Por Jorge Ternengo
Tazio Giorgio Nuvolari, Nivola, fue un piloto motociclista y automovilista que nació el 16 de noviembre de 1892 en Castel d'Ario, localidad de Lombardía próxima a Mantua, y murió en esta ciudad el martes 11 de agosto de 1953. Aunque había sufrido muchos accidentes serios a lo largo de su carrera, Nuvolari expiró en la cama, víctima de un mal derivado de su profesión que era, simultáneamente, su enorme pasión.
En el Grand Prix de Pau 1935, una carrera a 222 Km, Dreyfus llegó a ir en cabeza con su Alfa Romeo, pero Tazio estaba jugando con él como el gato con el ratón y se llevó el gran premio urbano sin dificultad a 84,0 Km/h.
El historiador George Monkhouse parece de la misma opinión que Ferdinand y René cuando afirma, en 1952, aún en vida de Tazio, que "se le considera generalmente como el mayor corredor de la historia".
En efecto, aunque se trate de una clasificación poco relevante, porque intenta comparar lo incomparable, Nivola es considerado de hecho por muchos entendidos veteranos como el piloto más grande de todos los tiempos. Sin embargo, su peculiar estilo de conducción fue diametralmente opuesto al de los otros ases europeos de su época (Caracciola, Varzi o Chiron) y al de Juan Manuel Fangio, piloto de una generación posterior que también ha sido honrado a menudo con el mismo título. Pues, mientras que éste tenía por norma "primero, acabar; después, terminar primero", así como "ganar a la menor velocidad posible", Nuvolari no entraba en esos fríos cálculos y elegía ir con el cuchillo entre los dientes del principio al fin de la carrera.
Por supuesto, ambos pilotos fueron unos superdotados, con portentosas facultades innatas y soberbio equilibrio psicofísico, más con estilos tan diferentes… Juan Manuel, una vez que hallaba las curvas óptimas, la respetaba al decímetro en todas las vueltas, pero de Tazio se decía que nunca tomaba una curva dos veces de la misma forma, con sus maneras impacientes que le llevaban a palmear la carrocería del monoplaza como se espolea a un caballo.
Las fotografías de Tazio y Juan Manuel que, gracias a que no habían aparecido aún los cascos-escafandra, nos revelan los rasgos de los corredores en los momentos de máxima tensión, muestran una serena impasibilidad en el piloto de Balcarce y una nerviosa mueca cambiante en la máscara tensa en que se transformaba la faz del mantuano.
Tazio conducía igual que respiraba: agitada o pausadamente pero siempre de forma instintiva. Su determinación obsesiva por el pilotaje más allá del límite no contemplaba la victoria sino como objetivo secundario. A un triunfo cómodo, el generoso Nivola prefería una prueba en la que se hubiera vaciado ofreciendo todo su virtuosismo. En ese sentido, no se sentía decepcionado cuando algunas de sus más dramáticas y bellas carreras -Mille Miglia 1947 y 1948, entre las últimas- terminaban con plazas secundarias o con abandonos aunque esa clásica ya había ornado su palmarés en dos lejanas ocasiones: en 1930 y en 1933, porque los apasionados aficionados sabían agradecerle entusiasmadamente su desmesurada entrega.
Por supuesto, ambos pilotos fueron unos superdotados, con portentosas facultades innatas y soberbio equilibrio psicofísico, más con estilos tan diferentes… Juan Manuel, una vez que hallaba las curvas óptimas, la respetaba al decímetro en todas las vueltas, pero de Tazio se decía que nunca tomaba una curva dos veces de la misma forma, con sus maneras impacientes que le llevaban a palmear la carrocería del monoplaza como se espolea a un caballo.
El espectacular esfuerzo, como un luchador, a Tazio le hacía terminar las carreras exhausto en el mejor de los casos; pues en no menos de 17 ocasiones tendría que ser transportado al hospital en grave estado tras un accidente. Sin embargo, su hambre de carreras le llevaba a abandonar el lecho prematuramente, para retomar el manillar de una moto o el volante de un auto. Así, tras accidentarse en Monza 1925 probando un Alfa Romeo P2, participó dos domingos más tarde en otra prueba de motos, vendado y escayolado todo el cuerpo como la momia de un piloto motociclista y teniendo que ser acoplado a su auto por manos ajenas. Y la carrera, el Gran Premio de Monza y de las Naciones corrido con lluvia, la ganó.
En el Gran Premio de Alessandria 1934 obligaron a Nivola a sacar de la ruta su Maserati, y nuestro hombre se volvió a romper la pierna izquierda; pero de nuevo se escapó de médicos y enfermeras, hizo modificar los tres pedales del auto para poderlos accionar con sólo el pie derecho y se presentó en el AVUS con la pierna escayolada, para terminar 5º.
Otro accidente con vuelco en los ensayos de Trípoli 1936 le fisuró o dislocó una vértebra, además de producirle contusiones generalizadas, pero se empeñó en correr con un corsé de yeso y fue 7º. En los entrenamientos de Donington 1938, de nuevo se fracturó alguna que otra costilla cuando atropelló a un ciervo, y dispuso de una perfecta excusa para no correr.
Pero Tazio no tenía planes alternativos; así que huyó de la clínica y se enyesó él mismo para llevar a la meta el potente y difícil Auto Union nº 4. Y, esta vez, en 1ª posición, batiendo a las restantes flechas plateadas de Lang, Seaman y Müller.
Sabiendo lo que duele e incapacita una costilla rota, no se comprende su disposición preternatural a pilotar a toda costa en estas condiciones. Y menos aún, que pudiera lograr la victoria.
Pero de Tazio Nuvolari podía esperarse todo, y eso es lo que le confirió un carisma y una popularidad superior a las de otros pilotos de su tiempo, más "finos" pero más fríos.
En 1933, invitado por George E. T. Eyston (1897-1979) a correr con un MG K3 Magnette en el Tourist Trophy de Ards, Tazio (que desconocía el auto, con su motor puntiagudo, su estabilidad peculiar, su caja de cambios preselectiva y sus escasos frenos, rompió el récord de vuelta al primer intento, a salida parada. Uno de sus ocasionales compañeros de equipo, Edgar Fronteras, no podía creer que Nivola negociara el ángulo Newtownards Square en 4ª velocidad (en lugar de en 3ª) hasta que lo comprobó personalmente, lo que le hizo afirmar que se hallaba en presencia de un genio. Por supuesto, Tazio Nuvolari ganó la carrera, recorriendo los 770 Km a 126,54 Km/h de media y sin apenas usar los frenos del MG . Además, satisfecho con la caja de cambios Wilson (rápida y precisa, aunque más pesada), hizo instalar una igual en su Maserati 8CM. Nivola ya había ganado esta prueba en 1930.
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