Alfonso Bialetti, ingeniero, nació el 17 de junio de 1888 en Crusinallo, una aldea de Omegna, en la entonces provincia de Novara -ahora Verbano Cusio Ossola-.
Debido a los embargos a la importación de acero, Mussolini ordenó a los fabricantes italianos que confiaran en los materiales locales. El único recurso de metal natural de Italia era la bauxita de la que se obtiene aluminio, que fue declarado el "verdadero metal italiano". Fue durante mucho tiempo un material que se podía conseguir a bajo precio.
A pesar de pertenecer a una familia que había trabajado el metal durante generaciones, Alfonso se formó en Francia en el fundido y procesado del aluminio. Después de haber trabajado durante 10 años regresa a Italia donde monta su propio taller para fabricar productos semiacabados en aluminio.
Fundó la empresa Alfonso Bialetti & C, que producía diversos objetos para el hogar.
Observador e inquieto, a Bialetti le gustaba probar y crear cosas. Tenía la idea de crear una pequeña máquina que permitiera a cada familia italiana -y no sólo-, producir un espresso bueno y barato en casa.
Cuenta la leyenda que el ingeniero tuvo la idea de la cafetera alrededor de la década de 1920, viendo a su esposa lavar la ropa en una lavadora primitiva conocida como "lisciveuse", una especie de olla gigante equipada con un tubo con la parte superior perforada. Se colocaba la ropa y se calentaba el agua junto con el detergente de la época, la lejía. Cuando el agua llegaba a ebullición, subía por la tubería y luego descendía vertiendo el jabón de nuevo sobre la ropa, en lo que podríamos llamar un ciclo de lavado. Bialetti pensó que un sistema similar sería ideal para preparar su café de la mañana.
Este mismo principio lo trasladó a su cafetera. El agua calentada sobre el fogón sube desde una jarra octogonal a través de un filtro que contiene café molido y se recoge en otro recipiente que va enroscado encima.
El material elegido para la construcción fue el aluminio, muy utilizado en la Italia de aquellos años, así como muy apreciado por los futuristas: se trataba de un metal brillante, resistente, ligero, incorruptible e incluso "rápido" (utilizado para la construcción de aéreos). Además, como lo subrayó varias veces Bialetti, "que el aluminio permitía, con el tiempo, la formación de depósitos que pueden mejorar la calidad de la bebida obtenida".
Así nació en 1933, la Moka Express, diseñada por Luigi de Ponti, conocida como cafetera italiana que, con su sencilla fabricación, precio asequible, facilidad de uso y gran variedad de tamaños en función de las tazas deseadas, revolucionó, para siempre, la forma de hacer café en casa.
La forma elegida para esa máquina que "hace espresso como en el bar" (este era el eslogan original) es la que aún hoy conocemos, una sección octogonal que toma hacia arriba las típicas líneas Art Déco, un diseño muy imitado y mejorado en el curso de los años. Es un objeto de diseño histórico, que hizo famoso el diseño industrial italiano en todo el mundo. Está presente en la colección permanente de la Trienal de Milán y también en la del MoMA de Nueva York.
En 2010, en la Expo de Shanghai, la Moka estuvo entre los diez inventos italianos que cambiaron el mundo.
En 1996 había entrado en el Libro Guinness de los Récords gracias al espécimen único pero perfectamente funcional de la belleza de 100 tazas.
El nombre "moka" deriva de la ciudad de Mokha en Yemen, una de las áreas de producción de café más famosas del mundo, especialmente de la preciada calidad "arábica".
El Bialetti Moka Express no solo cambia la forma en que se hace el café, sino también el tejido social italiano: el espresso era un consumo público y los establecimientos públicos dominaban todos los aspectos, desde el tueste hasta el consumo. Ahora, por la mañana, se puede preparar un café en casa antes de ir al trabajo.
Alfonso Bialetti empezó en su pequeño taller a fabricar y vender sus cafeteras. Por aquella época, ni imaginaba que con su diseño atemporal y de líneas claras había creado un ícono. Aunque el negocio iba lento. Entre 1934 y 1939 solo vendió 70.000 cafeteras. Iba personalmente a venderlas en ferias y mercados semanales.
Todo invento necesita también un buen marketing. Pero Alfonso Bialetti no era un vendedor muy hábil.
Todo cambia cuando, en 1945, después de la Segunda Guerra Mundial, su hijo Renato regresa de un campo de prisioneros en Alemania. Vuelve a poner en funcionamiento la maquinaria que su padre había empacado para protegerlos del conflicto, y en la década de 1950 construye una nueva fábrica capaz de producir 18.000 cafeteras al día, o 4 millones al año.
También se dedicó mucho a publicitar el Moka en revistas, periódicos y carteles. Inicia la producción industrial de las cafeteras y lanza una gran campaña publicitaria utilizando publicidad exterior, radio, diarios y revistas. Pero el verdadero boom de las ventas fue gracias a la publicidad televisiva.
El eslogan "In casa un espresso come al bar" se convirtió en una expresión popular en Italia. El repunte económico de mediados de los años 50 hizo el resto para convertir la empresa en una historia de éxito internacional.
Desde 1953, en todas las cafeteras Moka puede verse "L'omino coi baffi", el famoso logotipo, "el hombrecito con bigote", una caricatura del mismo Renato, diseñada por Paul Campani, Y la pose del hombrecito no es casual: tiene un dedo levantado, como si estuviera en el bar en el acto de pedir un espresso.
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