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Le Mans elige al ganador


"Pechito" López hizo historia en la mítica competencia de 24 horas, una de las tres joyas de la corona del automovilismo internacional junto a las 500 millas de Indianápolis y el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1. En la LMP2 Franco Colapinto terminó octavo.





Por Oscar Martínez. "Hay un punto, al alcanzar las siete mil revoluciones por minuto, en el que todo se desvanece. El auto se vuelve ligero. Desaparece. Todo lo que queda es un cuerpo que se mueve a través del espacio y el tiempo". La frase se escucha de boca del legendario piloto Carroll Shelby, quién ganó la edición 1959 con un Aston Martin, al comienzo de Le Mans '66 (Contra lo imposible en Hispanoamérica), película estadounidense de 2019 dirigida por James Mangold y protagonizada por Matt Damon y Christian Bale.
La noticia sacudió al mundo del deporte de nuestro país el domingo 22. José María López terminaba de ganar las míticas "24 horas de Le Mans" y se convertía en el segundo argentino en conseguirlo luego de que José Froilán González lo lograra en 1954 con una Ferrari. "Pechito" compartió el Toyota GR010 con motor híbrido (a combustión y eléctrico), junto al inglés Mike Conway y al japonés Kamui Kobayashi. Los tres también pasaron a liderar el Campeonato Mundial de Endurance (WEC por su sigla en inglés), donde defienden el título. Repasar la trayectoria del piloto de Río Tercero a sus 38 años es motivo de orgullo para cualquier argentino. Su victoria, sumada a su trayectoria, lo ubica en un selecto grupo de deportistas ilustres de nuestra historia. Ahora bien, ¿es tan significativo coronarse en Le Mans?
Esta fue la edición número 89 de la carrera de resistencia más importante del mundo, se trata de una de las tres competencias más emblemáticas del automovilismo de pista junto al Gran Premio de Mónaco de F1 y las 500 Millas de Indianápolis. La Historia de las 24 Horas de Le Mans, que se lleva a cabo en el circuito de Le Sarthe, ubicado 185 km al suroeste de París, y organizado por el Automobile Club de l'Ouest, está formada por algunas de las páginas más bellas y legendarias del automovilismo. La mágica atmósfera que envuelve la carrera fue creada gracias a la comunión especial entre los aficionados y sus ídolos. Normalmente, en los días previos se hace un desfile de los autos por las calles de la ciudad y luego una parte de los 250.000 asistentes puede saludar a los pilotos, una relación que le da un aire especial que se espera recuperar íntegramente tras el paso del Covid.
El autódromo tiene 13.626 metros llenos de peligros como la recta Mullsanne, donde en los 80 se superaban los 400 km/h, o la emblemática curva Dunlop. La historia tuvo su inicio los días 26 y 27 de mayo de 1923 por las carreteras (caminos de cabras en realidad) que circundan Le Mans. En aquel entonces el vencedor debía recorrer la mayor distancia posible en ¡tres carreras! de 24 horas de duración cada una que tenían lugar en una terna de años seguidos. El trofeo se bautizó con el nombre de la Rudge Whitworth Trienal Cup. En 1928 se modificó el formato. Desde ese año, el vencedor debería cubrir el mayor número de kilómetros en "tan solo" una carrera de 24 horas. Por aquel entonces comenzaba ya a gestarse el interés por una competición única y especial. Su magnetismo se basa en su singularidad técnica, dureza, épica, nocturnidad y alevosía. Hasta su creación, las incipientes carreras de autos habían basado su filosofía competitiva exclusivamente en la velocidad. Se trataba de ser el más rápido, único pasaporte para la gloria terrenal… y en ocasiones, desgraciadamente también para la celestial. Sin embargo, con la llegada de las 24 Horas de Le Mans surgió una nueva concepción automovilística. El objetivo residía en alcanzar el triunfo por medio de una prueba de resistencia y velocidad que pusiera al límite tanto al hombre como a la máquina. Debían recorrer la mayor distancia posible durante un día y una noche enteros.
