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Culto Católico

“Como sacerdote los perdono, pero no sustituye a la justicia”

Testimonió el sacerdote rafaelino Raúl Troncoso en una entrevista en 2011. Tuvo miedo en el avión que lo llevó a Buenos Aires. En 2010 declaró ante el Tribunal Oral Federal Criminal I de La Plata. Fue el primer cura ordenado por el obispo Zazpe en 1961 y estuvo en varias parroquias de la diócesis de Rafaela.
Emilio Grande (h)

Por Emilio Grande (h)

Sobre el lamentable fallecimiento del sacerdote rafaelino Raúl Troncoso, a la edad de 86 años, en la ciudad de Tandil, donde residía desde 1988, comparto una entrevista que le hice, publicada en diario La Opinión el 5 de enero de 2011.

Para las fiestas de fin de año el presbítero Raúl Troncoso volvía a su ciudad natal para visitar a sus hermanas Olga y Nelly y sus tres sobrinos, oficiando misas en la parroquia de Fátima de la que fue párroco a fines de los años 60.

Fue ordenado el 23 de diciembre de 1961 por el primer obispo rafaelino Vicente Zazpe y a fin de 2011 cumplió las bodas de oro sacerdotales. Cuando era párroco en Colonia Aldao fue detenido por el gobierno militar, estando preso en Santa Fe y La Plata entre 1976 y 1981, pero no detalló las torturas que sufrió, en un contexto doloroso de la reciente historia argentina. Por este motivo en 2010 declaró ante el Tribunal Oral Federal Criminal I de La Plata.

Era párroco en la ciudad de Tandil, ofreciendo cursos de espiritualidad y formación permanente en Córdoba, teniendo relación con el entonces obispo Carlos Franzini, quien presidía la Comisión de Ministerios del Episcopado.

“La diócesis se crea en octubre de 1961 y Vicente Zazpe me ordena el 23 de diciembre de ese año. Había estudiado en el seminario de Guadalupe de Santa Fe. Había de otros lugares como Reconquista, Corrientes, San Juan y era un seminario grande”, afirmó Troncoso -con vos pausada pero cansina- durante una entrevista con este cronista realizada en la parroquia de Fátima al término de la misa.

-Una vez ordenado sacerdote, ¿cuáles fueron los destinos pastorales?

-Primero estuve unos 6 años en Tostado (cabecera del departamento 9 de Julio) como vicario. Fuimos con el padre Marcelino Cainelli de la diócesis de Reconquista (sobrino de Mamerto Menapace). Después 2 años en Hersilia y luego vine a Rafaela a la parroquia de Fátima a fines de los años 60.

-Se había realizado el Concilio Vaticano II (1962-65). ¿Cuáles fueron los principales cambios?

-Monseñor Zazpe nos escribía en la medida en que fue participando del Concilio (en Roma), sobre todo el proceso y las propuestas que iban surgiendo. Uno de los cambios importantes fue la participación mucho mayor de lo diocesano, los presbiterios y del mundo del laicado. Era una apertura que intuíamos, pero no podíamos encontrar el cauce; nos ha abierto muchas posibilidades, en definitiva es Dios el que inspira y ayudó mucho a que la Iglesia viviera su misión.

-¿Puede recodar aquel tiempo en Rafaela?

-Acá en Fátima estuve con Hugo Collosa (después renunció al ministerio) y al poco tiempo me fui a vivir al barrio Villa Podio para atender la capilla San Francisco de Asís durante dos años. Aproveché para hacer un profesorado en Ciencias de la Educación en el Instituto del Profesorado, con mucha gente amiga y una experiencia linda porque era a la noche. Me preguntaba qué podía estudiar para explicitar más el evangelio.

-El nuevo destino pastoral fue Colonia Aldao y al poco tiempo llega el golpe militar el 24 de marzo de 1976. ¿Por qué lo detuvieron?

-Fundamentalmente, la causa fue de tipo ideológica, por lo que pensaba.

