Por Claudio Chavez
El 37% de los votos obtenidos por el Gobierno Nacional es la fuerza necesaria para impedir que el país cambie. Ha sido un voto conservador.
¿Está mal esto? Bueno depende de lo que haya que conservar. Si se trata de conservar el aborto, mantener el delito, expandir el tráfico, convalidar la corrupción, consolidar la liviandad del sistema educativo, mantener una única dirección de los derechos humanos y robustecer los niveles de pobreza, bueno, si de esto se trata el voto lo mejor sería cambiar.
En el voto recibido por el Gobierno no hay mandato para modificar el mal. Tiene también un sesgo progre, pues su campaña fue dirigida contra el peligro de la derecha. Pasa que en el siglo XXI el progresismo es retro.
Escuchar a Federico Storani explicar que el radicalismo debe votar a Massa porque Milei es fascista es retroceder mil años, para decirlo irónicamente. Ha utilizado las mismas palabras y las mismas ideas que Rodolfo Ghioldi (comunista) y Tamborini (radical) usaron para no votar a Perón. Sin ruborizarse, con aires de sabelotodo y suficiencia intelectual el dirigente radical redobla la apuesta: Milei es fascista. ¡Como era Perón! ¡Otra vez sopa!
Lousteau y Morales aseguran que Milei es un demagogo. ¿Falta algo para que el radicalismo luzca viejo y perezoso? No se puede creer que sigan pensando como en el imperio egipcio. Son momias que no tienen la gracia de pasear en barca con el Dios Ra. Están condenados al inmovilismo eterno.
El coro Progre
Cierto es que no están solos, lo acompañan un coro de progres de butibamba y butibarreno. Por ejemplo, el marxista ortodoxo Atilio Borón, asiduo visitante de Cuba y Venezuela, quien afirma, con voz pausada y queda: ¡Lo extraordinario que ha sido para la causa popular y el socialismo el triunfo de Massa! ¡Ahí lo tenés! Bregman, por su lado, con un mensaje críptico asegura que Milei no es igual que Massa. Toda la runfla junta.
Esta novedosa Unión Democrática constituida por la argentina bien pensante a la cual, como a la antigua, hay que adicionarle los grupos de poder, la prensa hegemónica nacional y extranjera, las Cámaras Empresarias, los universitarios criollos, las almas cándidas, los ecuánimes de siempre, el periodismo de aventura y además, como aporte moderno, la CGT y los movimientos sociales, un arco muy amplio que expresan el inmovilismo y el statu quo. ¡Que nada cambie! Tampoco, creer que Juntos por el Cambio fuera eso puesto que donde hay dirigentes radicales jamás habrá cambios
En definitiva el 37 % de los votos que ha recibido el kirchnerismo lleva esa impronta: que todo continúe como hasta ahora
. Naturalmente hay ingenuos que esperan que Massa se comporte distinto que Alberto. Es dudoso. Y si efectivamente lo hiciera y activara sus vínculos con Trump, Giuliani y Steve Bannon el gallinero entraría en colapso.
Massa es el responsable de la situación económica actual provocada por el golpe institucional que promovió contra Guzmán. Qué extraño ha sido que la oposición no se lo señalara en la campaña. No se trata de defender a Guzmán pero la crisis provocada por Massa para catapultarse a la presidencia la estamos pagando todos. Este es el demócrata que el radicalismo y la izquierda sostienen.
Los Radicales
Desde la muerte de Yrigoyen perdieron el rumbo. O mejor dicho recuperaron el rumbo de Alem, dejando de lado los principios de Yrigoyen.
Entendiendo este autor que Alem e Irigoyen fueron el agua y el aceite. No se desarrollará este asunto aquí. Se opusieron al modelo económico de la década del treinta: sustitución de importaciones, intervención estatal, desarrollo industrial. En 1945 se dieron cuenta del error y tuvieron su Damasco, la Declaración de Avellaneda, justo cuando el peronismo ganó las elecciones, oponiéndose brutalmente a aquel gobierno. Participaron de la Revolución Libertadora y usufructuaron el poder con la proscripción del peronismo. Parece una conducta que se reitera si recordamos que pedían la proscripción de Milei.
Cuando los radicales comenzaron a tener una conducta más democrática fue con el doctor Ricardo Balbín y su abrazo con Perón, pero el diablo metió la cola y apareció el alemnismo químicamente puro en la figura de Alfonsín. En 1972 pierde la interna con Balbín acusándolo de derechizar al radicalismo porque cierra filas con Perón.
Alfonsín marcó el ritmo ideológico del radicalismo en los últimos cuarenta años. No pudo evitar la candidatura de Angeloz, un radical aggiornado, porque su Gobierno había estallado por los aires producto de su impericia. Acusó a Menem de proimperialista. No pudo evitar a De La Rua pero conspiró contra él provocando su caída junto a un sector del peronismo comandado por Duhalde. Acompañaron el gobierno kirchnerista con vicepresidente y Ministro de Economía. Tan miedosos fueron y son que a Cobos le temblaba la voz cuando votó a favor de la "oligarquía". Naturalmente la historia de este partido es mucho más rica, lo trascendente es que el radicalismo perdió el rumbo y se transformó en socialdemócrata. ¿Es esto malo? No, pero no fue su esencia de origen.
Al peronismo le ha pasado lo mismo. Devino en progresismo. Desde los 90 puede hablarse de dos bloques: un sector peronista aliado al liberalismo y otro sector peronista aliado al progresismo y al radicalismo. Desaparecido el primero por renuncia de Menem al ballotage ese espacio ha sido ocupado en parte por Macri y ahora Milei. Naturalmente ninguno se acerca a la grandeza de Menem. El resto de la dirigencia radical se asume neutral.
Massa no va a poder llevar adelante desde su alianza política lo que pregonaba en el 2013,15 y 17. Esto no está bien.
Fuente: La Prensa
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