascote" es y será siempre sinónimo de Raúl Ferrero. Desde el momento en que uno ingresa a esa pintoresca casona, se encuentra con que cada objeto narra una historia por sí mismo. Nada está ahí por mera casualidad. Es como si hubiera una línea de tiempo trazada en cada pared y la historia misma del lugar pudiera transitarse a pie, de punta a punta. Desde el gigantesco mueble de estilo europeo que dio inicio a esta historia, pasando por el escenario de lo que fue alguna vez el piano bar, hasta llegar a los cuadros alusivos a sus viajes por Europa. Todo, pero todo es una narración viva de lo que logró esta ilustre personalidad de Rafaela.
Vivió mucho tiempo en Europa, con una predilección especial por París y Positano. De hecho volvía asiduamente a estos lugares, a los que reconocía como los más extraordinarios. El amor por el viejo continente se inició a partir de un primer viaje de estudios que hizo de muy joven. Estuvo prácticamente un año de travesía por diferentes países, lo que lo marcaría para siempre por algunas situaciones difíciles (como cuando los comunistas en Rusia les desarmaron el auto buscando evitar que ingresaran pornografía) y otras muy gratas como encontrarse frente a frente por primera vez con la majestuosa Basílica de la Sagrada Familia en Barcelona. Todo esto en el contexto de una época en la que no cualquiera tenía el privilegio de viajar.
Su último viaje a Europa fue en los primeros meses de este año. Recuerdo haberlo cruzado sobre bulevar Santa Fe y ya se le notaba la felicidad previa al viaje. Me contó que tenía armado su itinerario y sabía exactamente dónde iba a alojarse allá. Él aseguraba que sus conocidos le decían que le desbordaba siempre la felicidad antes de sus viajes. Yo hoy puedo confirmar que era cierto.
En su vida fue una treintena de veces a esos lugares de Europa donde aprendió a degustar platos y delicias que eran una rareza en Rafaela. Fiel a su estilo, con el tiempo se animó a traer aquellos sabores y dárselos a conocer a su gente. En muchos casos la jugada resultó sumamente exitosa, con gran aceptación del público, como cuando incluyó en el menú el Magret y el Cuisse de Canard o los kepis árabes.
Esa justamente era una de las cosas que más disfrutaba del restaurant: recibir cada noche a los comensales y tomarse el tiempo necesario de explicarles de qué se trataba cada novedosa receta que había importado. De aquí tal vez surja una frase escuchada varias veces en nuestra ciudad, la que dice que "el 'Pelado' Ferrero le enseñó a comer a Rafaela".
Pocas personas saben que uno de sus primeros nombres fue "El club del Cascote" y se trataba de algo muy sencillo. Raúl y un grupo de siete amigos se juntaban en la vereda para cocinar y comer ahí. Tan sólo el fuego, un tablón y unas sillas alcanzaban para dar lugar a aquellas reuniones de lunes por la noche, en una Rafaela que en aquel entonces tenía el típico aire de pueblo.
Desde esas primeras reuniones hasta los últimos años en que estuvo al frente de su creación, el "loco Ferrero" ha coleccionado imborrables y emotivos recuerdos de personas que por allí pasaron. Me contó varias historias, pero hoy voy a recordarlo con dos de esas anécdotas que le hacían cambiar el semblante y le llenaban de vida la mirada: "El Forfituro" y "El Fidel Sanjer".
"El Forfituro"
Relataba Ferrero: "En la época en que empezamos a hacer las reformas del piano bar, junto a la estructura original de "El Cascote", había un sótano que todavía está. Recuerdo que estaban trabajando los albañiles y yo siempre tiraba algún piedrazo ahí debajo para hacer ruido. Ellos se exaltaban y preguntaban qué pasaba allí en el sótano. Y yo con mucha seriedad les contaba que había un 'Forfituro', un ave grande con plumas y garras".
"Les comenté que como parte del trabajo iban a tener que bajar y cazarlo. Así pasaban los días y yo seguía haciendo ruidos. Un día le pedí a un amigo que baje con un palo y comience a hacer ruido, golpeado cosas y tirando latas, como haciendo de cuenta q estaba matando al 'Forfituro'. Él bajó al sótano con el palo y una gran bolsa negra. Al rato salió cargando un enorme bulto. ¡Si vieras la cara de miedo que tenían todos!"
"Una vez vino Félix Luna al restaurant y le conté esta historia. Se ve que le gustó mucho, porque antes de retirarse firmó el libro de visitas y al final de sus palabras puso: ¡Y que viva el Forfituro!"
"El Fidel Sanjer"
"Recuerdo que tenía un perro que era un gran cuidador del restaurant. ¡Todo el mundo lo quería! Los clientes ya lo conocían y rápidamente pasó a ser la mascota del restaurant. Cuando me preguntaban de qué raza era yo les decía un 'Fidel Sanjer'. Las caras de la gente eran de extrañeza y asombro, porque lógicamente nadie había escuchado hablar de esa raza antes. Luego se morían de risa cuando les contaba que así le decía yo, ya que el perro había nacido en una zanja de Colonia Fidela… de donde era mi familia".
Las personas como el "Pelado" lamentablemente se van, pero nos dejan tesoros para siempre. No voy a olvidar la última vez que nos vimos: fue durante junio en Cyrano cuando él amablemente se acercó hasta la mesa en la que yo estaba para darme un afectuoso saludo. Aunque me tocó conocerlo en el último año de su vida, me fue suficiente para entender el motivo por el que hoy todos lo están recordando con tanto cariño.
Su invaluable aporte fue de esos que le dieron a Rafaela su fama de inquieta, novedosa y pujante. Recordarlo y aprender de su legado nos garantizará que sigamos en el camino correcto hacia nuestra mejor versión como ciudad.
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