Por Oscar Martinez
"La ausencia disminuye las pequeñas pasiones y aumenta las grandes, lo mismo que el viento apaga las velas y aviva las hogueras", François, duque de La Rochefoucauld (1613-1680), filósofo y moralista francés.
Desde 1927, el stade Roland-Garros es el templo mundial del tenis jugado sobre polvo de ladrillo. Situado al borde del bois de Boulogne y a dos pasos de las Serres d'Auteuil, allí se disfruta del segundo torneo de Grand Slam de cada temporada. En su ingreso, se destaca la estatua de Rafael Nadal, una obra de acero en la que se lo ve pegando su característico drive, muy cerca del Jardín de los Mosqueteros, donde hay estatuas de Borotra, Brugnon, Cochet y Lacoste, leyendas del tenis de Francia, y de Roland Garros, el aviador que da nombre al certamen. Cada uno de ellos son pilares fundacionales del Abierto Francés, cada uno merece estar en el bronce, pero sólo "Rafa" sigue activo. Aunque todos sentimos el lógico pesar que despierta saber que estamos ante el final de su historia bañada de gloria.
El mundo era otro en 2005. Y también el tenis. Roger Federer, Andy Roddick y Lleyton Hewitt dominaban el ranking al inicio de la temporada, pero fue el ruso Marat Safin quien se quedó con el Australian Open. Llegar a París para vivir Roland Garros significo el fin de un breve dominio argentino y el nacimiento de un imperio. Un año antes, en una inolvidable final en celeste y blanco, Gastón Gaudio derroto a Guillermo Coria. Y esta vez era Mariano Puerta, nacido en San Francisco, Córdoba, el que estaba parado ante un sueño que luego se transformaría en drama, porque sería sancionado por doping y su carrera literalmente se acababa. Frente a él estaba un español que había cumplido 19 años dos días antes de ese 5 de junio, de melena, pantalón pirata y camiseta sin mangas, exhibiendo sus poderosos bíceps, que jugaba allí por primera vez. Nadal venia de sorprender al mundo del tenis al ganar en seguidilla los títulos de Montecarlo, Barcelona y Roma. En las primeras rondas superó a Lars Burgsmuller, Xavier Malisse y Richard Gasquet, hasta que le tocó el local Sébastien Grosjean. No fue un partido de ánimos calmos: tuvo su punto clave cuando estuvo casi 10 minutos interrumpido por la discusión de Nadal con el juez de silla. La gente, que desbordaba el estadio, tomó rápidamente parte por Grosjean. Y Nadal pasó a ser el villano. Tanto que lo silbaron en sus victorias ante David Ferrer, Roger Federer, y Mariano Puerta en la final. Incluso esto ocurrió en la ceremonia de premiación.
Entre aquel día y este jueves 18 pasaron demasiadas cosas, fundamentalmente victorias, algunas con forma de epopeyas, por parte de Nadal en el bois de Boulogne. Eso cambio la manera de sentir de los seguidores franceses del tenis, que terminaron siendo incondicionales del español. Por eso la noticia conmociono aún más en esa tierra que en el resto del mundo. "Rafa" anunció que se despide de la temporada 2023, y que volverá en 2024 en el que será su último año como profesional. La lesión que sufrió en el psoas en el pasado Open de Australia parece haberle puesto fecha de vencimiento a una carrera descomunal. El prestigioso diario parisino L'Équipe puso una foto suya, tirado sobre el polvo de ladrillo de la Philippe Chatrier, bajo el titulo "Une terre sans son roi" (Una tierra sin su rey).
La historia de amor de Nadal y el público de Roland Garros se puede reflejar en la larga ovación que recibió el año pasado, ya de madrugada, al término de su sufrida victoria ante Novak Djokovic en cuartos de final. Fue decididamente conmovedor. Claro que ganarse esa consideración no tiene sólo que ver con sus 14 coronas en 18 participaciones, sólo tres partidos perdidos en 115 jugados, lo que supone un 97% de éxito. Esos son números, increíbles claro, pero números. Lo que transformó el odio en admiración y amor fue su entrega, su pasión, su talento y, claro, sus victorias. Nadal reconoce que desde el primer día lo entusiasmaron el ambiente y la historia. Sabía que antes que él, el nombre de otros tenistas españoles había sido grabado en la Copa de los Mosqueteros como el de Manolo Santana, Andrés Gimeno, Sergi Bruguera, Juan Carlos Ferrero o Arancha Sánchez Vicario. Esa motivación hizo que eligiera al Abierto de Francia como su torneo preferido.
En los primeros años, cuando se enfrentaba a Federer, el público se decantaba absolutamente por el suizo y en alguna jugada fallada hasta lo silbaban. Un momento importante fue su derrota en octavos de final en 2009 frente al sueco, Robin Soderling, un huraño tenista que tuvo que poner fin a su carrera al enfermar de mononucleosis. Esa tarde de mayo la gente de la Philippe Chatrier reprimió mal su alegría. Y "Rafa" se fue de la cancha desconsolado. Desde esa tarde, se propuso, además de ganar, enamorarlos. Conforme fueron pasando las ediciones y el tenista de Manacor iba sumando trofeos batiendo todos los registros inimaginables, los parisinos, orgullosos, pero también inteligentes, comenzaron a admitir al intruso en su casa hasta el punto que Rafa no sólo entró en ella, sino que se hizo dueño de todos los aposentos. Nick Kyrgios, el errático y maleducado tenista australiano, ha llegado a afirmar que Roland Garros es el salón de Rafael Nadal.
Todos entendieron que Nadal era la mejor marca, la mejor carta de presentación del torneo en el mundo. Por eso, tras su décima victoria, decidieron construir la estatua junto a los héroes tenísticos franceses. Y "Rafa" paso a ser el quinto Mosquetero.
Como dije, por encima de los números, el impacto de su sola presencia es conmmocionante. Sus entrenamientos eran seguidos multitudinariamente por un público que le adora y no perdía la esperanza de conseguir una foto o un autógrafo. Y se extrañaran las espectaculares presentaciones en los partidos de la Philippe Chatrier, por parte de Marc Maury ("Tiene 36 años, se ha llevado 91 títulos a lo largo de su carrera, de los cuales, 21 son de Grand Slams, 13 de Roland Garros: 2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2017, 2018, 2019 y 2020, el español, Rafael Nadal", casi grito en siete ocasiones en 2022). Lo echaran de menos los empleados del complejo, a los que trataba con cariño y respeto, y con los que se fotografiaba junto a la tarta que le regalaban por su cumpleaños, que celebró allí 15 veces. En definitiva, este año todo el deporte comenzará a extrañarlo. Cuando el mundo del tenis aun lamenta el adiós de Federer, sólo le queda esperar por un 2024 con presencia de "Rafa". Aunque sea para el adiós.
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