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Deportes

La pasión del Nobel

A los 87 años, el escritor peruano presentará el próximo 26 de octubre su nueva novela. Amante del fútbol, al que califica como "el esperanto de nuestro tiempo, una religión laica que no he practicado regularmente pero siempre me atrapó", atesora inolvidables reflexiones sobre el juego de la pelota.
Oscar Martinez

Por Oscar Martinez

"Le dedico mi silencio", se lama la nueva novela del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, que llegará a las librerías el próximo 26 de octubre, según informó este martes la editorial Alfaguara, que publicará la novela simultáneamente en todos los territorios de habla hispana. Es una obra ambientada en su Perú natal, que trata sobre un hombre que soñó un país unido por la música y que enloqueció queriendo escribir un libro perfecto que lo contara.

Cuatro años después de "Tiempos recios", el escritor está de regreso. Y lo hace en momentos donde su figura aparece en el centro de la escena por sus relaciones familiares y porque se ha recuperado tras el susto de sufrir Covid por segunda vez en poco tiempo.

Vargas Llosa se ha acostumbrado a vivir en el corazón del huracán. Por la maestría de sus obras y, fundamentalmente, por su compromiso político. Además de declararse como melómano admirador de Gustav Mahler, es un enamorado del fútbol e hincha del Universitario de Deportes de Perú, club que lo distinguió como socio honorario vitalicio en una ceremonia llevada a cabo en el Estadio Monumental.

El enorme escritor peruano nunca se conformó con dar lecciones sobre literatura. Participa activamente de la política y mantiene el hábito de escribir regularmente para los periódicos. Sin embargo, la última vez que vivió los apremios y las urgencias del cierre a diario de los mismos, fue cuando hizo de cronista en el Mundial de España 82. "Fue divertidísimo, escribiendo sobre la marcha, corriendo de un lado para otro, sin tiempo para corregir", evocó en 2.010, días después de recibir el Premio Nobel de literatura.

Jorge Valdano, quién fuera entrenador y director general del Real Madrid, equipo por el que Vargas Llosa ha declarado su simpatía en España, acuñó la expresión "miedo escénico" para referirse a lo que pasa sobre el césped en momento de los grandes partidos. "Es una experiencia exaltante y terrorífica. Estar en el centro del estadio del Madrid, con las tribunas absolutamente abarrotadas, exaltadas, te da la impresión de lo que debieron de ser los circos romanos. El jugador, que es aplaudido o vilipendiado por esa multitud gigantesca, vive esa psicología de masas... ¡Debe de ser estremecedor! Pues sí, es como una enorme responsabilidad, estar allí, ante miles de ojos, delante de la pelota. No conozco un espectáculo que nos conecte más con los grandes espectáculos de masas más primitivos: los circos romanos, los grandes movimientos de masas de los pueblos primitivos, cuando creían que los grandes terremotos eran castigos divinos...", declaró entre ademanes el hombre nacido en Arequipa.

Como definición del juego de la pelota, él cree que "el fútbol es una religión laica. Antes, solo las religiones convocaban esa especie de manifestación irracional, colectiva; hoy en día, eso que antes era prototípico de la religión es la religión laica de nuestro tiempo", un deporte que desata pasiones y fanatismos. "Una irracionalidad a flor de piel que a la corta o a la larga genera violencia. Un deporte que es apasionante, pero que al mismo tiempo genera actitudes de desfogue que uno ni se imagina que pueden suceder... A mí me apasiona desde niño... ¡Espero que jamás lleguen mis exabruptos en el graderío!".

Radicado en Lima a mediados de 1940, Vargas Llosa se hizo simpatizante de Universitario (le disputa a Alianza Lima la condición de equipo más popular del país) por la influencia de un tío que lo llevaba a la cancha. Allí se hizo admirador de las condiciones de Alberto Terry ("Toto"), un volante tan apto para el quite como para el pase. El color y la pasión del fútbol lo fueron atrapando hasta relegar al que era su deporte favorito: la natación. De chico pasó brevemente por las inferiores de Universitario, y hasta se dio el gusto de patear algunas pelotas en el Estadio Nacional. "Jugaba en la línea media, donde están los estrategas, pero nunca me destaqué. La vida me empujó hacia otras direcciones", comentó en 2007.

Con los años, su debilidad por Pelé lo llevó a ir a verlo en un partido en el Maracaná entre Brasil y Alemania. Lo recuerda perfectamente porque lo acompañó su esposa en el que era su primer día de luna de miel en Río de Janeiro. Su futbolista favorito no lo defraudó, fue la figura del encuentro e hizo dos goles. De Maradona escribió una de las páginas más fenomenales que se recuerden, tras el debut de Diego en el Mundial de España. Y más tarde dijo que "es más que un gran jugador. Es una de las deidades vivientes que los hombres crean para adherirse a ellas". Sin embargo, un par de años atrás lamentó que en su vida personal "es una persona patética que hace todo mal, sólo piensa con los pies".

Vargas Llosa no sólo es agradecido al fútbol como simple espectador, sino como escritor por lo que proporciona como materia para la creación literaria: "Un partido puede ser una novela, por supuesto, porque tiene un arranque, un desarrollo, unos momentos de intensidad emotiva, con finales felices y a veces trágicos".

Y de la crítica ha hablado largamente. "Se trata de una formidable maquinaria creadora de mitos, un espléndido surtidor de irrealidades que alimenta el apetito imaginario de vastas multitudes. Hasta hace relativamente pocos años no lo era, pues los comentarios de fútbol en la prensa, la radio y la televisión tenían un carácter realista, se limitaban a cumplir el más mediocre cometido que cabe a la crítica, esto es describir servilmente la realidad, referir puntualmente las incidencias de un partido, informar con objetividad, es decir con un lenguaje invisible, transparente, sobre la actuación de los jugadores". Y ante la pregunta sobre el interés que puede tener este tipo de crítica científica responde: "En ese tiempo había que leer la crítica taurina. Era la verdaderamente creativa, fantaseadora, con un vocabulario entre esotérico y folclórico, capaz de perpetrar las cursilerías más encantadoras y de un humorismo involuntario constante. En nuestros días, gracias a la demanda multitudinaria de ese público imantado por el fútbol, que quiere ver los juegos no solo en los estadios sino también en los diarios, las radios y la televisión, la crítica del balompié rompió ya con el realismo y accedió a ese estadio superior de la escritura, que es la creación de los mitos".

Y relata ejemplos, "los árbitros no castigan a los jugadores, según algunos comentaristas de esta nueva generación, sino que les muestran la cartulina o les señalan el infamante camino del camarín. Un partido no es un partido, sino un pretexto para sugestivas formulaciones retóricas, en las que la visión práctica y la eficiencia zonal del estratega, o sea el entrenador, soviético se enfrentaron a la filosofía de inspiración individualista, al ritmo embrujante y mareador del once brasileño, por ejemplo. Toda una maravilla. Se podría hacer una linda antología de críticas de fútbol, mostrando como los periodistas-ficcionistas apelan, con instinto poético envidiable para describir los partidos, a los más diversos arsenales retóricos, y que hay encuentros reseñados como un espectáculo musical, como una comedia de disparates, como una estrategia griega, como una hazaña épica o como una catástrofe militar. Gracias al fútbol, la literatura de ficción contemporánea se ha enriquecido con un aporte tan simpático como inesperado: las secciones deportivas de la prensa. Por eso recomiendo a los jóvenes estudiantes, para comprobar prácticamente como la buena literatura transforma la experiencia real en mito, que lean las crónicas de fútbol".

La otra mirada: Mario Vargas Llosa deportes premio nobel

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