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Deportes

Alcaraz escribe la historia

El español, actual número 1 del mundo a los veinte años, dejo en claro que está dispuesto a ser la estrella de la nueva época del tenis masculino. Y lo hizo tras ganar su segundo Grand Slam, en Wimbledon, en una final cinematográfica ante un Novak Djokovic de leyenda.
Oscar Martinez

Por Oscar Martinez

“La belleza no es un objetivo de los deportes competitivos, pero los deportes de alto nivel son escenarios privilegiados para la expresión de la belleza humana. La relación se aproxima a la que existe entre la valentía y la guerra. La belleza humana de la que hablamos aquí es una belleza muy particular; la podríamos llamar belleza cinética. Su poder y atractivo son universales. No tiene nada que ver con el sexo o normas culturales. Pero si pareciera tener relación, en el fondo, con la reconciliación del ser humano con el hecho de tener un cuerpo”, David Foster Wallace, genial escritor estadounidense, ferviente admirador de Roger Federer.

Nunca antes habíamos visto en el tenis que, durante tanto tiempo, solo tres jugadores dominen el circuito de esta manera. Desde Roland Garros 2005 y hasta la fecha, lo que incluye 72 torneos de Grand Slam, en 69 de ellos al menos un miembro del Big Three estuvo en la final. Y 61 de las 69 fueran ganadas por ellos. Esta supremacía se da, incluso, ante el lento retiro de Roger Federer, que gano por última vez en Australia 2018 y la lesión de Rafael Nadal a comienzo de año. Hay muchas cifras mareantes. Por ejemplo, entre ese Roland Garros y Wimbledon 2012, siete años, Federer, Nadal y Djokovic ganaron 29 de 30 Grand Slam. Fantástico. El que arruino la secuencia fue Juan Martin Del Potro en el US Open 2009. Se habla solo de los grandes torneos por ser los más representativos y porque extender las cifras hacia abajo carece de sentido. Y abruma. Claro que no solo se trata de supremacía en resultados, porque la rivalidad entre ellos impulso el nivel de juego de unja manera asombrosa, lo que llevo a hacer mas abarcativa aquella reflexión que Foster Wallace.

Novak Djokovic, el serbio que fue observado de reojo durante años en el armado del mágico Big Three, se adueñó del récord de los récords. Ganó una discusión que no se abrirá al menos en una década. Mantenerse de pie mientras los otros caen, también es un mérito. A los 36 años, con el suizo retirado oficialmente en septiembre pasado, y con el español fuera del circuito, al menos, hasta fin de temporada, Nole los observa desde la cima. Ganó, en Roland Garros, el título número 23 de Grand Slam, uno más que Rafa, tres por encima de Roger. Da la sensación de que ya es un golpe de KO a los libros de historia del tenis. Federer, para la mayoría en la que me incluyo, es el embajador más elegante entre los grandes campeones de esa misma historia. Nadal, el competidor más feroz de todos los tiempos. Pero Djokovic en los números, los mira a todos desde lo más alto.

Esto ha ocurrido fundamentalmente porque los tres son tenistas fenomenales, pero también ha ayudado el hecho de que las generaciones de grandes jugadores que debieron ponerlos en jaque nunca terminaron por convertirse en grandes campeones. Salvo Andy Murray, que pudo transformar la denominación a Big Four, pero las lesiones no lo dejaron. Claro que la pregunta que usted seguramente se ha hecho vale, ¿no pudieron los jóvenes destronarlos por falencias propias o por la grandeza inconmensurable del trio?

Pero todo tiene un final. Y aunque Djokovic sostenga con su presente que “los 36 años de hoy son los 26 de hace unas décadas”, la realidad marca que esta yendo lentamente hacia el final de su gloriosa carrera. Y aunque esté en condiciones de seguir agregando logros a su lista doradas de records, ahora le ha aparecido otro enorme campeón que lo ha desafiado. Y tiene solo veinte años.

