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Nacionales

Esta es la pesada herencia que deberá gestionar Javier Milei

Pobreza por encima del 40%. Inflación que supera el 142% y atrasos en rubros clave como las tarifas de los servicios públicos. Caída del poder adquisitivo y crecimiento de la informalidad con bajo desempleo. Esas son algunas de las claves de la herencia económica que deberá enfrentar Javier Milei.

A esto se le suman otras cifras que vuelven titánica la tarea del nuevo presidente. 2 de cada 10 hogares de la Argentina se saltean alguna comida, reducen las porciones o aseguran pasar hambre. Lo hacen porque el dinero no les alcanza. Entre 4 y 5 millones de personas viven en asentamientos o villas miserias, sin acceso a la mayoría de los servicios básicos. Siete de cada diez estudiantes argentinos no logran el nivel mínimo de desempeño en matemática.

Son desafíos apremiantes para un país que no crece desde hace 15 años y tiene a más de 18 millones de sus habitantes por debajo de la línea de pobreza. Solucionar estos problemas, y otros tantos, será la tarea del nuevo Gobierno.

Inflación

Un triste récord en más de tres décadas

Superada en casi todo el mundo, la Argentina es uno de los pocos países que hoy sufre la inflación, y se encamina a alcanzar este año valores récord desde la última híper. Con el dato de octubre (8,3%), el acumulado interanual se ubica en el 142,7%, según lo informado por el Indec, en una tendencia al alza que cruza gestiones presidenciales y se aceleró en el último año de la mano de la disparada en los tipos de cambio paralelos y la expansión de la brecha cambiaria.

Más allá de los efectos de la pandemia, que todos los países experimentaron y lentamente dejan atrás, la Argentina con inflación de doble dígito desde 2007 –incluyendo la manipulación de las estadísticas oficiales-, con un escenario que abre desafíos de corto plazo.

Porque además de la inercia que arrastra el esquema actual –rezagos entre rubros, contratos y rubros indexados con ajuste automático-, las dificultades de corto plazo aparecen por las demandas para un plan de estabilización exitoso, y la distorsión de precios relativos acumulada en los últimos años. Mientras que en la gestión Fernández-Kirchner la inflación promedio acumulada es del 844% (193% con Massa como ministro), existen rubros como la ropa que acumulan subas por encima del 900% y otros, como la comunicación o los servicios públicos, cuyo ajuste fue de entre el 400% y el 600%. Es la “inflación reprimida”, en la jerga de los economistas, cuya ineludible corrección impone un piso al alza del costo de vida en el corto plazo.

Pobreza e indigencia

El número más urgente de una economía en crisis

La foto social de la Argentina muestra un escenario con demandas urgentes y soluciones que exigen mirar el mediano plazo. Consecuencia directa del estancamiento de la economía y el alza en el costo de vida, el deterioro de las principales variables se aceleró en el último tiempo, con un índice de pobreza que llegó al 40,1% en el primer semestre de este año.

Son 18,5 millones de personas, si se proyectan los últimos datos difundidos por el Indec, que marcaron un incremento de 3,6 puntos con respecto al mismo período del año anterior. El escenario se completa con un 9,8% de indigencia (4,3 millones de personas) y un panorama aún más dramático entre los más jóvenes: según los datos oficiales, 57% de los menores de 17 años son pobres (16% de indigencia).

Será un desafío central para la próxima gestión, que asumirá con un panorama en el que el deterioro se profundizará como consecuencia de la aceleración inflacionaria. Estimaciones privadas, como la que desarrolla la Universidad Di Tella (UTDT), la ubican subiendo y ya por encima del 42%, en valores similares a los que alcanzaba en el segundo semestre de 2020, en el peor momento de la pandemia. Según la UCA, la pobreza llegó al 44,7% y sería del 49,1% sin programas del Estado como la AUH.

Deuda externa

La consecuencia del déficit que crece a lo largo de los años

Es otra de las variables que crece en silencio y llegó a niveles récord. Según datos oficiales, la deuda bruta del sector público nacional llegó a los US$419.291 millones, con un alza de US$12.680 millones (3,14%) solo en octubre.

De esta manera, en el acumulado de la gestión Fernández-Kirchner, la deuda bruta de la administración central creció en US$96.226 millones, de acuerdo con los datos oficiales del Ministerio de Economía.

