Por Oscar Martinez
"Es sabido que la mejor manera de ganar un clásico es de forma injusta. Con un gol sobre la hora, viciado de nulidad y después de haber sido peloteados todo el partido. Pero, dejando de lado los clásicos, donde el fanatismo conspira malamente contra el buen gusto, alegrarse por ganar de cualquier manera es como ponerse contento cuando uno va al cine a ver una película que resulta horrible pero donde, finalmente, gana el muchachito…Porque la gente sabe distinguir entre fútbol bien jugado y fútbol meramente lindo. Entre el jugador en serio y el jugador calesitero. Nadie supone que tirar un caño, hacer un sombrero o tener la pelota sobre el empeine catorce minutos sin crear ni una sola opción de gol en el arco contrario sea jugar bien. De ser así, todos los pibes que acortan el tedio de los entretiempos haciendo jueguito con la pelota llegarían a figuras. Y no lo consiguen. 'El que gana tiene razón'. No sé quién dijo esa frase. Pero la podría haber dicho Hitler luego de invadir Polonia". "El que gana tiene razón", cuento de Roberto Fontanarrosa.
Una maravilla. Si, una maravilla. La tarde tenía todas las virtudes de la primavera. Entonces fui al estadio caminando, fue un largo trecho por la vereda del sol. Claro, a mí me gusta el verano. Desde Avenida Mitre y hasta Dentesano fue como regresar en el tiempo y estar en esas tardes inolvidables, cuando jugábamos en Primera. Me sumergí en un mar de camisetas celestes y blancas, de todas las marcas y modelos que recuerda la historia. Todas válidas y conmocionantes. Y hasta un grupo de músicos con instrumentos de aire preparaban su ingreso al "teatro de los sueños" (me encanta el apodo que Sir Bobby Charlton, uso para homenajear a Old Trafford, el estadio del Manchester United), porque nuestro Monumental no tiene nada que envidiarle a este en lo sentimental. Y adentro, otra maravilla. Porque la gente entró de golpe y explotó el aire cuando ingreso la Crema. Una nube de color azul y otra blanca fue el preludio para que una multitud de papelitos tapizara el verde césped. Que definitivamente dejó de serlo por casi todo el encuentro. El viento los llevaba de un lado hacia el otro, se generaban pequeños remolinos, cambiaban de dirección..."es que son todas boletas de partidos políticos, ¿Cómo no van a cambiar de posición? Ahora van para allá y casi enseguida hacen lo contrario, ¿la verdad?, no sirven para nada…son boletas de políticos argentinos…", me dijo un plateísta. Chau, se terminó la poesía. Pero ahora debería venir lo mejor, ¡empieza el partido! Ay…
Atlético arranco como una tromba y en seis minutos genero seis tiros de esquina. Pero todo ellos fueron despejados sin problemas por los gigantes centrales de Brown. Fue un presagio. A ningún futbolista, porque esto debe ser cosa de ellos, salvo que aceptemos que el entrenador maneja a sus jugadores con un joystick, se le ocurrió buscar una variante. No sé, tocar atrás a un compañero, buscar sorprender al primer palo o por abajo…no, todos iguales. Así eran los ataques. Insistentes pero anunciados y sin un toque de picardía. Y al rival no se le caía una idea. A los 10 minutos la pelota empezó a volar, de un campo a otro, como si nadie quisiera saber nada con molestar a los papelitos que seguían con su danza "política". "La pelota está hecha de cuero, el cuero viene de la vaca, la vaca come pasto, así que ¡hay que hacer que la pelota ruede por el pasto!", aseguran que les grito don Alfredo Di Stefano a sus dirigidos. Medrán debería haber usado eso en el entretiempo. O un pizarrón para dejar en claro porque la pelota es redonda y no cuadrada. ¡Para que ruede, muchachos!!!!
Sigo sin entender como el pibe Luna es suplente. Y porqué cuando entra, lo ponen en una posición que no le hace bien ni a él, ni al equipo. Bueno, el segundo tiempo fue otro espanto. En realidad, se trató de cuatro espantos, dos por tiempo y por cada equipo.
Sacamos un punto que mantiene al equipo bien ubicado en la zona de clasificación, lo que es un milagro jugando de esta manera. Aunque cuando uno ve al resto de la categoría, salvo contadas excepciones, entiende porque ocurre. Sé que a muchos de los exitistas hinchas esto que escribo les molesta, pero es lo que siento. Como mencione en columnas anteriores, esta seguidilla de buenos resultados me alegra, pero está lejos de generarme ilusión. Quiero demasiado al fútbol, ese al que los hinchas prologaron de forma maravillosa, como para conformarme con la nada misma. Y aunque el que gana, o al menos saca buenos resultados, dicen que tiene razón, yo comparto el pensamiento del genial Negro Fontanarrosa. "No sé quién dijo esa frase. Pero la podría haber dicho Hitler luego de invadir Polonia".
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