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Opinión

Cada cual atiende su juego

Vicente Massot

Por Vicente Massot

Daría toda la impresión de que algunos de los distintos protagonistas de la política criolla y parte de la sociedad sólo miran el canal que les interesa y se desentienden del resto. Como rezaba la cancioncilla, que acompasaba un juego de chicos, tantos y tantos años atrás, "Antón, Antón, Antón pirulero, cada cual, cada cual, atiende su juego…". Lo expresado no pretende ser un juicio de valor. Es sólo la descripción de un fenómeno muy acusado, cuyas consecuencias, de momento, ignoramos.

Sergio Massa pontifica como si estuviese en una situación, si no ideal, sí normal, y obra en conformidad con ese libreto. Nos habla de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que no acaba de alumbrar, sin mencionar -ni por casualidad- las dificultades que arrastra su gestión y los efectos deletéreos que recaen sobre una ciudadanía cada vez más descreída y pesimista acerca del futuro inmediato

Se entienden las razones en virtud de las cuales el titular de la cartera de Hacienda no se cansa de faltar a la verdad aunque, por lo visto, no se da cuenta de que es imposible hacerlo todo el tiempo sin pagar por ello un precio alto. La política no se entendería si a sus cultores les fuese prohibida la mentira -Bismarck y Richelieu lo expresaron, en su momento, con una claridad meridiana- pero lo que diferencia en este aspecto al estadista del chapucero es la capacidad para dosificarla con extremo cuidado.

Las medidas que acaba de poner en marcha para atenuar el nerviosismo que ha ganado a los mercados, y detener la inevitable dolarización de la economía previa a cualquier elección trascendente -y las que se recortan en nuestro horizonte vaya si lo son- ponen al descubierto una improvisación notable. El Ministro-candidato, fiel a una estrategia delineada desde que asumió su cargo en reemplazo de Silvia Batakis, alienta el propósito de llegar a los comicios y, al menos, salvar los muebles, como dirían los españoles. A esos efectos, se ha convertido en una especialista en parches que le han permitido, hasta el momento, aguantar.

La devaluación encubierta ha generado dos reacciones bien diferentes: por un lado, ha sido aprobada por el staff del FMI que se expresó, ni bien fue anunciada, de manera inequívoca. Dijo que las medidas en cuestión son "positivas para fortalecer las reservas y para consolidar el camino al orden fiscal". En resumidas cuentas el bla, bla, bla de siempre que, sin embargo, deja traslucir lo siguiente: ahora sí existe un preacuerdo que conoceremos a la brevedad. De lo contrario, no tendría ningún sentido que el organismo de crédito haya dado a conocer el comunicado de marras. Por el otro lado, la reacción de los mercados corrió por un andarivel opuesto. El dólar informal aumentó $ 24 el lunes hasta llegar a $ 552 pesos para la venta y estacionarse hoy martes en $ 541. La falta de confianza es mayor conforme pasan los días.

Lo que está pendiente de resolución no es si el FMI le va a hacer un corte de manga a la Argentina para dejarlo a Sergio Massa pedaleando en el aire. Eso definitivamente no va a ocurrir. De lo que se trata es de algo bien distinto, que posee dos aspectos susceptibles de ser condensados en las palabras cuánto y cuándo. En efecto, que ese organismo de crédito desembolsará unos USD 4.000 MM para que, a su vez, nuestro país honre su compromiso y le pague al Fondo, está fuera de discusión. Claro que no es indiferente que lo haga en el curso de esta semana o abra un compás de espera hasta después de las PASO. Mucho menos es una cuestión indistinta si el monto sólo alcanzara para cubrir los vencimientos de finales de este mes y principios de agosto, o si Massa lograra que le adelanten dólares frescos, de libre disponibilidad, para intervenir en el mercado de cambios cuando sea necesario. En el primer escenario el blue y los dólares financieros no se cansarían de escalar. En el segundo, el oficialismo podría respirar mucho más aliviado.

Si Massa se desentiende de la inflación, la pobreza, la indigencia, la brecha y la falta de reservas -cual si fuesen realidades abstractas, de las que no vale la pena hablar- el kirchnerismo duro que, en su momento, suscitó un escándalo de proporciones en relación con el FMI, se hace el distraído y mira para otro lado. Es curioso que no haya dicho esta boca es mía. Su silencio resulta la demostración más cabal de hasta dónde -con tal de llegar a puerto- los talibanes de palabra son capaces de acompañar cualquier arreglo con el Fondo Monetario Internacional, sin inmutarse. Máximo Kirchner, que renunció a ser presidente del bloque y se rasgó las vestiduras para poner de manifiesto su postura, entonces opuesta a la de Martín Guzmán, hoy está ausente sin aviso.

Una actitud no muy distinta demuestran los dos lideres cambiemitas, cuyo principal foco de atención parece ser la lucha interna en la que se hallan enfrascados y que recién se terminará de resolver el próximo domingo 13 de agosto, al momento en que se substancien las PASO. Puestos y dispuestos a dirimir supremacías entre ellos -a como dé lugar- están de tal forma enredados que parecen olvidarse de que, más allá de sus diferencias, hay otras cosas, de mayor importancia. O si lo perciben, de todas maneras siguen convencidos de que sus disputas son prioritarias.

Por último, vale la pena repasar un dato novedoso, cuya incidencia en las primarias abiertas que tendrán lugar en apenas dos semanas y media, y luego en las elecciones generales del mes de octubre, puede ser mayúscula si se repitiese. Se trata del altísimo nivel de votantes que han decidido quedarse en su casa en lugar de acceder al cuarto oscuro. En lo que va del año y computados todos los comicios provinciales que han tenido lugar, la abstención roza el medio millón de ciudadanos. O sea, quinientas mil personas decidieron no votar, lisa y llanamente. Nunca había sucedido algo siquiera parecido en nuestro país. Esta parte de la ciudadanía también está mirando, por voluntad propia, otro canal que no es el de los debates preelectorales ni el de las campañas políticas. Desinteresada y desencantada, ha decidido ocupar su tiempo en asuntos que valora más que la política. El Antón Pirulero está a la orden del día.

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