Sin acceso a los mercados financieros internacionales, con un riesgo país que hoy ronda los 2500 puntos básicos, el Gobierno recurrió a la deuda emitida en pesos, pero en su mayor parte indexada por la inflación o la evolución del tipo de cambio, y el “seguro” de la intervención del BCRA que compra estos bonos en el mercado secundario.

Sin dólares en el BCRA, el calendario impone desafíos urgentes, con vencimientos de deuda en moneda extranjera que en todo 2024 suman US$18.552 millones, entre capital e intereses, según datos de Econviews.

Dólar oficial y blue

Entre el atraso, la incertidumbre y la brecha que traba la economía

Cepo endurecido, restricción a las importaciones, brecha cambiaria récord y atraso del tipo de cambio oficial. Ese es el escenario que muestra el sector externo de la Argentina hacia fines de 2023. El Gobierno descongeló el dólar mayorista, anclado en $350 desde la devaluación pos-PASO y retomó el crawling peg, a un ritmo inferior a la inflación. Así, el tipo de cambio real multilateral, que mide el precio relativo del peso frente a un conjunto de 12 monedas internacionales, se ubica en 83 puntos, el menor registro de la gestión Fernández-Kirchner (cuando asumió, ese número estaba en casi 124). Es decir que el dólar oficial se atrasó de forma significativa en esta gestión.

Al mismo tiempo, los tipos de cambio libres reflejan el contexto de incertidumbre de corto plazo, y se ubican en máximos históricos desde la última hiperinflación. El dólar blue, que antes de las primarias llegó $1250, se mantiene en $990, con incertidumbre de cortísimo plazo y una brecha de 175% que refleja esos desequilibrios.

Reservas del Banco Central

El número negativo que deja al descubierto la fragilidad externa

Es la variable que muestra la fragilidad del ente monetario. Si bien el BCRA informa una tenencia bruta de US$21.168 millones, al restarle pasivos o divisas prestadas (encajes bancarios, el swap con China, entre otros), el total neto es negativo en más de US$11.000 millones.

Además de los efectos de la brecha cambiaria, que incentiva la importación y desalienta las exportaciones y genera un drenaje de divisas al BCRA, la intervención oficial para moderar la suba de los tipos de cambio financieros y la sequía (los saldos exportables se redujeron en alrededor de US$20.000 millones) implicaron una pérdida de divisas en el organismo, que debió recurrir a ampliar el swap chino o a préstamos con CAF o Qatar para cubrir vencimientos con el FMI.

Leliq y pases

Una montaña silenciosa que atenta contra la estabilidad

Es el número clave que muestra el deterioro en el balance del BCRA. Son los pasivos remunerados, que usa el organismo para retirar el excedente de pesos, y superan los $23 billones (más del 10% del PBI). Son casi cuatro veces la base monetaria (los pesos circulando en la economía) y generan una emisión de más de $2 billones al mes por los intereses.

Es una montaña que crece al ritmo de la inflación y la emisión de pesos que el BCRA debe realizar para financiar el déficit fiscal, de manera directa o indirecta (mediante la compra de bonos del tesoro en el mercado secundario). Se trata de instrumentos en los que participan los bancos con un elemento clave: son la contracara de los plazos fijos y depósitos en pesos de ahorristas y empresas en el sistema financiero local. El gran desafío de corto plazo es cómo iniciar su desarme sin recurrir a soluciones “por las malas”, como ocurrió en el pasado, como una licuación (hiperinflación) o una reestructuración (Plan Bonex).

Hambre

Hogares que se saltean comidas y recurren a comedores

“Como los sábados y domingos no abrimos, los lunes son complicadísimos porque los chicos vienen pasados de hambre”, coinciden varios referentes a cargo de comedores populares del AMBA.

Esa frase ejemplifica de manera muy gráfica un diagnóstico urgente: en 2 de cada 10 hogares de la Argentina se saltean alguna comida, reducen las porciones o aseguran pasar hambre. Lo hacen porque el dinero no les alcanza, según una medición anual que hace el Observatorio de la Deuda Social de la UCA desde hace dos décadas. Sacando el año 2020, de aislamiento por la pandemia, la cantidad de hogares que actualmente sufre inseguridad alimentaria es la más alta desde 2005.

