Por Martín Lehmann
Es indudable que en las últimas décadas hubo un gran cambio en la forma en que nos comunicamos. Veníamos de varios siglos en los que leer era un hábito necesario para estudiar o informarse. No poder hacerlo o estar poco entrenado en ello era equivalente a estar excluido y ser presa fácil de los poderes de turno.
En relativamente muy poco tiempo nos convertimos en una sociedad en la que prima la comunicación fotográfica y pictórica. Algunos dicen que es una regresión al tiempo de las pinturas rupestres, pero yo tiendo a creer que es solamente un giro más de los tantos ciclos que nos regala la historia de la humanidad.
Volviendo al asunto de las imágenes, pensemos en aquellos contenidos que más consumimos en redes sociales: ¿nos atrae más una foto con poco texto? ¿O preferimos leer varios párrafos para enterarnos del mismo tema?
Esto, con el tiempo, nos ha ido acostumbrando a priorizar más la adquisición de información de formas pasivas como mirar y escuchar, en vez de activas como leer o preguntar. Pero no es objeto de este artículo analizar qué época es mejor que la otra, sino señalar algunas diferencias que pesan en la actualidad, especialmente de cara a un nuevo año electoral.
Realidad propia o ajena
En el mundo de las noticias es tal vez donde más quedan en evidencia estos nuevos hábitos. Hay tal abundancia de información, que por una cuestión lógica de tiempo no tenemos la capacidad de enterarnos de los detalles de cuanto acontecimiento se nos presente en los medios de comunicación. Y como el que mucho abarca poco aprieta, solemos recurrir a una mirada superficial leyendo solo los títulos o quedándonos con la primera impresión que nos dio una foto.
Mientras seamos conscientes de que esa pequeña porción de la noticia no necesariamente refleja lo que realmente ocurrió, no hay problema. El inconveniente comienza cuando damos por sentado que ese fragmento breve que vimos en las redes, o incluso en la televisión, es representativo de lo que realmente ocurrió.
Por ejemplo, muchas veces se han publicado posts en redes tomado frases del Papa Francisco, escritas junto a una foto de él. Más de una vez han causado confusión por ser sacadas de contexto. Pero el problema no radica tanto en el emisor del mensaje, sino en el receptor, que no teniendo el hábito de leer, preguntar y profundizar, no se tomó el trabajo de dudar y buscar ampliar aquella escueta pieza gráfica que se cruzó mientras se desplazaba por la pantalla de su celular.
Lo mismo vale para la televisión. Aunque hoy abundan los canales de noticias, la manera ligera en que son tratados -en general- la mayoría de los casos, hace que los televidentes acostumbrados a consumir pasivamente el contenido frente a la pantalla, no tengan el suficiente criterio para dudar y poner en tela de juicio lo que están mirando.
Esto que cuento acaba de quedar demostrado nuevamente hace muy pocas semanas cuando la influencer Valentina Ortiz, cuyo canal de YouTube tiene más de 300 mil suscriptores, publicó una minuciosa investigación del "Caso Palermo". Ese es el nombre popular de una causa judicial en la que en 2022 seis jóvenes fueron acusados de haber violado a una mujer dentro de un auto en ese barrio porteño. Por meses los noticieros repitieron sin mucho sustento que eso había efectivamente ocurrido y ya daban por condenados a los denunciados.
Pero la investigación publicada por Ortiz reunió de una manera excepcional un conjunto de evidencias objetivas que demostraron lo contrario. Entre las pruebas estaba la grabación de una cámara de seguridad que de forma clara contradice a la principal testigo, que ahora está sospechada de haber realizado una falsa denuncia.
Ante la contundencia de esta investigación muchas personas se retractaron a través de las redes sociales (entre ellas, la propia Valentina), pero en los noticieros continuaron manteniendo el viejo relato, ya con menos sustento que antes, demostrando una falta de autocrítica espeluznante que lo único que hace es seguir restándole credibilidad a televisión como fuente de información, en detrimento de quienes por ese mismo medio hacen bien su trabajo.
Elecciones 2023: la prueba de fuego
Todavía hay quienes piensan que esta costumbre de no entrenar la mirada crítica es algo inofensivo. Nada más alejado de realidad. Es más, una forma de ver cómo repercute en la vida de la gente es la llegada de un año electoral.
Este 2023 tendremos que elegir autoridades de todos los niveles, municipales, provinciales y nacionales. Y acá es donde viene el tema incómodo que casi nadie quiere tocar: tenemos que ser responsables para votar. No podemos ser vagos y esperar a que llegue el fin de semana del sufragio para ver qué boleta nos resulta más simpática, o qué político nos sonríe más amablemente desde su foto.
Como ciudadanos dentro de una democracia tenemos el deber de conocer a quién estamos poniendo dentro de la urna. Esto significa hacerse cargo de mirar los antecedentes de ese político, chequear si cumplió sus promesas anteriores o si por lo menos no ha cometido actos incompatibles con el cargo al que aspira.
En Rafaela, por ejemplo, es necesario entender qué tipo de ciudad pretende cada candidato. Si tomamos aquellos que buscan renovar sus cargos: ¿sabemos si prefieren conservar los tradicionales bulevares o desean modernizar su aspecto? También respecto a cuestiones sociales: ¿están dispuestos a fomentar el gasto público en las llamadas políticas de género o priorizarán usar ese dinero para asuntos realmente urgentes? Y tal vez la gran pregunta que podría englobar al resto, y me disculpará el lector lo coloquial de la misma: ¿el candidato es un tibio al responder preguntas o se la juega por lo que cree?
Como verá, la responsabilidad de informarse y el votar bien tienen mucho en común. Y lo que sí es seguro es que conlleva un esfuerzo personal. No podemos tirarnos en el sillón y esperar a ver quién nos hace la monería más divertida en los spots de campaña, porque eso es lo que mucha gente ha acostumbrado realizar en los últimos años y nos ha salido muy caro.
Seamos ciudadanos informados y, a pesar de estar viviendo una época de comunicación preponderantemente visual, asumamos nuestro rol de lectores y electores conscientes. El presente y el futuro está en nuestras manos… no seamos vagos.
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