"Allá por los años setenta brillaba la Mahavishnu Orchestra, una banda de virtuosos liderada por el genial guitarrista John McLaughlin. Ellos, que hacían una música de fusión muy vanguardista, tenían un tema curioso, una suerte de guiño musical llamado 'Resolution'. Búsquenlo en YouTube y de paso escuchen todo 'Birds of fire' (1972), que es una obra maestra. Se trata de un breve e intenso in crescendo que… jamás resuelve. Queda ahí, en la última escala, en un agudo que se esfuma y nos deja anhelantes, abiertos, con el corazón palpitante. Amo esa partitura", Hugo Asch, periodista.
Lo primeros minutos de Atlético ante Independiente Rivadavia de Mendoza me hicieron acordar de este párrafo de Hugo. Tras un golazo digno de la Champions League que en el amanecer del partido el pibe Matías Reali le regaló a su equipo y al fútbol, los de Medrán buscaron empatar, y lo hicieron de gran manera. Desbordaban por ambos laterales, pasaban rápido la mitad de la cancha con precisión, no dejaban que el rival tenga la pelota y generaban situaciones de gol. Pero ahí se terminaba todo. Cuando había que dar el pase a la red, nada, el vacío. Es curioso que un equipo tenga tantos problemas para meter goles. Son como el Sátiro virgen, aquel entrañable personaje de Oskar Blotta en Satiricón. Todo hasta que Nicolás Delgadillo corrió como poseído por la izquierda y sacó sin amenaza previa un disparo formidable desde mediana distancia que se metió bien abajo, entre el palo y la mano del arquero Gagliardo. Desde ese momento y hasta el final, dos situaciones se mantuvieron y solo una cambió. Atlético dejó de ser una banda de virtuosos, la visita siguió siendo un equipo tan pragmático como eficiente y nuestro goleador continúa dejándonos anhelantes, mientras sus gritos se esfuman.
Cuando desperté el domingo, comencé a buscar las noticias deportivas mientras miraba al Manchester de Guardiola, que después de popularizar aquello del 9 mentiroso, ahora disfruta del más tremendo delantero centro que haya explotado en estos tiempos: Erling Braut Haaland. Era imposible no relacionarlo con lo visto en la tardecita del sábado. Mientras el centrodelantero de ellos, Alex Arce, paraguayo de Carapeguá, nos hizo dos goles y se transformó en la figura del partido, los nuestros, con Claudio Bieler a la cabeza, brillaron por su ausencia. Entonces busqué notas de Marcelo Bielsa hablando de diez esquemas tácticos, de Guardiola explicando cómo hizo de Messi un falso nueve, de Vicente del Bosque recordando como transformó a Cesc Fábregas en un jugador clave en la Euro del 2012, y varios más. Todos terminaban en un punto o en una palabra: gol. Y coinciden, de maneras distintas, en que son varios los jugadores que pueden llegar a ese grito, pero para ser campeón hay que tener un goleador, alguien que asegure en el largo plazo una cantidad de conquistas. Juegue de 9 de verdad o de 9 falso, se llame como se llame. O, en realidad, que se llame goleador.
Bieler lo es, pero está ausente. No sólo del gol, sino también del juego. Mala racha, brujería, el paso de los años o caso de diván. Mmm… Voto a Sigmund Freud. Y sus reemplazos no solucionan nada. Gonzalo Ríos ni siquiera genera expectativa, aunque un toque de cabeza suyo nos puso a un paso del empate momentáneo. Y Gino Albertengo es un chico que necesita minutos de juego y paciencia. En mi criterio, él debería ser la primera alternativa, de otro modo nunca sabremos si de verdad lleva el apellido del gol.
Claro que este equipo, que tiene la valentía de jugar y buscar ganar, lo que lo lleva hoy a ser protagonista del torneo por juego y resultados, algo que los hinchas extrañábamos y, por ende, valoramos, no tiene sólo la ausencia de un nueve goleador o condicionante. Tiene también la de un conductor; entonces es un conjunto vertiginoso que no conoce la pausa y vive asumiendo riesgos. Por ejemplo, quedando desequilibrado en defensa o siendo absolutamente previsible en ataque, de tan repetitivo. Es real que al 10 se lo fue comiendo la obsesión por la presión. Fue Arrigo Sacchi quien decía que "el media punta era medio jugador". El imperio de la táctica y de la preparación física se ha impuesto al de la técnica y, como dijo Picasso y nos demostraron Maradona y Messi: "No hay genio sin técnica". Desde entonces todos se sintieron con autoridad para menospreciar al número 10. Murió desplazado por el doble 5. Se exilió en la delantera, en el extremo o en el banco de suplentes. ¿Tiene alguno así Atlético? Creo que lo real es que necesita uno, alguien que en algún momento maneje los tiempos, tenga pausa, y piense. A pesar de que desde la tribuna se le exija que "ponga huevos".
Finalmente, creo que Medrán se equivocó en los cambios. Bieler debió salir antes para dejarle su lugar a Albertengo, aunque éste haya pasado desapercibido. Y no se entiende que deje el campo Facundo Soloa tal como estaba dado el partido. No discuto el ingreso de Llama justamente para pedir la pelota y buscar ser el eje del equipo. Tal vez el reemplazado debió ser Alex Luna, por el que siento devoción. El segundo gol llegó en el momento de los cambios. ¿Casualidad? Puede ser, pero el equipo se desequilibró.
No es grave lo que ocurrió. Pero es una de esas derrotas que deben dejar material para analizar, fundamentalmente en el entrenador, que no tuvo un sábado feliz. Lo bueno es saber que en algunos momentos Medrán logró que el equipo suene como la Mahavishnu Orchestra, aunque no disponga de un líder tan genial como el guitarrista John McLaughlin. Sólo será cuestión de releer la partitura. Y de estar convencido de que se trata de la música correcta.