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Deportes

El viento se levanta

Agrandar imagen Cristian Llama, autor del gol de Atlético vs Villa Dalmine.
Cristian Llama, autor del gol de Atlético vs Villa Dalmine. Crédito: D. Camusso
Oscar Martinez

Por Oscar Martinez

Hay vientos de tormenta sobre el Monumental. Un viento circular que eleva papeles y sueños. Un viento que se lleva lejos las frustraciones de los últimos años. Un viento que acaricia el cuerpo de los valientes hinchas del fútbol, los que llegaron a Alberdi a pesar del clima. Un viento que barre el sueño de Dalmine y empuja la ilusión cremosa. La utopía es el ascenso, pero el sueño que levanta el viento es el de ver un equipo que sea protagonista, que se anime a jugar, que busque siempre ganar, y que se enoje si no consigue la victoria en casa.

Repito parte de lo que escribí tras la igualdad ante Estudiantes de Caseros, veinte días atrás. Los empates son grises y olvidables, salvo que uno remonte una derrota que parecía segura, en el último segundo, lo que lo convertiría en un milagro. La cara de los boxeadores es un canto a la decepción mientras el árbitro, desconsolado también, les levanta los brazos a ambos. Nadie quiere empatar. Tiene algo de incómodo, de falsa armonía, de cosa irresuelta. Está muy bien luchar por la igualdad de oportunidades desde la política y la sociología, como asegura Hugo Asch. Pero individualmente y desde la virtud, la igualdad hace agua por todos lados. En la temporada 88/89, la AFA intentó eliminar el empate agregando una tanda de penales que le otorgaba un punto más al vencedor. Fue un fracaso. Pero sumar apenas una unidad y volver a casa pensando que «al menos no perdimos…aunque debimos ganar…» pateando piedritas con las manos en los bolsillos y la radio apagada para que nadie nos recuerde donde quedábamos si sumábamos de a tres. Eso no es para los hinchas de fútbol. Uno piensa, inevitablemente, que cuando se juega en el Monumental hay que ganar. Y no lo hacíamos.

Recordé lo de Estudiantes, justo el equipo al que debimos superar por dos o tres a cero y nos terminó empatando el final. Un partido que Atlético dominó ampliamente, que contaba con un futbolista más, dispuso de varias situaciones de gol que terminaron desperdiciadas, y no sufría en su arco. Muy parecido a lo de este domingo. Pero al menos aquella vez ganábamos. Y esta vez no había manera. Si hasta el genial pibe Luna tuvo un par de situaciones muy claras, una que pegó en el palo y la otra que no alcanzó a empujar casi en la línea de gol. Nada. Y Bieler ausente. A propósito de este, mucho deberá analizar el cuerpo técnico. O el goleador está con la cabeza en otro lado, o el sistema lo perjudica. Porque no se trata de que esté peleado con su eterno socio, el gol. Sino que está siempre lejos de la pelota y del arco contrario. Cuando Claudio va, el equipo viene. Y se lo extraña.

El fútbol, fundamentalmente en el ascenso, está lleno de futbolistas que saben jugar de memoria y corren como poseídos. Pero nadie, menos ellos, saben bien de que se trata jugar bien. Con sus herramientas, hacen lo que pueden. Por el contrario, hay un número pequeño de sabios que hacen lo que deben casi siempre y lo que sorprende, algunas veces. Estos últimos aplican una lógica matemática para que el partido no se desestabilice, parecen exploradores en la búsqueda permanente de espacios aprovechables y son detonadores de los partidos cuando vislumbran una oportunidad de peligro. De Luna no voy a volver a hablar porque ya dije que su juego siempre me ilusiona, tengo la permanente sensación cuando le llega la pelota, de que algo especial está por ocurrir. A Cristian Llama, en cambio, no lo vi jugar bien casi nunca desde que llegó al club. Sin embargo su palmarés queda expuesto y certificado cuando golpea la pelota. Ahí su calidad queda clara a pesar de sus años. Este domingo, cuando el viento no conseguía mantener en el aire nuestras ilusiones de triunfo, acarició la pelota para decretar una victoria que vale oro. Después se fue a festejar justo delante de la bandera que dice Gracias en letras enormes y al costado de la imagen de Maradona. Claro que eso lo vi recién este lunes. El domingo no pude hacerlo mientras gritaba a los saltos.

El viento acarició los brazos y los abrazos de un descontrolado festejo Celeste. Dentro y fuera de la cancha. Claro que el viento no siempre sopla para el mismo lado. Este domingo, por ejemplo, amaneció siendo del norte y terminó del sur. En el día que inicia la primer semana tras las elecciones dirigenciales. Será bueno mantener la compostura, los impulse para donde los impulse. Por el bien del club. Que esta fuerza nos siga llevando hacia arriba.

La Otra Mirada deportes fútbol Atlético de Rafaela

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