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Opinión

Es momento de lidiar con la realidad

Después de la derrota del año pasado a Alberto Fernández le quedó claro que su supervivencia ya no depende de una gestión que difícilmente pueda encarrilar, sino del respaldo político de Cristina Kirchner. Por eso abandonó cualquier pretensión de autonomía, si alguna vez la tuvo, para ponerse bajo el amparo político de la vice.
El martes en el Congreso dio la enésima prueba de esa decisión. Su informe sobre el estado de la Nación consistió en un discurso extraído directamente del relato "K", sin contacto con la realidad y redactado a la medida de su vice.
Se trató de una pieza canónica de ficción kirchnerista en la que habló de "logros invisibilizados" de su gobierno, del éxito del manejo de las vacunas para el Covid y de un renacimiento de la economía.
Varios opositores se asombraron del carácter alucinatorio del mensaje, pero el Presidente no les estaba hablando a ellos, sino a ella, su jefa, la garante de la gobernabilidad, aunque también sea cierto que ya mandó a su tropa a abandonar el barco ordenada y progresivamente. El primero fue en hacerlo su hijo Máximo que ni siquiera concurrió a la asamblea legislativa. Sin embargo, no le soltó todavía la mano a Fernández y se duda de que lo haga. La ausencia de Máximo Kirchner es un dato importante casi "invisibilizado" por los medios dicho en jerga albertista.
En el último tramo de la negociación de Martín Guzmán la Cámpora posteó discursos de Néstor Kirchner con diatribas contra el FMI, en otro intento de tomar distancia del Presidente que cuestionan, pero sin abandonar los cargos de poder y de caja. El ministro del Interior paseaba por Madrid mientras tanto.
Por su parte Fernández completó la tarea de congraciarse con la vice con una promesa renovada de persecución penal a Mauricio Macri y descalificaciones a la Corte Suprema, las dos bestias negras que obsesionan a CFK.
Pero la principal muestra de encuadramiento presidencial no estuvo en el mensaje a las cámaras sino en los hechos: postergó el envío del acuerdo con el FMI al Congreso hasta 72 horas después de la Asamblea Legislativa para que la vice pudiera alegar presunción de ignorancia.
El acuerdo con el FMI se ha convertido en la piedra angular de la política nativa y al mismo tiempo testimonio de la frivolidad de una dirigencia que dedica sus mejores esfuerzos a evitar pagar costos políticos en lugar de buscar una salida a la crisis.
El Presidente demoró en encarar el problema de la deuda con el FMI, se quedó sin reservas y ante la emergencia debió aceptar las condiciones del organismo. El oficialismo se ha dividido por la cuestión y Cristina Kirchner tuvo que tomar la decisión esquizofrénica de sacar a su hijo de la presidencia del bloque de diputados del oficialismo pero sin condenar el default ideológico de Fernández.
El Presidente por su parte no se queda atrás en materia de extravagancias: quiere pasar el costo político del ajuste al macrismo, haciéndole avalar en el Congreso el programa que pactó con el FMI. En pocas palabras quiere que el macrismo, que pagó el costo electoral del aumento de tarifas en 2019, vuelva a pagarlo en 2023. Fantástico.
A este escenario estrafalario la oposición suma su propia anarquía. Advierte sobre la insólita pretensión del kirchnerismo de echarle en la mochila un ajuste que tendrá seguras consecuencias recesivas y empobrecedoras, pero no está en condiciones de actuar en conjunto por falta de liderazgo (ver VISTO Y OÍDO).
Hay un ala colaboracionista liderada por el radical Gerardo Morales que se allana a los reclamos de la Casa Rosada. Este sector y la Coalición Cívica permanecieron en sus bancas a pesar de que el PRO se retiró de la asamblea el martes ante los embates del presidente. Ahora el gobierno les exige aprobar un proyecto que significa no sólo habilitar el endeudamiento, sino también el programa económico de Fernández/CFK.
Inicialmente se negaron y rechazaron el primer borrador que les mostró el oficialismo, pero el viernes el gobierno presentó directamente en Diputados un proyecto para "pegarlos" al ajuste.
Juntos por el Cambio resolvió entonces tomarse el fin de semana para adoptar una decisión definitiva. La anunciará el lunes después de escuchar en las comisiones de Presupuesto y de Finanzas a los funcionarios del gobierno.
Pero si el acuerdo con el Fondo termina aprobándose en el Congreso con el apoyo de la oposición y la oposición de la Cámpora va a quedar demostrada no sólo la disfuncionalidad del Frente de Todos y del sistema de partidos en general, sino también que el kirchnerismo perdió aptitud para tomar decisiones de gobierno; que sólo es apto para ocupar cargos, pero que cuando llega el momento de lidiar con la realidad cuadros y militantes inician la retirada.

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