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Deportes

Dios fue tuerca

Jorge Ternengo

Por Jorge Ternengo

El 16 de julio de 1967, en el Autódromo "Oscar Alfredo Gálvez" de la Capital Federal, se disputó una fecha del Campeonato de Turismo Carretera, quizás la que los hinchas esperaban con mayor ansiedad ese año y la que resultó la más accidentada.

Antes de pasar al relato es necesario recordar dos datos que ayudarán a una mejor comprensión del mismo. El primero es que ese año se produjo el debut de los Torino en el TC y que ese auto, ganador ya en su debut en San Pedro, demostró virtudes que se irían puliendo en los meses siguientes y que provocaron un cambio de mentalidad en la categoría, que en definitiva llevó aires de renovación y marcó el comienzo de una nueva era.

La magia de Berta con un motor argentino y la concepción moderna en un auto nacional fueron los abanderados de un proceso de exigencias y provocaron el impacto que se necesitaba para ir hacia lo moderno. Ese año bien puede definirse como un año de revolución, con autos nuevos, con caras nuevas, con nombres nuevos. El segundo dato es que la fábrica I.K.A. (Industrias Kaiser Argentina) formó para su participación en el TC de un equipo oficial constituido por tres Torinos, tripulados por Eduardo Copello, Héctor Luis Gradassi y yo, al que, con el paso de las carreras la gente y el periodismo dieron en llamar la C.G.T., sigla que respondía a la primera letra de cada uno de nuestros apellidos.

Recordado lo anterior, es momento de pasar al relato de por qué digo en el primer párrafo que, si bien fue la carrera más esperada del año, sin duda también se llevó el título de la más accidentada.

Ese 16 de julio debutaron para enfrentarse con el mito de la imbatibilidad de los Torinos en circuitos, el prototipo Ford F100, concebido y realizado por los técnicos de Competición S.A., y el Bergantín 7 bancadas, de los hermanos Bellavigna, que conducía Andrea Vianini, capaz de llevar el auto con la solvencia necesaria.

Las fábricas, los preparadores y las hinchadas de las marcas tradicionales de la categoría veían renacer sus expectativas con la presentación de los nuevos autos que se sumaban a la lucha.

El ordenamiento de largada mostraba en la primera fila a Viale, Copello, Cupeiro, Gradassi y Vianini. La primera vuelta lo mostró al Ford de Viale en la punta. Pero mientras esto sucedía, muy pocos prestaban atención a lo que ocurría frente a los boxes: en el sitio de la largada, allí, en el medio de la pista, inmóvil, con un problema insoluble de diferencial, se encontraba la cupecita Ford de Ampacama, apodo de Julio Devoto. Desconcierto, banderas que se agitaban, particulares que cruzaban la pista, agentes de Policía que realizaban señales, pero que lograron la detención los primeros autos, los del lote puntero. Ellos habían visto las señas de los banderilleros y, por lo tanto, las acataron y se detuvieron en el punto de partida, sin saber a ciencia cierta qué ocurría.

Allí estuvo el error, porque el grupo que venía más atrás y que no había advertido lo anormal de la situación, se encontró con las vías de escape tapadas y sin tiempo ni lugar para intentar maniobra alguna. Hubo de todo: rebajes, cambios, bloqueo de frenos, autos que pasaron por el pasto y otros, casi todos, que se asemejaban a autitos chocadores.

Chapas abolladas, rotura de tanques de nafta que perdían el combustible a borbotones, la aparición aislada de algunos extinguidores. Gestos de asombro en pilotos y público, órdenes y contraórdenes de gente que sabía cómo actuar y de otra que no tenía ni idea, pero se metía igual. Los pilotos abandonamos los autos con la mayor celeridad posible. Marincovich, cuyo coche quedó prácticamente inutilizado, se tiró por la ventanilla de su Torino ante la vista del chorro de nafta que se escapaba del tanque. Los corredores circulábamos entre los autos a los de: "¡Nadie fume, nadie fume. Cuidado con la nafta!", ya que el combustible, en algunos lugares, nos llegaba hasta los tobillos; hasta que, finalmente, los Bomberos entraron en acción. En realidad, creo que en ese momento nadie tuvo conciencia del desastre que pudo producirse. Pudo ocurrir una tragedia, solamente un milagro impidió que no se generara un incendio de proporciones.

Fueron muy pocos los autos que se salvaron de recibir ásperas caricias, pero casi todos sufrieron averías, en mayor o menor medida; por ejemplo, el prototipo Ford no pudo largar nuevamente. Después de un largo tiempo y un esforzado trabajo, la pista quedó en condiciones para que se reiniciara la competencia, en la que resultó ganador Andrea Vianini con la Garrafa, un piloto y un auto que debutaban en TC y se imponían a los Torinos oficiales.

Con respecto a lo ocurrido, que -afortunadamente- terminó como un múltiple choque, con mucho ruido, bastante susto y gran cantidad de trabajo para los mecánicos, habría mucho que analizar y decir.

¿Responsabilidades? Muchas y variadas. Las cosas no ocurrieron porque sí, ¿quién o quiénes estaban a cargo de la seguridad? Por lo sucedido se puede asegurar que nadie, todo se dejó en manos de Dios. Muchas veces oí decir que Dios es tuerca; sinceramente, les puedo asegurar que en esta oportunidad, además de eso, desplegó todas sus estrategias y se despachó con un milagro de aquellos. Sólo así puede explicarse que hayan quedado nada más que hierros retorcidos.

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