Hay grandes jugadores y grandes campeones. No es lo mismo ¿Que es Carlos Alcaraz? Al igual que los integrantes del Big Three y muchos otros en la historia, una simbiosis de ambos. Tiene un enorme talento, es receptivo, tiene admiración por su entrenador, y un carisma gigantesco. Es un superdotado. Creativo y osado. Fascinante para lanzar un drop-shot desde el fondo del court y feroz para impactar drives a la carrera. Alcaraz, por momentos, fulgura con galera y bastón. Pero también se muestra desprejuiciado y aguerrido cuando es llevado al límite, una acción que hoy casi nadie puede lograr. Y ha conseguido sobreponerse a situaciones de extrema presión, incluso cuando ante una de ellas su castillo se desmorono. En la ocasión siguiente, ante el mismo rival, salió victorioso.

“Absorbió la actitud de Nadal, la variedad de golpes de Federer y el juego defensivo de Djokovic. Es como esas grandes bandas de los años 60 que se inspiraron en los Beatles para escribir música maravillosa. Alcaraz tomó lo mejor de los 3 grandes”, dijo de él Mats Wilander, ex número uno del mundo y ganador de siete títulos de Grand Slam. Alcaraz gano el US Open con 19 años para convertirse en número uno del mundo tras la ausencia de Djokovic, por eso todos esperábamos ver qué ocurriría en Roland Garros, porque Carlos no jugo Australia. Y en el choque entre ambos, en semifinales, un calambre nervioso condiciono al español, que perdió fácilmente sin aceptar la opción de retirarse. Muchos aventuraron que sería otro de los grandes jugadores que se devoraría la sombra del Big Three.

Se vieron otra vez en la final de Wimbledon. En apenas 34 minutos, el balcánico le dio una paliza estratégica y emocional a Alcaraz en el primer set. Lo maltrató con raqueta, lo hizo sentir un novato. Los fantasmas de Roland Garros sobrevolaron la Catedral del tenis. Pero Alcaraz, entrenado por un sabio como el Mosquito Juan Carlos Ferrero, alguien que supo lo que es llegar a la cima del mundo y ganar un Grand Slam, esta vez no se amedrentó. Mostró de qué está hecho. Se sintió como en un ring de Las Vegas y aceptó el intercambio de golpes. Wimbledon 2023 podrá ufanarse por haber ostentado una final cinematográfica, de cuatro horas y 43 minutos, ganada por Alcaraz, con un score de 1-6, 7-6 (8-6), 6-1, 3-6 y 6-4. Fue una maravilla.

Djokovic no perdía en el court central de Wimbledon desde la final de 2013, ante Andy Murray. Su récord se cortó en 45 triunfos (sus derrotas de 2016 y 2017 habían sido en el Court 1). En la rueda de prensa fue contundente: “El juego de Carlos consiste en una mezcla de determinados elementos de Roger, Rafa y míos. Tiene lo mejor de los tres. Tiene una gran resiliencia mental y una gran madurez para alguien de 20 años. Es impresionante. Tiene esa mentalidad de toro español y esa competitividad y espíritu de lucha que hemos visto en Rafa durante tantos años. Tiene reveses deslizándose y algunas similitudes con mis golpes. Nunca he jugado contra un tenista como él en mi carrera. Roger y Rafa tienen sus propias fortalezas y debilidades. Pero Carlos es muy completo”.

Alcaraz tiene todo, absolutamente todo, para cambiar la historia. Decir que se convertirá en el más grande tenista jamás visto suena a locura. Pero me animo a hacerlo. Claro que habrá que esperar al menos una década para saber si estoy en lo cierto. Y rogar para que las lesiones no amenacen su físico. Nunca, salvo por John McEnroe y Roger Federer, he visto a un tenista mover con tanta soltura y facilidad su muñeca para manejar una pelota que viene encendida. Nunca vi antes volear con tantas variantes salvo, otra vez, a Roger y a Stefan Edberg. Y solo Gustavo Kuerten me ha parecido más feliz que Carlos dentro y fuera de una cancha de tenis, soportando las presiones de la fama y las exigencias del profesionalismo. No hace falta mencionar su personalidad, la final en Wimbledon lo hace evitable.

Algo está claro, a pesar de esa maravilla llamada Novak Djokovic, la llama que ilumina el tenis está cambiando de mano. Y lo hace para alumbrar una nueva época. Es una verdadera suerte haber sido testigo de la anterior. Y poder imaginar la próxima.

La Otra Mirada tenis Carlos Alcaraz

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