Si analizamos qué ocurre en el cuartil de hogares más vulnerables del país en términos socioeconómicos, la situación se agrava más: casi la mitad de esas familias (el 45%) pasa hambre. Y como ocurre con los índices de pobreza e indigencia, es dos veces más probable que esa falta de alimentos ocurra en hogares donde hay niños, niñas y adolescentes.

Barrios populares

Millones de personas viven en asentamientos y villas

En el país hay al menos 6.467 villas y asentamientos, según el Registro Nacional de Barrios Populares, un relevamiento que coordina la Secretaría de Integración Social y Urbana de la Nación y se realiza junto a organizaciones de la sociedad civil. El registro contabiliza los barrios conformados antes del 31 de diciembre de 2021 y fue actualizado el 6 de diciembre de 2023 mediante una resolución publicada en el Boletín Oficial.

En esos barrios viven entre 4 y 5 millones de personas. El desafío que implica urbanizarlos y dotarlos de servicios básicos es enorme. Según un informe difundido esta semana por Techo, una de las organización que colaboró con el relevamiento, en el 99% de esos barrios, la mayoría de sus habitantes no acceden a la red de gas natural y usa garrafas para cocinar. Mientras que en el 92% no acceden formalmente a la red de agua corriente; en el 66% no cuentan con red de energía eléctrica; y en el 97% carecen de un saneamiento adecuado.

El registro no mide el aumento poblacional en los barrios populares pero sí el crecimiento de la superficie que ocupan. En ese sentido, la tendencia marca un crecimiento superficial medio de un 2,06% anual, algo superior al 1,47% de crecimiento superficial medio anual de las principales ciudades argentinas entre 2006 y 2016, según datos de Cippec.

Si tomamos el año de conformación de los barrios, el 93% se configuró en 2016 o antes. Mientras que en 2017 se sumaron 95; en 2018 surgieron 143; en 2019 se agregaron 86; en 2020 se incorporaron 66; y en 2021 se conformaron 18.

Educación

Un estancamiento de 20 años

Siete de cada 10 estudiantes argentinos de 15 años no logran resolver un cálculo matemático básico. En lectura y ciencia, son cinco de cada diez alumnos los que no alcanzaron los niveles básicos de desempeño: identificar la idea principal de un texto o reflexionar sobre su propósito.

Así lo revelaron los resultados de las pruebas PISA 2022 donde el país quedó por debajo de Chile, Uruguay, Costa Rica, México, Perú y Colombia en las tres áreas evaluadas. Aunque el impacto de la pandemia parecería ser menor que en los demás países, la Argentina no mostró, sin embargo, grandes cambios respecto a los resultados de 2018.

Los números que grafican el estancamiento educativo en la Argentina que lleva por lo menos 20 años, sobran. La versión nacional, las pruebas Aprender, expuso que cuatro de cada 10 estudiantes del último año del nivel secundario no alcanzan un nivel satisfactorio en lengua y ocho de cada 10, en matemática. El problema se extiende al nivel primario: el 46% de los alumnos argentinos de tercer grado no entiende lo que lee, es decir, uno de cada dos estudiantes. La alfabetización todavía sigue siendo un desafío.

La escolarización también. El 1,1% de la población de entre 5 y 29 años que habitan en viviendas particulares nunca asistió a un establecimiento educativo reconocido del sistema de enseñanza formal, según datos del Indec del último censo. Son 2.426.129 personas que nunca pisaron una escuela. Sumado al mal desempeño de quienes concurren a los niveles obligatorios, anticipan una difícil inserción en el mercado laboral.

Quienes sí concurren a centros educativos, además, suelen enfrentar un escenario conflictivo. Hasta mitad de año -según datos del proyecto Seguimiento de días lectivos de la Coalición por la Educación- solo una provincia había cumplido con las jornadas planificadas. A los problemas climáticos, feriados provinciales, se sumaron los paros docentes con diversos grados de acatamiento y consignas que van desde pedidos de aumento salarial, el Día de la Mujer y reclamos de infraestructura o por la ola de calor, hasta el rechazo al Fondo Monetario Internacional o en solidaridad con las protestas de Jujuy.

