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Deportes

La crítica, la autocrítica y las convicciones

"Que nadie se equivoque, cuando se pierde un partido o un campeonato, siempre habrá otras oportunidades, pero cuando se pierde el estilo, se pierde todo", afirma Jorge Valdano en su libro "Los 11 poderes del líder: El fútbol como escuela de vida".
Agrandar imagen Atlético perdió ante Ferro por la fecha 5 de la Primera Nacional.
Atlético perdió ante Ferro por la fecha 5 de la Primera Nacional. Crédito: D. Camusso
Oscar Martinez

Por Oscar Martinez

La noche del viernes fue pura decepción. Por la derrota en sí, por la manera en que se perdió y por la confirmación de que muchos árbitros no entienden hacia dónde va el fútbol. ¿Por dónde empiezo? Simple, por lo más doloroso, la derrota. Es que Atlético venía bien, invicto, envalentonado después de terminar con la maldición que le impedía ganar de visitante, y con la confirmación que el romance de este equipo y sus hinchas es digno de San Valentín. Entonces, perder en el Monumental decepciona. Claro que esto siempre se puede tomar de dos maneras. Se puede creer soberbiamente que se trató de una secuencia extraña de malditas malas suertes, asegurar que en realidad el resultado fue injusto, y fundamentar que el árbitro influyó. Tres medias verdades, en realidad. O copiarse del entrenador del seleccionado nacional, que tras la impensada caída en el debut mundialista hizo una lectura descarnada de la misma y tomó decisiones que, de haber salido mal, le abrían costado el puesto. Y al equipo el título. Pero siempre el coraje es mejor, asegura Jorge Luis Borges en "Milonga de Jacinto Chiclana". Esas medidas de Scaloni le permitieron encontrar jugadores inesperados como Enzo, Mac Allister, o Julián, que le dieron otra dinámica al seleccionado, además de seguridad con la pelota. Y fuimos campeones. Con Messi.

Si claro, ya sé que no podemos traer a Leo aunque se esté despidiendo de París, pero buscar alguien que piense entre tantos que corren sería lo ideal. Desde hace varios años la intensidad se ha apoderado del fútbol, la gente aplaude cuando alguien se tira al piso y murmura cuando otro hace la pausa, y muchos entrenadores gritan desaforados a sus futbolistas para que "metan" en todos lados. Pero de pronto la revolución la hace un tipo que camina la cancha. Quiero decir que todos los buenos equipos necesitan manejar los tiempos, tener pausa, no necesariamente en un jugador, sino en su estilo. Y tener pausa no es pasarse la pelota sin sentido entre los del fondo, sino saber cuándo acelerar y cuando pisar el freno. Eso permite encontrar variantes en ofensiva. Hasta aquí, Luna, que por algo lleva la camiseta número 10, no se muestra como el indicado. Será decisión del entrenador decidir si sólo quiere un conjunto ideal para el autódromo o uno acorde a nuestro sentir del fútbol. Atlético se pareció en muchos momentos de la derrota del viernes ante Ferro, a uno de esos conjuntos de pibes que corren todos detrás de la pelota. Cuando se va sin control hacia adelante se cae en la frustración de chocar sistemáticamente contra una defensa equilibrada, y hacia atrás…bueno, el segundo tanto de la visita es una muestra de lo que puede ocurrir.

El equipo dejó todo en la cancha y se fue del estadio con la tranquilidad de haber regado el campo de sudor. El problema es que en el entretiempo quedaron todas las ideas en el vestuario. Pero los despidieron con aplausos porque mostraron dignidad, algo que soóo en la derrota aflora. Pero también porque están bien arriba en la tabla. Es que no hay nadie más exitista que el hincha de fútbol, y argentino. Buscar excusas es una estupidez. Demuestra falta de grandeza, debilidad, frustración infantil. Es peor ser un negador que un derrotado. Es un comienzo de torneo que extrañábamos, con nuestro Atlético siendo protagonista e intentando jugar, por eso ante la derrota no se debe mirar para otro lado.

Un último párrafo para el arbitraje. Después del espantoso Mundial de Italia '90, la FIFA comenzó a tomar decisiones fundamentales para que el fútbol, al menos el internacional, sea el que disfrutamos hoy. Pero Argentina siempre parece estar lejos del mundo, y no hablo solo de geografía. Aquí se admiten cosas que en otros sitios son mirados con horror. Por ejemplo, lo que permitió un espantoso solista del silbato, una suerte de grillo en noches de verano, que impidió que el encuentro tenga el ritmo que el fútbol merece. Esto no justifica la derrota de Atlético, que dejó en el final la sensación de que no podría hacer un gol en toda una semana, pero si el fastidio del hincha, el local y el imparcial. La Asociación Argentina de Árbitros debería regalarle a cada juez un televisor sintonizado en la Premier Ligue para que vean lo fundamental que son sus decisiones en la belleza del espectáculo. Sin hablar de la justicia, claro.

Suelo recordar que en el fútbol la muerte sólo dura un rato. Y que el equipo se vio saludable durante algunos tramos del partido del viernes. Que tenga una larga y buena vida depende de la autocrítica y las decisiones que de ella devengan.

La Otra Mirada deportes

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