Por Alcides Castagno
En el extremo suroeste de la ciudad, en un sector con parcelas que esperan sus edificios, una calle echa luz sobre la personalidad de un muchacho que llegó a Rafaela a los 22 años, en 1924. Su nombre, Federico Juan Luchetti, hijo de Ezequiel, un carpintero de San Francisco. Vino a Rafaela para construir su propia historia, como fabricante de carrocerías de madera para camiones y vehículos en general, oficio que había aprendido desde los 17 años. Asociado con Pedro Bonafede, instalaron una fábrica de ese rubro en un galpón de calle Alem. Poco tiempo después de iniciados, en 1925, ya podían acreditar muchos trabajos que cimentaron su prestigio, entre ellos el primer camión para transporte de hacienda carrozado para el Frigorífico Fasoli, hoy Rafaela Alimentos. Cuando finalizó el contrato societario con Bonafede, continuó con una carpintería por cuenta propia.
Familia
Decidido a formar una familia, Federico concertó un breve noviazgo con Antonia María Baroni, una muchacha rafaelina que ejercía el magisterio en Lehmann. Se casaron el 28 de junio de 1930. En ese momento, tenía en construcción su casa de calle Agustín Álvarez, por lo que cuentan que Federico le planteó la opción a su flamante esposa: ¿Terminamos la casa o nos vamos en luna de miel? Antonia coincidió con su esposo en que la prioridad era la casa; el viaje podía esperar. Allí viven hoy sus descendientes, con sus espacios amplios, techos altos y abundancia de muebles cargados de recuerdos. Tuvieron cuatro hijos: Ezequiel Juan, que heredó la pasión por volar, estudió en la Escuela de Aviación en Córdoba y se estableció luego en Mendoza como piloto comercial y mecánico de aviones; Elena Agustina, que al casarse fue a vivir a San Francisco; luego Jorge ("Bubi"), auxiliar en el sector Suelos del INTA y, 12 años después, Ana María, profesora de Biología.
Hombre múltiple
La carpintería era su principal fuente de sustento y de lucimiento; sin embargo, no era su única inquietud. Su afición por la fotografía dejó testimonios perdurables que aún están archivados y en los que aparecen tomas aéreas de la ciudad, registros de monumentos, de acontecimientos deportivos como las 500 Millas, y diversos paisajes urbanos desde la superficie o desde el aire, ya que su espíritu de iniciativa no se detenía. Así fue como retomó una de sus inquietudes mayores: la aviación. Junto a Francisco Soldano, impulsaron la fundación del Aero Club Rafaela, concretada el 1° de marzo de 1925. Luchetti retomó sus lecciones como piloto de aviación, que había iniciado en San Francisco siendo muy joven. Recién en 1944 gestionó su brevet de piloto, que en ese momento se otorgaba en Santa Fe.
Con el entusiasmo característico de sus emprendimientos, gestionó y formó una cuadrilla de tres aviones que, en 1945, concretó una travesía hasta San Pablo, con motivo de la celebración del cuarto centenario de esa ciudad brasileña. Allí se encontró con pilotos de toda América, intercambiando experiencias y aprendizaje. Federico le había tomado confianza a eso de andar entre alas, subir y bajar a voluntad, sin que la gravedad importe. Empezó a intervenir en festivales aéreos y su nombre comenzó a tenerse como referencia en Rafaela, Rosario, Santa Fe, San Francisco, Villa María, Río Cuarto, Morteros, Paraná, Diamante.
La aviación fue la mayor pasión de Federico, aunque no la única. Montado en su moto Harley Davidson modelo 25, tuvo resultados destacados en la región. También practicó fútbol en su ciudad natal, siendo todavía adolescente.
Estampillas y monedas
Una inquietud menos visible pero particularmente intensa fue la dedicación de Federico por la colección de estampillas y monedas antiguas, para lo cual incorporó una máquina de escribir Underwood, con la que se comunicaba vía postal con otros aficionados del País y del exterior. Cuando se constituyó el Centro Filatélico, fue su presidente; las reuniones de actualización e intercambio se realizaban en el Centro Ciudad de Rafaela. Dentro de sus posibilidades, viajaba para visitar y relacionarse con otros corresponsales filatélicos. En mérito de su dedicación, fue declarado socio vitalicio de la Asociación Filatélica de la República Argentina. Evidentemente, su espíritu participativo, emprendedor y perfeccionista, lo incluyó en diversas entidades, como el Jockey Club Rafaela, el Club Atlético de Rafaela, el Club de Planeadores, la Sociedad Italiana Vittorio Emannuele II y ocupó varios cargos en el Aero Club.
Docente
La carpintería no fue sólo un medio de subsistencia para Luchetti; para canalizar la difusión de su oficio, fue convocado para dictar clases con motivo de la creación del Taller de Educación Manual N° 70, que funcionaba en un sector del edificio compartido con la Escuela "Alberdi". Allí empezó como docente, después como director, en una actividad que le satisfacía y en la que estuvo 30 años, hasta su jubilación en 1966. En su momento fue el único taller de carpintería con fines educativos, por lo que era compartido por varias escuelas. En el año 2005, durante un acto alusivo, se impuso el nombre "Federico Juan Luchetti" al taller de Educación Manual 3070. Antes, por Ordenanza 2.054 del 16/11/84, se impuso su nombre a una calle del barrio Villa Aero Club.
El maestro Luchetti, además de enseñar, fabricaba bancos de carpintero de un modo artesanal y cada uno que entregaba llevaba adherida su historia. Al morir, el 31 de marzo de 1982, estaba terminando el banco número 21. Cuando vino a Rafaela la delegación de Sigmaringendorf para el hermanamiento, en 1981, Federico, por un impulso de buena voluntad, le obsequió al burgomaestre un cepillo de carpintero.
Vital, inquieto, en la búsqueda permanente de nuevos caminos, preferentemente de servicio, Federico Luchetti fue un protagonista necesario. Su herencia familiar, compartida con el recuerdo afectuoso de sus exalumnos, han hecho de su memoria un modelo y de su ejemplo una escuela. Tuvo muchas actividades, pero la principal siempre fue la de ponerle alas a la vida.
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