El desafío planteaba retos desconocidos hasta entonces. Ya no sería suficiente convertirse en el más rápido. Condicionantes como la fuerza mental y física además de la fiabilidad mecánica entraban en escena. Este cambio técnico no sólo supuso un reto para los pilotos, sino también para los ingenieros. Estos tenían que diseñar y construir vehículos de altas prestaciones basados en su rapidez, durabilidad y bajo consumo.
Desde su inicio y hasta la irrupción de la Segunda Guerra Mundial, fue dominada por corredores franceses, italianos y británicos y por fabricantes como Bugatti, Bentley y Alfa Romeo. Recién en 1949, con los nuevos vientos de libertad recorriendo Europa y tras la reconstrucción del circuito francés, reaparecieron las 24 Horas de Le Mans. Cuatro años más tarde se creó el Campeonato Mundial de Resistencia. Entonces las grandes marcas como Ferrari, Aston Martin, Mercedes-Benz o Jaguar pusieron sus objetivos deportivos en la prueba, ya que entendieron que se trataba de un gran banco de pruebas para testar la nueva tecnología, y al mismo tiempo, una magnífica muestra publicitaria y comercial. La fama de la cita gala se multiplicaba y la competencia se hacía feroz. La historia de las 24 Horas de Le Mans entró entonces en una época dorada.
Pero en medio de esas batallas y del esplendor deportivo, llegó la mayor tragedia. En 1955 se produjo un terrorífico accidente cuando el Mercedes de Pierre Levegh se salió de la pista y chocó contra el público. Murieron el piloto y más de 80 espectadores. La tragedia supuso un antes y un después en la seguridad en el automovilismo deportivo. Se tomó conciencia de la necesidad de trabajar sobre ésto, entonces aparecieron los cinturones de seguridad, por ejemplo, y se dejó de lado la tradicional largada. Esa donde los pilotos se alineaban frente a sus coches y a la señal corrían hacia ellos, se ubicaban y salían a la pista. Pero muchos lo hacían sin atarse para ganar tiempo. El pionero en presentir el peligro de esa costumbre fue el genial Jackie Ickx. En su primera participación simplemente caminó hacia su automóvil, se introdujo en él y fijó todas las sujeciones a su cuerpo antes del inicio de la prueba. Comenzó último con su Ford GT40… pero terminó primero.
Todos los fabricantes de coches querían estar presentes. Fuera de la pista, los ingenieros pugnaban por lograr la mecánica más eficaz, al tiempo que los diseñadores agudizaban el ingenio para exprimir la aerodinámica al máximo. La carrera se convirtió en un laboratorio de pruebas cuya tecnología es aplicada posteriormente a los automóviles de calle. La vanguardia y las mejoras prestacionales introdujeron a la industria automotriz en otra dimensión.
Los héroes indiscutibles son los pilotos campeones. El más ganador es Tom Kristensen, quien lo consiguió en nueve oportunidades. La primera vez fue en 1997, formando trío con Michele Alboreto y Stefan Johansson, al volante de un Porsche WSC-95. Para hacer más grande su leyenda, ganó con tres marcas: Porsche (1997), Bentley (2003), y Audi (2000, 01, 02, 04, 05, 08, 13). Lo sigue el belga Jackie Ickx con seis victorias. El equipo que suma más títulos es Porsche con 19 triunfos. Luego se ubica Audi con 13. El podio lo cierra Ferrari con 9 triunfos logrados en blanco y negro entre 1949 y 1965. Actualmente, el verde es el color predominante en las 24 Horas de Le Mans. Desde hace unos años se ha instaurado una reducción del 30% de las emisiones de los coches que en ella intervienen y la limitación del uso de energía por cada vuelta. Las marcas han respondido a esa normativa creando automóviles con tecnología híbrida.
La de este año fue la primera edición con los prototipos Le Mans Hypercar. Si bien la carrera sufre desde hace algunas ediciones la falta de los equipos más significativos, la presencia en pista de más de 60 autos de distintas categorías y velocidades, varios con pilotos no profesionales arriba, que corren durante un día entero en un circuito de 13,6 kilómetros, casi siempre por encima de los 250 kilómetros por hora, hace que ganar sea una verdadera proeza. Por eso, lo de "Pechito" López es histórico. Y a contrapelo de la realidad, la bandera argentina volvió a lo más alto de un podio internacional.


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