El obispo diocesano Pedro Torres presidió la ceremonia del Domingo de Ramos que incluyó dos momentos: en la plaza 25 de Mayo con la bendición de ramos, recordando la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, y luego procesión hasta la Catedral San Rafael, donde se revivió la pasión y muerte del Señor, siendo concelebrada por Alejandro Mugna (párroco) y Alexis Cardo (vicario parroquial).
"Hosanna es un grito de alegría, pero a la vez de súplica, que era común en el pueblo de Israel en una fiesta que ellos celebran en setiembre-octubre, en el otoño judío, la fiesta de las primicias; llevaban el fruto de las cosechas para pedir la lluvia del año siguiente y las carpas, haciendo memoria que fue un pueblo que peregrinó por el desierto, pero que Dios bendijo con la tierra prometida. El séptimo día de la fiesta el pueblo hiciera una procesión y cantaban el salmo 118, gritando Hosanna Hosanna, recordando que el fruto de la oración fue que se cayeron los muros de Jericó", recordó.
Y agregó: "Hoy también estamos invitados a vivir un año de oración, preparando el jubileo del 2025, un año de alabanza y de súplica. Qué hermoso si rezamos tanto que se desmoronan los muros de la desesperanza, la tristeza, de las heridas de los horrores de nuestra patria; 48 años hoy (por el 24 de marzo) que todavía no cierran. Qué bueno si caen los muros de la corrupción y de la violencia que tanto daño nos han hecho y nos hacen".
Por eso, "hay que aclamar a Jesús, gritando con el Hosanna sálvanos ya, ven a salvarnos, tú lo puedes, tú eres el único que tiene palabras de vida eterna. Ven Señor a salvarnos para que pueda ser posible una vida nueva, en un nacer de nuevo, un aprender a caminar juntos, especialmente con los más necesitados, sabiendo que tú caminas con nosotros. Entra en Jerusalén hoy, pero entra en nuestra vida y transfigúranos. Queremos hacer memoria de la Pascua de Jesús, de que él nos libera, nos perdona, nos sana, nos ama y nos hace posible la vida de hijos, de hermanos, una vida de paz. Por eso, vamos a marchar cantando y aclamando con todo el corazón: bendito el que viene en nombre del Señor".
En la Catedral
Después de la proclamación del evangelio con la pasión y muerte de Jesús, según san Marcos (14, 1-15, 47), el titular de la diócesis de Rafaela testimonió en su homilía: "sigue resonando en mi corazón la enseñanza de san Juan de Ávila (1499-1569) quien sabe la cruz lo sabe todo, quien no sabe la cruz no sabe nada. En este tiempo que estamos invitados a volver y a conocer a Jesús, que bueno saber que la cruz es como una llave. San Pablo dice yo solo conozco a Cristo crucificado que me amó y se entregó por mí. La liturgia nos hace vivir un contraste desde el Hosanna y la alegría del peregrinar al golpe de saber que ese, que es el salvador del mundo lo hemos tratado tan mal".
"Él es el gran paciente -continuó- de nuestros dolores, el que nos invita a escuchar y aprender a descubrir que el amor es más fuerte que el dolor y el sufrimiento. Isaías (uno de los profetas del Antiguo Testamento, cuya vida tuvo lugar hacia el siglo VIII a. C.) dice cada mañana 'el despierta mi oído para que yo escuche como discípulo'. Es escuchar para aprender y transformarnos, para caminar tras sus huellas. El abrió mis oídos y no me resistí ni me volví atrás".
Más adelante, Torres citó a san Pablo: "ese que es mi maestro, a quien yo escucho, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. El evangelio aludía a ese grito de Jesús: Eloí Eloí, lamá sabactaní (que significa Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?), los que estaban ahí no entendieron, creyeron que estaba llamando a Elías (profeta hebreo que vivió en el siglo IX a. C.) y estaba poniendo su vida en manos del Padre; entendieron que expresaba una sed, san Juan dijo 'tengo sed' y le llevaron vinagre. Jesús tenía sed de dar la vida por nosotros, de donarse al Padre, de restaurar el corazón humano; Jesús tenía sed de donar el espíritu".
En otra parte, "en este tiempo queremos reaprender a escuchar con oídos de discípulo, mirando a Jesús, su corazón manso y humilde, su corazón traspasado que cargó con nuestros dolores y se hizo cargo. Escuchar también es hacerse cargo hasta el extremo. Me resuena su paciencia, la Pascua es una invitación a la paciencia, a descubrir que la oración tiene que transformar las angustias y el dolor en esperanza".
En los tramos finales, el obispo Torres señaló: "Hoy nos muestra que él también tiene sed de amor, de nuestro sí, de nuestra fidelidad, de nuestra oración. Semana Santa es un tiempo para decir Señor enséñanos a orar, amar, servir, a ser pacientes. Pidámosle en este tiempo tan difícil de nuestra patria, del mundo con guerras a pedazos una paciencia activa; eduquémonos en la paciencia y cultivemos la paciencia".