Por: Alcides Castagno. Para conocer historias, anécdotas, ansiedades y triunfos del "Nene" Ternengo, es suficiente con leer sus columnas, escuchar sus audiciones radiales o detenerse al encontrarlo cualquier día por la calle, con su andar inconfundible, su ritmo lento, su sonrisa pronta. Optamos por aquella vez en que nos citamos en el taller de Vittori y allí, sentado sobre la rueda delantera del primer coche que la Peña ARA le confió, echara a volar sus memorias y sus saberes. Fue como si el contacto con el viejo y todavía lustroso MAF1 le inyectara una dosis más de la antigua pasión que nunca le faltó.
La ilusión
"Para todos los que queríamos correr en esa época la ilusión eran las 500 Millas. Yo empecé con este auto (señala el blanco número 32 en cuya rueda se sienta) gracias a la peña ARA. Debutamos en Sunchales en el año 64 y en las 500 Millas participamos, pero con poca suerte, ya que se rompió una pieza y no pudimos seguir. El primer triunfo fue en Carlos Paz en un circuito callejero. Aquí en el óvalo daba 200 a 220 kilómetros por hora, calculo, porque los autos de carrera no tienen velocímetro. Era el tiempo de los motores delanteros. Después vino el tiempo de los motores en popa y corrí una vez con piso de tierra y después en el asfalto. Era un óvalo muy veloz, sin chicana, que es como nació esta pista y a mí me parece más peligroso con chicana, sólo que hay que vigilar las cubiertas por su desgaste al girar siempre en el mismo sentido. El reglamento nos mandaba parar dos veces. Yo paré las dos veces más una por una goma pinchada e hice 215 de promedio, bastante bueno. En el 69 corría con Di Palma, Requejo, Sotro, y muchos más porque la fórmula uno en ese momento era muy popular, tanto o más que el TC. Las 500 Millas era muy esperada, larga y difícil con 172 vueltas que duraban 3 horas y media. Al haber más velocidad era más peligroso pero más interesante para el público. Después de la fórmula uno vino el Turismo Carretera y más o menos en el 85 dejé de correr en F1. Como yo venía de las motos, me resultaba más atractivo el monoposto, sentía el aire, parecía más libre y mejor para manejar".
Accidentes
"La gente me pregunta por qué los accidentes, por ejemplo, no acobardan o tientan a dejar de correr y yo les digo que la pasión es mucho más fuerte, se lamentan los accidentes pero enseguida uno se repone y quiere seguir. Cuando gané en Rafaela en el 69 fue mi mayor satisfacción: primero porque siendo rafaelino gané en Rafaela, con un auto hecho en Rafaela y eso es algo que no a muchos corredores se les da esa oportunidad. Fíjense por ejemplo en Ortelli, que ganó varios campeonatos y nunca pudo ganar en su ciudad, porque no hay autódromo. Empecé desde muy chico porque mi padre corría y yo iba con él; mi hermano también corría, así que a los 9 o 10 años yo andaba dando vueltas por las pistas. Después vino la increíble vida de las peñas, donde todo funcionaba a fuerza de entusiasmo; cada uno ponía lo que estaba a su alcance, se organizaban rifas y ventas de comidas para armar el auto y ponerlo a punto, con todas las ilusiones de competir. Tengo una anécdota con este auto 32 de la peña ARA, el primero que tuve: lo probamos montones de veces, corrigiendo, poniendo a punto, mejorando y así hasta la carrera. Estaba todo bien. Cuando se largó alcancé a dar media vuelta y se rompió el cardan, una pieza que no tenía mayores dudas, pero se rompió. Con el envión llegué a boxes con toda la amargura, había gente grande que lloraba por tanto esfuerzo inútil. Así es la vida del automovilismo. En el 67 yo corría con un chassis Ferrari también de la peña ARA y hubo un accidente muy grande con un chico Manavella, de Río Cuarto; fue un momento en que yo lo paso en la recta antes de llegar a la curva Sur, él nunca había corrido acá. En este circuito, cuando alguien te pasa tenés que levantar el acelerador porque el que te pasa te succiona; él no lo hizo, entró en mi succión y me pasó por arriba, el auto de él se destrozó, él voló con los pedazos que fueron hacia el público y hubo muchos muertos: fue un accidente terrible. Había poca seguridad, el público estaba muy cerca del circuito sin más protección que un alambrado o un tejido; después se fueron sumando elementos, como cuando vinieron los de Indianápolis".
Familia
"Tuve la suerte de conocerlo a Fangio y para mí fue lo máximo, lo mismo que Senna en lo internacional. Hubo una época en que corría yo, corría mi hermano y corría mi padre; salíamos los tres y mi madre saludaba, no escuchaba la radio y esperaba nuestra vuelta. Cuando debuté con este auto en Sunchales di varias vueltas primero y me empezaron a hacer señas de boxes que levante, que vaya más despacio; yo no entendía nada, cuando llegué a boxes, salí tercero, pregunté qué pasaba y me dijeron que era porque iba demasiado rápido y me podía pasar algo. Se imaginan cómo me engrané. Fangio, que era amigo de mi padre, comentó: mejor si no ganó en la primera, si no iba a creer que es Fangio".
Jorge Juan Ternengo nació un 26 de noviembre de 1935 en Cosquín, a los 9 años su familia se mudó a Rafaela y en los años 60 y 70, después de probar con un cucciolo, lució en las pistas de motociclismo, mecánica nacional F1, Turismo Carretera, Sport Prototipo y Club Argentino de Pilotos. La participación con el advenimiento de los Torino en el equipo IKA con Eduardo Copello y Jorge Gradassi (la famosa C.G.T. por sus iniciales) significó otro espaldarazo para la creciente experiencia del "Nene" y el genio de Oreste Berta a sus espaldas y la eficiente compañía de Segundo Guntren en la butaca de al lado. La vuelta de Bahía Blanca en TC lo encontró por primera vez con la bandera a cuadros en la categoría. Fue campeón de F1, corrió el Halcón Ford de Heriberto Pronello, un Datsun 280 ZX en el Club Argentino de Pilotos y un día dijo adiós a los circuitos pero no al automovilismo, al que siguió y sigue ligado con sus aportes en un libro, en el Diario CASTELLANOS de Rafaela y participaciones radiales.
El curvón Norte del óvalo rafaelino lleva su nombre y uno no puede evitar el recuerdo de los tres Torino saliendo de allí hacia la meta triunfal con sus luces encendidas. ¡Salud, Jorge Nene Ternengo, un poco héroe y otro poco loco!
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