Posiblemente, una mañana de abril de 2007, el "Taca" Bieler leyó la edición del diario español El País y quedó maravillado con una noticia. En Milford, un pueblo de solo cuatrocientos habitantes en la Irlanda del Norte, se le rendía un tardío homenaje a un hijo del lugar, a William McCrum, el inventor del penal. Se contaba allí que, anónimo y generoso, McCrum había dedicado su juventud, su alma y sus manos a ser arquero del Milford Everton, un siglo y varias décadas atrás. Y que, alarmado por la violencia en las áreas, tuvo la idea de sancionar a los defensores que impidieran el gol de manera ilegal. Así lo propuso en la Asociación Irlandesa, quién luego lo llevó al International Board que rápidamente lo cristalizó. Desde 1891, entonces, al fútbol se juega con penales. Tal vez el "Taca" musitó: “un genio”, antes de enterarse que McCrum murió entre pobrezas y sin reconocimiento alguno en 1932.
Y también es probable que el goleador de Vera se preguntó, camino a acomodar la pelota sobre el círculo blanco, si McCrum se imaginó alguna vez que había creado un punto de partida y otro de llegada sobre los que iría y vendría la emoción de cientos de hinchas, si se dio cuenta que patentaba una circunstancia en la que la humanidad quedaba resumida a solo dos personas: el arquero y el ejecutor. Después de eso se concentró, apuntó, pateo con maestría, convirtió y celebró como se debe celebrar un gol. Lo hizo con los puños apretados, la boca bien abierta y los ojos buscando a sus compañeros. Fue su modo de homenajear a McCrum sin entrar en controversias con Menotti. Los hinchas "celestes", a la distancia, en imaginarias tribunas frente a las pantallas, seguramente lo gritaron como si definiera un campeonato. Total, Menotti nunca habló de festejos de tribuna.
Bieler es reconocido en el mundo del fútbol, entre muchas habilidades, por su tremenda efectividad a la hora de ejecutar un penal. Pueden ponerle enfrente un arquero 3XL o un arco fino como un hilo dental. Todos son detalles. Este jugador repite su hábito con la misma naturalidad con la que usted o yo nos lavamos los dientes: se concentra, apunta, patea, convierte y celebra.
Fue la gota final de un vaso lleno de futbol, de ese imperfecto y fantástico juego tan alejado, gracias a Dios, del partido perfecto que asegura Bilardo, debe terminar sin errores y cero a cero. En el estadio "Miguel Sancho", Racing de Córdoba, que hace casi una vida deportiva que no gana, y Atlético, que busca reencontrar el rumbo de la primera parte del Torneo, nos regalaron un partido maravilloso. No conozco nada que funcione mejor para mantener algo de fe en el fútbol, en lo feo y en lo bonito, que sentarse a ver uno de estos encuentros, que nos reconcilian con el fútbol emocional, de barrio y patio del cole, donde nunca se podía terminar sin goles o en empate, el que nos enganchó para siempre. A falta de perfección, los errores son una cuestión de enfoque. Y como nosotros estábamos a solo un paso de perderlo y lo empatamos con el gol de "Taca", el festejo es doble. En la semana, el cuerpo técnico que encabeza Medran, deberá trabajar en los muchos errores que significaron recibir tres goles. Y no poder ganar a pesar de haber convertido la misma cantidad.
El "Flaco" Menotti sigue asegurando aquello de que “el penal lo hace cualquiera”. Sin embargo, desde ese punto, se han consagrado campeones mundiales. Y los festejos inundaron países enteros. Como nos pasó a nosotros hace algo más de seis meses. Y en la tarde casi noche del sábado. Cuando el "Taca" nos consiguió un punto y una alegría gracias a McCrum.