Salud

Un sistema quebrado

El diagnóstico sobre el sistema de salud argentino que heredará el nuevo gobierno es concluyente. “Está muy mal”, afirmó la semana pasada en diálogo con LA NACIÓN un testigo de los resultados de una primera evaluación a propósito de la transición política.

En la atención cotidiana, eso se percibe desde hace meses y los argentinos deben soportar abonar un extra a pesar de tener cobertura, sea una prepaga u obra social. Con el freno a las importaciones por la falta de dólares, se llegó a trabajar con el stock de seguridad de los insumos en hospitales y centros privados, mientras se espera que se restablezca la reposición desde repuestos para equipos hasta contrastes o materiales descartables.

Los pacientes o sus familiares se cansan de llamar por teléfono o hacer filas para obtener un turno a meses y se repiten las quejas por la postergación de estudios o tratamientos, con profesionales obligados a replantear terapias por la falta de medicamentos o las demoras en las autorizaciones, aunque no siempre sea la mejor opción para su paciente. Los profesionales, por su parte, oficializaron el cobro de un monto extra por los magros honorarios de las coberturas, mientras que los directores de centros de alta complejidad se animaron a decir públicamente que “el sistema de salud está quebrado”

Inseguridad

El crimen organizado se hace fuerte en Rosario y acecha el país

Un dato sirve para reflejar el drama creciente que amenaza a la Argentina: la tasa de homicidios dolosos baja en casi todo el país desde hace años, de forma sostenida, excepto en la provincia de Santa Fe y, especialmente, en Rosario. La explicación es sencilla: es el crimen organizado. Esa fue la peor cosecha de los últimos cuatro años en materia de seguridad y será, seguramente, el mayor desafío de las nuevas autoridades.

Su evolución, de final incierto, comenzó con la venta de drogas al menudeo y ahora alcanza casi todas las expresiones del delito. El crimen organizado convirtió los territorios de acción y disputa en escenarios ultraviolentos en los que las bandas desafían al Estado y dejan su sello indeleble, y en el que los asesinatos ya no son solo el fin, sino que, incluso, a veces son el mensaje usado por las mafias en pugna para causar conmoción social y reafirmar su poder.

Este es el contexto: según las cifras oficiales del Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC) en 2022 –último registro completo disponible– la tasa de homicidios dolosos de la Argentina fue de 4,2 cada 100.000 habitantes. Sin embargo, la provincia de Santa Fe casi triplicó ese guarismo y trepó a 11,4.

La principal ciudad santafesina, Rosario, es desde hace una década escenario de la actividad de una de las más importantes organizaciones narcocriminales: la Banda de los Monos. Las disputas territoriales con clanes rivales (o, incluso, con socios díscolos) han dejado allí un reguero de violencia, sangre y muerte. La tasa de crímenes en esa urbe (casi todos, producto de venganzas y ajustes de cuentas narco) fue de 20, cinco veces más que el promedio nacional. Este año esa tendencia no se revertirá.

Infancias vulneradas

Niños y niñas con malnutrición y obligados a trabajar

El último informe del Indec expone que el 56% de los niños de 0 a 14 años vive en situación de pobreza. Marca un incremento de 5 puntos porcentuales en relación al primer semestre de 2022. Mientras que la indigencia alcanzó al 13,6% de los chicos de esas edades. Son porcentajes mucho más altos que los promedios de pobreza e indigencia de toda la población del país: 40,1% y 9,3%, respectivamente.

Una de las más graves consecuencias es la malnutrición. Datos del Ministerio de Salud de la Nación marcan que la prevalencia de sobrepeso y obesidad en niños, niñas y adolescentes aumenta desde hace 10 años y ya afecta al 41%. Mientras que según un estudio del Observatorio de la Deuda Social, el 62,4% de los niños más pobres viven en hogares que sufren inseguridad alimentaria: tuvieron que reducir la cantidad y la calidad de algunos de los alimentos.

La pobreza empuja a muchos niños y adolescentes a entrar en el mundo del trabajo. Después de haber bajado durante dos años consecutivos, un estudio de la UCA expuso que en el país volvió a crecer el porcentaje de niños, niñas y adolescentes que hacen tareas productivas o intensivas en su casa, algo que ya alcanza al 14,8% de los niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años. Fuente: La Nación

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