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Culto Católico

Pese a una lluvia torrencial, una multitud fue a venerar a la Virgen de Guadalupe

Eran cuadras y cuadras de creyentes. Muchos fueron a agradecer, pero también a pedir: la crisis se hizo notar.

Había en los alrededores de la Basílica “Nuestra Señora de Guadalupe” una invasión de paraguas y pilotos impermeables. Los chicos de las juventudes religiosas trataban de acomodar con sogas y como podían esa masa humana de fe, que se iba acercando -por la vereda de calle Javier de la Rosa- lentamente hasta el templo. Había ancianos acompañados por sus hijos, familias enteras compartiendo el mate bajo la lluvia incesante, y jóvenes, muchos jóvenes.

Se podían divisar cuadras y cuadras de feligreses llegando en paso peregrino y sereno, pero sin pausa. Querían estar cerca de la Virgen, verla al menos un momento, tomarle una foto con sus celulares. En la íntima espiritualidad, los cristianos deseaban agradecerle (por la salud, por “lo que tenemos”); pero también, a pedirle: paz, pan, trabajo.

A la derecha del ingreso a la basílica, la santería estaba atiborrada de gente. En la casa parroquial, el Padre Olidio Panigo -cura párroco de esa iglesia- se preparaba para el descenso de la Virgen de su camarín superior a una mesa delante del altar principal, en el centro del templo.

Contra el dengue

Afuera, también, otra curiosidad: como el agua bendita no podía “estar estancada”, como prevención del dengue, los sacerdotes la tenían en botellitas plásticas, identificadas con una pegatina. La gente se les acercaba y ponía su frente para recibir, de los dedos de los religiosos, la señal de una cruz húmeda y santa.

“Guadalupe tiene algo muy particular. Siempre convoca, es algo que se da en la familia. Para esta fecha está vivo el compromiso con la Virgen donde hay agradecimiento detrás, hay tradición familiar y a veces un pedido. Y sin dudas que la situación de salud este año con el dengue es algo que preocupa a muchas personas”, había declarado públicamente Panigo.

Dentro de la basílica, parecía no caber ni un alfiler. Llamó la atención la cantidad de confesionarios abiertos; los sacerdotes escuchaban las febriles palabras de los creyentes (culpas, dolores, angustias…) y trataban de ayudar con su acompañamiento espiritual. En uno de ellos había hasta cuatro personas esperando confesarse: quizás este elemento sea la marca emocional de cómo está repercutiendo la crisis socioeconómica.

“Soy muy devota de la virgen, hace años que vengo. Y siempre vengo a agradecer, nada más que eso, por lo que uno tiene...”, confió Lorena, una peregrina que estaba en la interminable fila de feligreses. “Yo, a agradecer y a pedir, por todos los argentinos”, dijo Gloria.

“Todos los años venimos -apuntó Uriel, mientras señalaba a sus hijos, una sobrina y su esposa-. A agradecer por tener trabajo, porque yo al menos la puedo ‘tironear’; pero hay mucha gente, conocidos míos, que se quedaron sin trabajo. Por ellos también pedimos”.

El descenso

A las 15, hora señalada, Panigo y otros sacerdotes procedieron al ritual más caro para la fe religiosa: descender de su camarín la imagen de la Virgen. El clima que se vivía dentro de la basílica era de mucha emoción contenida; podía percibirse en los rostros, los gestos, en las palabras dichas al oído de una mujer mayor a otra, en el modo de decir la oración de la Virgen.

Luego, fue llevada apenas unos pocos minutos a la explanada de la basílica; era una multitud de fieles sacando fotos, filmando, llorando. “¡Viva la Virgen! ¡Viva la Virgen! ¡Viva!”, era el cántico gritado al unísono. Curiosamente, cuando fue ingresada al templo nuevamente, en ese exacto momento se largó a llover intensamente, como si desde el cielo se regalara una ofrenda por tanta devoción y veneración.

El arzobispo Sergio Fenoy ofició la misa central luego. La gente seguía llegando con sus paraguas y pilotos impermeables.

A caballo desde San Carlos Centro

La agrupación tradicionalista “El Cencerro” de San Carlos Centro lleva ya 29 años ininterrumpidos llegando desde esa localidad a la peregrinación de la Virgen Nuestra Señora de Guadalupe. ¿Llegando cómo” A caballo: son casi 56 kilómetros.

El sábado a las 5 de la mañana salen desde el predio los escoltas de la agrupación. “Arrancamos a caballo, y al llegar nos instalamos en las instalaciones del Ex Gada. Tenemos más o menos 12-14 horas de viaje. Descansamos y luego venimos a peregrinar por la virgen el domingo. El lunes a primera hora nos volvemos a San Carlos, siempre a caballo. Así se hace todos los años”, relata a El Litoral Roberto Alberto, referente de la entidad.

“Venimos a agradecer, pero también traemos peticiones de toda la agrupación gaucha. Pero siempre siendo escoltas y devotos de la Virgen. Y este trayecto a caballo es el sacrificio que nosotros ofrendamos con amor. En contextos difíciles, nos acercamos más a la fe”, apunta Ángel Carrizo, también de la agrupación.

Sin luz

Como última apostilla, los feriantes no tuvieron luz durante la tarde-noche del sábado. Con todo, no pudieron trabajar de forma normal. Según trascendió, los puesteros abonaron un canon y firmaron un contrato con el municipio, donde se incluía la prestación del servicio de luz en cada puesto, cosa que no ocurrió.

Al respecto, la Municipalidad informó que, debido a las condiciones climáticas registradas durante el día sábado, “la Empresa Provincial de la Energía (EPE) decidió no habilitar las bajadas de energía eléctrica a los puestos de la tradicional Feria de Emprendedores ubicada en los alrededores de la Basílica (...) en función de sus propios protocolos de seguridad”. Fuente: El Litoral

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