-¿Lo corrían por izquierda?

-Exactamente. A todos los sacerdotes que integraban el Movimiento de los Sacerdotes por el Tercer Mundo, siendo liderado en la región por el padre Edgardo Trucco de Santa Fe.

-¿Cuál era el planteo de ese movimiento?

-Lo que decía el CVII, pero como en todo movimiento cuando toma una línea... Había un poco de todo: gente que estaba cansada de su sacerdocio, la no buena relación con los obispos, otros que entraron en el mundo de lo político, pero la intencionalidad era insertarse más en el mundo de la gente, sobre todo en los pobres.

-¿Cuánto tiempo estuvo detenido?

-Cinco años, primero en la Guardia de Infantería de Santa Fe y luego en la Unidad Nº 9 de La Plata.

-¿Fue torturado en ese tiempo de cautiverio?

-No fue tranquilo, de todo lo que podés pensar, pero siempre lo tomé como un espacio donde tenía que trabajar sacerdotalmente; fuimos haciendo los esfuerzos para poder concelebrar (la misa) una vez al mes y de a poco fuimos ganando espacio.

-¿Pensó en algún momento que peligraba su vida?

-Donde más tuve esa sensación fue en uno de los vuelos en avión, estábamos vendados (los ojos) y hubo alguna “caída” porque el viaje de Santa Fe a Buenos Aires duró más de 7 horas. Después fui al juicio por la verdad el año pasado en un juzgado especial de La Plata. Como sacerdote los perdono, pero el perdón no sustituye a la justicia.

-¿Lo visitaron algunos obispos en este tiempo?

-Tuve la visita de Zazpe, que fue importante, y de (Jorge) Casaretto antes de que asumiera como obispo (de Rafaela, quien fue ordenado el 19 de marzo de 1977), lugar en el que también estuvo detenido Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz). Siempre lo he tomado como un renacer a una vida nueva. Después de todo ese tiempo de cautiverio, la vida es de Dios y debo dedicarla a la Iglesia y a mis hermanos. Nunca se pierde la identidad de sacerdote.

-¿Cómo fue su vida en libertad?

-Estuve descansando tres meses en el monasterio de los trapenses (en Azul), de allí a la Catedral de Azul (provincia de Buenos Aires) y luego a Tandil desde hace 21 años.

-¿Cuáles son las actividades pastorales?

-El esquema parroquial tiene una comunidad de fe, de culto y de servicio. En la de fe entran todas las catequesis, la comunidad litúrgica que es muy fuerte con mucha gente formada y los servicios para todas las edades: centro de día de chicos, para adolescentes, pastoral universitaria y centro para los abuelos (hay más de 30) con una comunidad religiosa. Hay cinco capillas con distintos servicios.

-¿Nunca pensó en volver a la diócesis de Rafaela o fue un “cambio de aire”?

-Lo decidimos junto con Casaretto porque volver acá podía ser motivo de división y elegimos un lugar donde trabajar de la misma manera. Fue monseñor Emilio Bianchi di Cárcano (obispo de Azul) que me recibió y le agradezco tanto.

-¿Cuál es el diagnóstico de la realidad actual del país?

-Es un momento muy difícil. Como cristiano hay que comprometerse porque para aquellos que tienen vocación la parte política es fundamental y ocupar los lugares que tienen otros. Hay cosas buenas que se han hecho y otras no tanto.

-¿Qué opina sobre la ocupación en Villa Soldati?

-Es un problema del Gran Buenos Aires, es muy difícil opinar. Pienso cómo ser cura ahí. Estoy muy cerca del padre Pepe (Di Paola) con un trabajo que hemos hecho juntos.

-Viene todos los años a Rafaela. ¿Cómo lo recibe la gente?

-Estuve celebrando (misa) en Fátima y en San Francisco de Asís, fui a la casa donde vivía (en Villa Podio), con el cariño de siempre y muy contento de verlos.

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